Por
Fabián Bergenfeld
Recuerdo
cuando a fines de la década del ´60, mi padre advirtió que en la Ruta 2, camino
a Mar del Plata, un radar debía haber detectado que violó el máximo de
velocidad que por entonces no superaba los 80 km por hora, anticipándonos que
seríamos demorados hasta que se labrara un acta de infracción en el próximo
destacamento policial.
Y
ello efectivamente ocurrió.
Medio
siglo más tarde, con todas las herramientas tecnológicas a disposición, los
radares se han transformado en sofisticadas máquinas de fotos encargadas de
medir los excesos de velocidad, con el único objetivo de que el Municipio al
que corresponde el tramo de la ruta en el que nos excedemos en 2 ó 3 km del
límite, “facturen” con multas
insólitas y, para muchos, impagables.
Para
evitarlas, estamos pendientes de que aparezcan en nuestra visión carteles
pequeños y vetustos que nos obligan, en muchos tramos del camino, casi a clavar
los frenos para bajar la velocidad de 90 a 60 km, mientras las 4×4 y los
automóviles de altísima gama nos rebasan al doble de velocidad por izquierda o
derecha, obligándonos a extremar
nuestros recaudos ante imprudencias ajenas que seguramente en casi todos los
casos quedan impunes.
Porque
lejos de ser detenidos, como antaño sucedía, en los puestos policiales se observa
a los agentes inertes, conversando y hasta durmiendo, ya que el mensaje del
Estado provincial y municipal es evidentemente claro, permitiendo violar en forma flagrante los límites de velocidad para
poder facturarles las multas, que en muchos casos no pagarán jamás gracias
a algún funcionario “amigo”.
Entre
quienes padecemos injustamente la persecución de esos “radares mercantiles”, se
encuentra un ciudadano que se ha tomado el trabajo de plantear un amparo en la
provincia de Misiones, motivando que un Juez Federal esta semana haya dictado un fallo ejemplar que declara
inconstitucionales a las “fotomultas”, obligando, como muchas
décadas atrás, a que la policía detenga al infractor y labre el acta de
infracción, permitiendo que el automovilista pueda ejercer su derecho de
defensa.
Pero
además ese fallo, que deberá
reproducirse ante los amparos que comenzaremos a promover en todas las
jurisdicciones del país, redundará
en beneficio de la seguridad de todos al castigar a los imprudentes que ponen
en riesgo sus vidas y las ajenas, al obligar a los agentes a detenerlos.
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