Por
Elena Valero Narváez
Hay
una posibilidad cierta de que podamos ir camino a perder la democracia, un
sistema por el cual, cuando funciona, nos podemos desprender de gobiernos
dictatoriales por medio del voto.
También
cabe el peligro de que el sistema se suicide si las instituciones no tienen la
fuerza suficiente para defenderla, fortalecerla, y hacerla perdurar.
Parece
una exageración, pero no lo es.
Basta
con escuchar a la oposición para entender que se pretende reformar la
Constitución, la reelección perpetua, colonizar la Justicia, y dejar atrás la
división de poderes.
El
sócrates del siglo XX, Karl R. Popper, distingue bien la diferencia entre
sociedad abierta y democracia, alerta sobre las consecuencias de perderlas.
La sociedad
abierta -explica- es una forma de vida social y los valores que
tradicionalmente en ella se aprecian, como por ejemplo, la libertad, la
tolerancia, la justicia, la libre búsqueda del conocimiento, el derecho del
individuo a diseminar el saber, su libre elección de los valores y creencias y
la búsqueda de su propio destino.
Por
Estado democrático, entiende, un conjunto de instituciones como la
Constitución, el derecho civil y penal, órganos legislativos, así como el
gobierno y las leyes por medio de las cuales se eligen gobernantes, los
tribunales de justicia, la administración pública, los órganos de sanidad
pública, defensa y demás.
La
razón de esta distinción, señala, se encuentra en que la libertad humana y una
sociedad libre de individuos, pueden considerarse valiosas en sí mismas.
El
Estado democrático es el instrumento para que los ciudadanos libres puedan
promover sus propios fines sociales y para hacer la sociedad tan libre como sea
posible.
VIGILAR AL
ESTADO
No
debemos pensar -nos dice Popper- que en una sociedad abierta la libertad y la
tolerancia son algo ilimitado, por ello no es posible tolerar toda clase de
propaganda, o hechos, que aboguen por la intolerancia y la violencia.
Una
sociedad libre tratará de evitar que el perdonavidas amedrente a su vecino y en
el Estado verá al responsable de garantizar el derecho de todos a ser
protegidos frente a la intimidación y la coacción, no solo resultantes de quien
ejerce el poder, sino también de aquellos otros que tratan de adueñarse de él,
con el propósito de establecer una tiranía.
Si bien se le
debe lealtad al Estado, por ser esencial para la existencia de una sociedad
compleja,
al mismo tiempo hay que vigilarlo, como también a quienes gobiernan, quienes, a
menudo, exceden los límites de sus funciones específicas.
Las
instituciones de un Estado son poderosas y allí donde hay poder existe el
peligro de que sea mal empleado.
Exagerar el
tamaño del Estado, constituye un riego para la sociedad abierta.
En
términos políticos se encuentra siempre en una posición muy precaria, necesita
de un Estado vigoroso que la proteja de agresiones internas o externas y al
mismo tiempo, que no sea demasiado poderoso.
Precisa
de una suerte de equilibrio político, intrínsecamente inestable, por ello, al
sistema de instituciones destinadas a lograrlo le llamamos sistema de pesos y
contrapesos.
Popper patrocina
la forma de gobierno democrático para salvaguardar la libertad, porque el freno
y contrapeso del voto popular ha resultado ser la mejor de todas las
instituciones, conocidas, para resolver nuestros problemas.
Pero,
aclara, la institución del voto de la mayoría no es lo mismo que el gobierno
del pueblo, es evidente que quien lo hace es el gobierno.
La
gente solo puede hacer que éste, llegue o salga del poder.
Entonces,
democracia, es un método de control de quienes gobiernan por el voto de la
mayoría.
Funciona
bastante bien, en una sociedad donde se valora la libertad y la tolerancia,
pero no en una sociedad que descree de esos valores ya que contribuye a
mantener la libertad, pero no, a crearla.
SON FALIBLES
No
se debería esperar demasiado del Estado o del gobierno, los funcionarios no son
más sabios o mejores que otros hombres, son falibles y no pueden, como
prometen, traer el paraíso a la tierra, sobre todo a través de medios
políticos, como lo pretendieron Lenin, Stalin, Hitler, Mussolini y otros
dictadores, también los gobernantes de populismos autoritarios.
Una
de las falsas teorías de Marx -manifiesta Karl Popper- es la que señala que
todas las formas de gobierno, sin excepción, son en esencia tiránicas siendo la
única diferencia entre los gobiernos, quién gobierna a quién.
En
consecuencia, Marx creía, que la única pregunta de carácter político que tenía
una importancia práctica era quienes debían ser los tiranos, si los
capitalistas, o los trabajadores.
Ello condujo a
la dictadura del proletariado y a arrinconar todos los frenos y contrapesos, no
tardando en llevar a la tiranía de un solo hombre, apoyado por una camarilla
o nueva clase.
La
sociedad abierta o libre, por la cual la mitad del país sale a la calle, es
como la describe el gran filósofo, la mejor sociedad en términos morales que
hemos conocido en la historia:
Abolimos la
esclavitud, luchamos contra la pobreza en todo el mundo, somos más ricos que
todas las sociedades que nos precedieron.
Pero
la razón principal que subraya para decir que es superior, consiste, en que es
moralmente sobresaliente indicando que nunca antes, tantos, han estado
dispuestos a hacer lo correcto y a aceptar las responsabilidades que de ello se
derivan.
Ello
nos puede dar una esperanza en el futuro si no permitimos y excusamos al autoritarismo y al totalitarismo que
han reintroducido la esclavitud, el terror preventivo, e incluso la tortura.
POR
QUE HAY DESARROLLO
Finalmente,
siempre siguiendo al filósofo liberal, el desarrollo económico occidental es el
resultado de la creencia de que un hombre debe ser capaz de depender y de
asumir la responsabilidad económica de sí mismo y de su familia, en lugar de
depender de la dadivosidad del Estado.
Este
espíritu de independencia es una gran idea y ha conducido a un asombroso
aumento de la libertad, tanto como al despertar moral e intelectual de muchos
hombres.
Debemos
defender la sociedad abierta con los innumerables argumentos que poseemos,
luego del fracaso del socialismo real en todo el mundo.
No hay dictadura
buena, ni de izquierda ni de derecha, todas nos hacen perder la libertad de
ejercer la crítica y la oposición.
Solo
la democracia, nos permite remediar los males sin violencia.
Aunque
no es la panacea y en nuestro país es débil, por falta de práctica, hay que
fortalecer sus pilares, el sistema de partidos, la opinión pública
institucionalizada y el mercado del voto, en vez de denostarla, como
hace todo aprendiz de tirano.
En
Argentina, los partidos políticos están desprestigiados porque desde hace
muchos años, sus dirigentes, cuando llegan al poder, actúan de manera
irresponsable, abandonan el rol de mediadores y facilitadores entre el Estado y
la sociedad, dejando de absorber las demandas sociales y de llevarlas a los
foros institucionales de discusión para que sean tratadas y resueltas de la
mejor manera posible.
Es por ello, que
se produce el divorcio entre la dirigencia política y la sociedad, la cual deja
de sentirse representada permitiendo que los grupos sectoriales aprovechen para
tomar la posta y demandar beneficios imposibles de satisfacer a la vez.
La
experiencia histórica nos muestra que en Argentina, ello motivó situaciones
explosivas y muchas veces ingobernables desde 1930, cuando comenzaron los
golpes de Estado y los argentinos transitamos el peligroso camino que nos llevó
a alejarnos de la democracia.
El
Ejército quedó como el único capacitado para actuar a pedido de la sociedad y
de los políticos, quienes se vieron superados por los conflictos que ellos
mismos provocaron.
DEFINICIONES
Octubre
es un mes de definiciones: que no caigan las expectativas.
Sí
creemos que después del 27 no hay otro camino que la dictadura, la haremos posible,
nadie aunque nos tienta, puede predecir el futuro por lo cual podemos
contribuir a no generar esa situación.
Hay
que estar dispuesto, siempre, a no provocarla y a luchar contra ella apenas los
hechos la insinúan.
Cualquier
partido que consiga democráticamente llegar al poder, pero que conspire para
abolir la democracia, ya sea por medios democráticos o de otro modo, debe
ser combatido.
La
abolición de la democracia nos llevaría a una acción arbitraria y a la violencia.
No
tenemos que tolerar ni siquiera la amenaza de la intolerancia.
Muchos
argentinos pretendemos de un político, que sea más consciente de lo que ignora,
porque sobre él recae la responsabilidad más pesada.
Esta
responsabilidad lo debería conducir a una comprensión de sus limitaciones y, de
este modo, a la modestia intelectual la cual, por estos lares, aparece poco. Quien gane las elecciones necesitará del
sacrificio de todos, no es mucho pedir que las ideas que llevarán a las
acciones destinadas a salir de esta crisis política, económica y de confianza
sean, en lo posible, las mejores.
*
Miembro de Número de la Academia Argentina de la Historia. Miembro del
Instituto de Economía de la Academia de Ciencias. Morales y Políticas
Premio
a la Libertad 2013 (Fundación Atlas) Autora de "El Crepúsculo
Argentino" (Ed Lumiere, 2006).
No hay comentarios:
Publicar un comentario