Por
Ignacio Zuleta
Las
campañas se concentran en un 20% del electorado
Los
últimos partes de batalla indican las condiciones del tramo final de la
campaña:
1)
El 80% del electorado de los grandes conglomerados urbanos, los siete que
deciden las elecciones por la cantidad de votos -Buenos Aires, Córdoba, Santa
Fe, CABA, Mendoza, Entre Ríos y Tucumán-, tienen
decidido el voto en un 80%.
2)
Esto concentra el esfuerzo de los mensajes en un porcentaje mínimo, en donde
puede estar la diferencia en una elección tan empatada como la de 2015, que se
zanjó en una segunda vuelta, por una diferencia de poco más del 2% del total de
sufragio.
3)
La hipótesis del oficialismo es que una mayor concurrencia a las urnas lo
beneficia.
Suponen
que ese 20% de público, que puede tomar la decisión del voto en los últimos
días antes de ir a las urnas, está más dispuesto a inclinarse hacia la fórmula
de Juntos por el Cambio que por la del Frente por Todos.
Como
faltan tan pocos días para las PASO, es una pérdida de tiempo especular sobre
el acierto de esos mensajes de campaña, ante los cuales la mayoría del público
es indiferente.
De
ahí que el oficialismo goce las astracanadas de algunos mensajes de la
oposición, a los que les pone relieve porque la alejan del objetivo principal:
Capturar al
sector del centro moderado, el mismo que podía horrorizarse con Cristina
candidata.
Por
eso se la reemplazó por Alberto Fernández, que sufre las consecuencias del
descontrol del discurso dentro de su propia fuerza.
¿Para qué
mencionó Cristina a Venezuela, si su comparación con la Argentina desbarata uno
de los ejes del discurso opositor, que es halagar el tercerismo chavista de su
electorado y a los residuos de la izquierda que conserva entre sus filas?
Más
desconcierto genera en la oposición la salida dialéctica de Aníbal Fernández
(equiparar a Vidal con Barreda).
Una
de las pruebas del liderazgo partidario es el control sobre la lengua de los
libre pensadores.
Aníbal
es uno de ellos, con más que larga experiencia en cargos de poder.
Hasta
escribió -o se hizo escribir- libros con caramelizadas zonceras juaretchianas
que ilustraban su visión del mundo.
No
puede ignorar la fuerza de estos pronunciamientos.
O
no lo controlan, o él no se controla, o busca alguna represalia por haber
quedado relegado a una precandidatura a concejal por Pinamar, cuando quizá
creyó que podía figurar en las listas de diputados nacionales de su distrito.
Lo
merecía por sus servicios al cristinismo, al que ahora hiere con sus frases
sobre el filicida Barreda, y aleja a los moderados del voto a Alberto o a
Kicillof, que desmarcan tarde, cuando el daño ya está hecho.
La
suerte política de Aníbal en 2015 no se jugó con la trama del símil morsa, sino
en el apoyo que le retiró la Iglesia a su candidatura, por haber respaldado
programas de despenalización del uso privado de drogas.
Es
decir que sabe del efecto de los pronunciamientos públicos.
Disidencias
fatales en el peronismo
La
oposición lucha, en realidad, con las disidencias que siempre han acompañado al
peronismo.
La más notable
es la pelea dialéctica entre Alberto y Kicillof.
El
ex ministro compite para la gobernación pero transpira economía.
No
le gusta a Alberto, quien dice tener reservas sobre cómo actuó Axel en el
Gobierno.
Esta
diferencia intercepta el eje de campaña de la oposición, que busca poner en la
superficie la agenda económica, algo que el oficialismo dice querer ocultar,
aunque lo hace a desgano.
Como
no hay un monitor económico -Alberto se nutre de varios equipos de economía-,
esa disidencia recorta el objetivo de la campaña que es advertir al público
sobre las consecuencias de que gobiernen ellos, o Macri durante cuatro más.
Los
ayudan desde el oficialismo, víctima de la funesta manía de hablar de economía,
cuando es más probable que el público espere de ellos consignas políticas, que
trasmitan confianza en el futuro.
Es
un lugar común de los políticos creer:
1)
que los dirigentes manejan el voto;
2)
que los círculos de poder –rojo o el color que te guste– deciden las
elecciones.
La
oposición maximaliza el discurso y promete un cambio drástico del plan
económico -en los mismos términos del documento de campaña de la CGT para las elecciones
de 2017-.
Ese
impulso lo expresa mejor el eslogan de Myriam Bregman, del FIT: “Hay
que dar vuelta todo" –que digan cómo, y en todo caso que avisen
cuando estén por hacerlo–.
Es
un problema, cuando el peronismo busca votos acercándose al centro moderado:
Es
lo que significa la opción por Alberto.
Las
herramientas de unos y otros también son diferentes.
Se
le atribuye a Miguel Ángel Pichetto haber dicho al salir del comando de campaña
de Juntos por Cambio la primera vez que lo llevaron:
"Es
como estar en NASA".
Estaba
sorprendido por la sofisticación de los sistemas de sondeo que alimentan los
predictivos electorales, que cruzan los big data de las bases oficiales e
informales con encuestas de intención de voto, y el producto de las
conversaciones por las redes sociales.
El
oficialismo disfraza por ahora sus contradicciones
Más
ordenadito, el oficialismo procura superar las disidencias que surgen del nuevo
formato de la coalición, por la suma de Pichetto a la fórmula.
Uno
de los temas más interesantes, aunque acallado por ahora para amortiguar
contradicciones, es la política
energética.
El
jueves, Pichetto y Dante Sica visitaron en Mar del Plata una planta
metalmecánica que fabrica equipos petroleros para las firmas que trabajan en
zonas estrella, como Vaca Muerta.
Los
acompañaron los candidatos del oficialismo local a la intendencia, Guillermo
Montenegro y Vilma Baragiola.
Les
propinaron un suculento asado que derivó en un debate sobre la protección de la
industria nacional, a la que adhirió Pichetto.
El
punto de discordia son las desgravaciones que sostiene el Gobierno, con la
firma de Sica –que estaba presente–, a la importación de equipos petroleros
usados, que compiten en precio con los que se fabrican en el país, como en esa
planta en donde estaban.
Los
anfitriones se entusiasmaron con el apoyo de Pichetto a la defensa de sus
productos.
Pero
reabrió una brecha la política del Gobierno, que hasta ahora sigue los reclamos
de las grandes petroleras, que prefieren equipos usados que son más baratos. Quedó abierto el debate, con rispideces,
porque los industriales de Mar del Plata han creado una cámara de proveedores a
la industria del petróleo para desembarcar en Vaca Muerta, y tienen el apoyo de
María Eugenia Vidal.
La
gobernadora los alienta con un mensaje por audio que se viralizó, en el cual
exclama:
"Vayamos
todos por Vaca Muerta".
Esta
cámara ya tiene 22 adherentes, a quienes Vidal recibirá el jueves próximo en un
acto en la Capital.
La batalla del
petróleo puede enfrentar a todos
La
confrontación entre globales y patriotas en la industria del petróleo no es
nueva.
Sí
es nuevo que en la fórmula haya un Pichetto que habla de capitalismo racional y
de defensa de la industria nacional desde los micrófonos de Cambiemos. También
es nuevo que la provincia de Buenos Aires arme una avanzada sobre Vaca Muerta,
yacimiento que Neuquén tiene como propio –aunque lo comparte con Río Negro y
Mendoza–.
La
administración de Omar Gutiérrez, apoyada por el sindicato de petroleros del
senador Guillermo Pereyra, compañeros de ruta de la fórmula Macri-Pichetto,
intenta defenderse de esas invasiones de otras provincias, e intentan imponer
normas de protección de las empresas locales, para resguardarlas de la que
vengan de afuera.
También
advierten que hay sectores de Nación que buscan convertir las regalías de Vaca
Muerta en materia coparticipable.
Sin
mencionar a sus adversarios, Pereyra ya advirtió que no es lo mismo el petróleo
y el gas que la soja, que tuvo un Fondo Sojero coparticipable, porque se trata
de un impuesto y no de una regalía.
Por
ahora estos entuertos dentro del propio gobierno, nacidos de la novedad de la
ampliación pichettista de la fórmula, se mantienen en la mayor discreción.
Si
el oficialismo gana las elecciones, serán motivo de debates tan agrios como los
que tuvo el oficialismo sobre la política de tarifas.
El mapa
electoral: una loca geografía
En
el lapso breve que queda de campaña, con el voto ya resuelto, los candidatos
concentran fuerzas en donde va a estar la diferencia.
El
dúo Macri-Pichetto se reparte el mapa para barrer el eje del centro, donde
siempre tuvo mejores resultados lo que fue Cambiemos –Córdoba, Santa Fe, Entre
Ríos, la región de Cuyo–.
El
Norte les preocupa por Tucumán, en donde el peronismo manda con llave en mano,
y pone a Juan Manzur como compañero de giras de Alberto en esa región. Salta es
otro drama porque ahí está Juan Manuel Urtubey, compañero de fórmula de Roberto
Lavagna.
Los
dos esperan tener allí su mejor elección junto con Santa Fe, en donde sus aliados
del socialismo tienen también poder territorial.
En
el conurbano la fórmula F&F tiene sus mejores pronósticos, y la campaña del
oficialismo, manzana por manzana, les ha permitido acortar la diferencia desde
la caída del último año.
Aporta
mucho humo, como en todo el país, la especulación por el corte de boletas, que
inducen gobernadores e intendentes, en atención a sus propósitos territoriales.
Hoy
pueden detectar mejor nunca, por los mecanismos de sondeo sobre los big data,
qué preferencias tienen sus vecinos en las elecciones nacionales, y reparten el
voto que les sirve a ellos la categoría presidencial, junto a la propuesta
propia. Estos movimientos hacen sombra, aunque sean imperceptibles.
Un
ejemplo lo da la aclaración de la diputada Alejandra Vigo, esposa de Juan
Schiaretti, a la noticia de que podía estar apoyando la fórmula F&F.
En
las últimas horas se ocupó de desmarcar, y se alineó con su marido en la
estrategia de la boleta corta.
Córdoba
es el destino principal de los esfuerzos de las dos fórmulas.
En
la última semana de campaña, Pichetto estará allí dos veces.
El
martes 6 irá a inaugurar locales partidarios, después de la postergación por
superposición de fechas con Alberto Fernández en esa provincia.
Vuelve
el jueves 8 al cierre nacional de la fórmula junto a Macri.
El
interés de ese eje explica la incursión de Pichetto a San Juan, a pocas horas
de la presencia allí de Cristina de Kirchner.
Participó
de actos con el candidato a diputado Marcelo Orrego, que sacó 35% en su disputa
por la gobernación, contra el reelecto Sergio Uñac.
El
dominio del peronismo de San Juan por parte de Uñac es indiscutible y por eso
también fue por allí Cristina.
Pero
el 35% de Orrego refuerza las chances de Juntos por el Cambio en la región, que
le llegan por el acuerdo con Adolfo Rodríguez Saá en San Luis –siempre fuerte
en el oeste de Córdoba y las provincias de Cuyo– y hasta en Mendoza, en donde
gobierna Alfredo Cornejo, presidente del Comité Nacional de la UCR.
Los tuneleros en
acción
En
Córdoba y en otros distritos se cruzan los tuneleros de los dos peronismos, el
de Pichetto y el del Instituto Patria, para armar los controles y también para
reclutar apoyos a una y otra fórmula.
Entre
la lista corta de los gobernadores y la reticencia de la CGT a promover a
alguno de los candidatos, el peronismo muestra una división inédita, lo que es
mucho, porque hace rato que el peronismo se puede definir como "todo lo
que se divide por dos".
En
estos cruces, los tuneleros refrescan viejas relaciones y prueban circuitos que
pueden estar sulfatados por el paso del tiempo, o la falta de uso.
Un
banco de pruebas es Mendoza, por donde pasó el operador principal del
pichettismo, Jorge Franco, una semana antes de la visita de la fórmula hace 10
días.
Franco,
ex diputado nacional y sigiloso lugarteniente del senador, operó en Mendoza
recomponiendo relaciones con el tinglado que en su tiempo armó el
"Chueco" Juan Carlos Mazzón, una red de intendentes y punteros, que
fue la base de su poder en el distrito de adopción del "Chueco"–había
nacido en Santa Fe y se fue a estudiar a Mendoza, donde hizo su carrera
política–, y es comprensible que su mejor producto como operador del peronismo,
bajo todos los gobiernos, lo lograse en esas dos provincias.
La
travesía sigilosa de Franco por Mendoza lo mostró como mucho más que un
tunelero.
La
historia reciente de la provincia se entrecruza mucho por las operaciones de
Mazzón, de quien Franco fue principal lugarteniente mientras era asesor
presidencial de Néstor y de Cristina de Kirchner.
La
aventura de Cobos con Cristina en 2007, de la cual fue parte Alfredo Cornejo,
hoy gobernador, no se entiende sin el acuerdo que logró entre las partes el
"Chueco".
En
esto, Franco conoce más de radicalismo mendocino que muchos dirigentes
nacionales del PRO.
Esa
relación se extiende a otros protagonistas de las elecciones, como Luis
Rosales, candidato a vicepresidente de José Luis Espert.
Fue
candidato a gobernador por el partido Demócrata en 2011 en una alianza del PRO,
que algunos adversarios también atribuyen a la imaginación del
"Chueco", para dividir el voto opositor al peronismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario