La
ex presidenta Cristina Kirchner dice ser víctima del Poder Judicial y de
traiciones políticas, cuando solo es víctima de la aplicación del Código Penal
"Lo
que nos está pasando".
Así
tituló Cristina Kirchner el video con el que dio a conocer los padecimientos de
salud de su hija Florencia , adjudicándolos al estrés que -a su entender-
provoca en la joven la "persecución" política y judicial de la que no
le caben dudas de que está siendo víctima.
Se
trata de una definición que describe más a la auténtica Cristina Kirchner que
al estado sanitario de Florencia, que merece tratamiento y respeto, sin ninguna
duda.
Habla más de la
madre que de la hija,
porque la actual senadora nacional, como muchos otros dirigentes políticos del
continente y del mundo, ha hecho de la victimización su principal herramienta
electoral y estrategia defensiva predilecta frente al enorme cúmulo de pruebas
en causas que se le siguen por delitos cometidos contra el Estado, esto es,
contra todos los argentinos.
En todo caso,
Florencia es víctima de su propia madre, que la ha hecho partícipe de sus
delitos.
Ponerse
en el papel de víctima le ha facilitado a la ex presidenta, no solo ahora sino
desde siempre, esquivar las respuestas a los requerimientos de una Justicia
que, en buena parte, tampoco ha demostrado mucho apuro por requerírselos.
Cristina
Kirchner se ha victimizado por ser peronista.
"Solo
a Perón y a mí nos han denunciado por traición a la patria", ha dicho en
una de las pocas entrevistas que concedió cuando estaba en campaña para el
cargo que hoy ocupa.
También
ha sostenido hasta el cansancio que todo le cuesta más por "ser
mujer" y, como no podría ser de otra manera en la concepción populista de
la política, que se la hostiga por
revolucionaria, porque enfrenta a las corporaciones, porque critica al
establishment, porque se quedó viuda y está sola:
Llegó
a decir que por esa razón Macri le gritó por teléfono cuando ella se negaba a
traspasarle el mando presidencial.
Incluso,
ha hablado recientemente de "maniobras distractivas" del Gobierno
para tapar la crisis de la economía.
La principal
maniobra es la de querer desviar la mirada de la Justicia para que no se pose
sobre ella.
Sería
injusto afirmar que solo Cristina Kirchner se victimiza.
La
historia política reciente y no tan reciente ha dado muchos ejemplos.
La
mayoría, ciertamente, se vincula con representantes del kirchnerismo, hoy
presos o por estarlo.
Todos
dicen ser víctimas del Poder Judicial, del actual Gobierno, de traiciones
políticas y de soplones, pero víctimas al fin.
Cuando,
en realidad, y como corresponde, son víctimas de la aplicación del Código
Penal.
En
un artículo publicado en LA NACION, titulado "La victimización como
paradigma", el economista Emilio Ocampo sostenía que este tipo de
victimización "promueve y se alimenta del narcisismo colectivo maligno, un
concepto que introdujo Sigmund Freud y que luego desarrolló Erich Fromm.
“Quien
lo padece está convencido de que el grupo al que pertenece (definido por su
nacionalidad, etnia, religión o género y no por haber alcanzado algún mérito
gracias a su trabajo, dedicación o esfuerzo) tiene un estatus especial o
superior y merece reconocimiento, derechos y consideraciones especiales por
parte de quienes no pertenecen a él".
Y
que "cuando no obtiene ni lo uno ni lo otro, reacciona de manera agresiva
[...]
Para
el narcisista -decía acertadamente Ocampo-,
todo lo bueno que ocurre en su vida es gracias a sí mismo y lo malo, culpa
del otro".
Hay
una proyección incluso que el político que se cree víctima realiza sobre
quienes lo siguen, ya que se empeña en poner a esos seguidores en el mismo
lugar doliente y sacrificial en el que él supuestamente se encuentra.
Dicho
en otros términos, el electorado debe sentir también que es perseguido.
Decía
Perón que el pueblo argentino fue esclavizado por el imperialismo.
Lo
mismo dice hoy Nicolás Maduro y lo decía antes Hugo Chávez , quienes dejaron un
ejército de verdaderas víctimas, hambreadas y sin ningún tipo de libertades ni
derechos, en la Venezuela de la que se apoderaron como si fueran sus dueños.
¿Qué
están empezando a ensayar en nuestro país esas víctimas supuestas de ofensivas
planetarias?
¿Acaso
un perdón, una amnistía?
Quien
agudice un poco la atención, descubrirá cómo muchas de ellas ya hablan de esa
posibilidad sin siquiera ruborizarse.
Elucubran
un proyecto de amnistía en favor del condenado "injustamente".
Un "acá no pasó nada", un
"borrón y cuenta nueva".
No
sería la primera vez, por cierto.
Pero
sería lamentable que quienes deben dar explicaciones de sus delitos ante los
jueces se montaran una vez más en el oportunismo político, en la tentación del
victimismo, para no pagar el castigo de haber sido parte de una camarilla
delictiva, de una asociación ilícita cuyo objetivo fue el vaciamiento
sistemático del Estado.
Son
los que se la pasan aupándose en escenas de complots en su contra, pero que no
son capaces de refutar ni con una sola prueba que ellos no tuvieron nada que
ver en los desfalcos por los que están denunciados.
"Lo
odié", le respondió Cristina Kirchner al periodista que le preguntó, en
una de aquellas poquísimas entrevistas, qué sintió cuando se enteró del intento
de ocultamiento de bolsos con dólares, euros y joyas en un convento por parte
de su ex funcionario José López.
Hasta
hoy no sabemos si odió lo que hizo López o si lo que odia es que haya sido tan
tonto como para pretender desprenderse de esa forma del dinero mal habido.
Es
curioso que quienes se entierran en el fango de la mentira con sus pseudo victimizaciones
se filmen para intentar aleccionar.
Lo hace Cristina
y lo hizo Luis D' Elía, otro kirchnerista con graves problemas con la
Justicia.
"Prepárense,
oligarcas, no les va a alcanzar la Argentina para correr", advirtió el
dirigente piquetero y ex funcionario kirchnerista cuando se vio cerca de la
cárcel, en un video en el que afirmó que los médicos le aseguraron que moriría
si lo llevaban preso.
Como
prueba, se levantó la remera para mostrar la cicatriz de una operación más o
menos reciente. De inmediato, esgrimió que todo lo que le pasa se debe a que
"los jueces de Comodoro Py responden al Gobierno, hay una conspiración de
los Estados Unidos para perseguir a la oposición y los medios de comunicación
mienten, porque lo que pasó con la comisaría (la brutal toma que lo tuvo como
líder) fue en realidad una protesta".
Una
ensalada condimentada a gusto del delincuente.
interpretado
como una conspiración y una persecución, una cacería para sacarlos de carrera.
Hay
un ejemplo que de tan alevoso entra en la categoría de ridículo.
Ocurrió
cuando la Justicia detuvo a un sobrino político del gobernador formoseño, Gildo
Insfrán, porque en un camión de propiedad de aquel se encontraron 2,5 toneladas
de marihuana disimuladas en un cargamento de zapallitos.
¿Qué
dijo el peronismo formoseño?
Que
se trataba de una persecución política. Pero la marihuana era tan tangible como
los zapallitos que la contenían.
La
victimización es, a todas luces, un burdo atajo de impunidad, un ansia de
exención a toda prueba, un pasaporte para delinquir sin tener que pagar por las
consecuencias.
Y
conlleva también un riesgo, por cuanto una víctima atrae la compasión de
quienes pueden a llegar a sentirse también víctimas de los males que se agitan
para sembrar el miedo.
La
victimización como política no debiera convertirse en la política de la
victimización.
A
las víctimas inexistentes hay que denunciarlas y hacerlas cumplir la ley, ante
la cual todos somos iguales.
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