"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 10 de febrero de 2020

La silla y el hormiguero

Las palabras han perdido brillo y peso.
No significan lo mismo para todos los argentinos las palabras “alma” o “historia” o “futuro”.
Por: Osvaldo Bazán

Si un país es un alma en común, una historia compartida y un futuro deseado, el panorama para Argentina es desalentador:
No existen ninguna de las tres cosas.
No tenemos hoy un alma en común porque no vibramos con el mismo espíritu, tenemos un vidrio que determina el color de todo lo que miramos.
No tenemos una historia compartida porque de tanto contar mentira sobre mentira, de tanto creer que es verdad eso de que “si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia, la verdadera historia” terminamos armando cuentos según la necesidad y el gusto.
No tenemos un futuro deseado porque gran parte de la población lo que quiere es que desaparezca mágicamente la otra parte.

Ni alma, ni historia ni futuro.
¿Estamos tan cerca de ya no ser un país?
Las palabras han perdido brillo y peso. No significan lo mismo para todos los argentinos las palabras “alma” o “historia” o “futuro”.
Lo que antes permitía ponernos de acuerdo hoy aparece borroneado, inmerso en una neblina de intereses que no ingenuamente alteran su significado original.
Y ahí está uno de los orígenes del problema.

Estamos en un momento de la historia en que los argentinos no hablamos de lo mismo cuando decimos lo mismo.
Porque si cuando alguien dice “silla” no todos imaginamos una “silla” -patas de algún material sosteniendo un plano, para ser básicos- terminamos sentados arriba de un hormiguero diciendo “¡qué incómoda esta silla!”.
Lo que pasa en realidad es que estás sentado en un hormiguero y un hormiguero nunca será una silla.

Si decir “la patria es el otro” permite hacer una purga ideológica como se está llevando a cabo ahora mismo en gran cantidad de organismos del Estado, es que las palabras no tienen ningún peso.
El problema se complica aún más cuando las palabras describen hechos.

Un “preso político” es alguien que ha perdido su libertad por sostener sus ideas, sin posibilidad de una defensa justa.
Nada de eso ocurre en la Argentina.
Si todavía estamos dando vuelta sobre Milagro Sala, con tres condenas firmes y varios procesos en curso y se habla de “presos políticos” para nombrar a políticos presos, no sólo se están pervirtiendo las palabras.
Se están ignorando los hechos.
Y si los hechos se ignoran no hay espacio para el alma, la historia o el futuro.
No hay espacio para el país. Argentina, fuiste.

Milagro Sala tiene tres condenas firmes y varios procesos en curso.
El Presidente Fernández le dice a la canciller alemana Angela Merkel que “Alemania es un país que Argentina mira de cerca”.
Esas son las palabras.
Los hechos son que el gobierno argentino impulsa a ministros, gremialistas, organizaciones sociales, ¡jubilados! a ir con una libretita a controlar a los supermercados a ver si lo que cuestan las cuatro cervezas incluidas en el programa es el que el gobierno pactó con las empresas en el intento mil quichientos de controlar los precios.
Intento que todo argentino con algunos años sabe cómo termina.
No se me ocurre nada menos cercano a la política económica de la Alemania de Merkel que un abuelo con una libretita controlando en el chino el precio de los anillos de coco Tía Maruca.
Es probable que cuando Fernández dijo “silla” estuviera pensando en “hormiguero”. Pero ¿cómo saberlo?

Merkel no presupuso una cosa ni en la otra y se limitó a preguntar divertida:
“¿Qué es el peronismo? ¿Es de izquierda o de derechas?” seguramente intrigada por el movimiento político que en el 2015 se ufanaba de que Argentina tenía menos pobres que su país.

Alguna gente que usa pañuelos color naranja pidiendo la separación de la iglesia del estado festejan que el Papa –entre otras cosas, presidente de una potencia extranjera- “interceda” por la política económica argentina, olvidando las palabras que la propia grey católica le imputa a Jesucristo:
“Al César lo que es de César, a Dios lo que es de Dios”.
Parece que otra vez, se confunde silla con hormiguero y todos contentos.

Si efectivamente el gran problema del país era el hambre urgente, el que no espera, ¿cómo es que a dos meses de instalado el comité del hambre la “tarjeta alimentaria” se entregó a menos del 20 por ciento de los beneficiarios especialmente en zonas donde el flagelo no demuestra su apremio?
¿Y la urgencia?
¿Silla u hormiguero? S
¿No será que el hambre era un problema en zonas puntuales y localizables del país, el chaco salteño por ejemplo donde desde siempre gobernó el peronismo?
Siete niños muertos por desnutrición, 26 internados por malnutrición en lo que va del año.
Su principal problema hoy sigue siendo la falta de agua, una cuestión que la democracia aún no le resolvió a esta parte del país.
Si todos los esfuerzos se hubiesen puesto en ese punto donde el hambre es real, quizás esos niños no hubieran muerto.

La idea del hambre, que las estadísticas alteradas de la Universidad Católica adscripta al Papa Francisco y el complaciente acompañamiento mediático ayudaron a instalar, sirvió para imponer la idea de tierra arrasada.
Con ese chantaje sensible el gobierno consiguió súper poderes.
Podría estar en su menú de opciones, como ya ocurrió, “tocar” los números de las estadísticas oficiales y eclesiásticas para dentro de dos años, antes de las elecciones de medio término, mostrarse como los paladines que terminaron con el hambre en el país.

¿Demasiada suspicacia?
¿De verdad?
¿Ustedes vivieron acá estos años?
Ver la foto de sonrisa de publicidad de dentífrico del ministro de desarrollo social Daniel Arroyo y de la ¡Presidenta de Aguas y Saneamientos Argentinos! (¿cuál será la correlación?) Malena Galmarini repartiendo alegremente “tarjetas alimenticias” a ciudadanos bien alimentados de Tigre sonó más a fidelización partidaria pagada con dineros del Estado que a la solución de un problema acuciante.

Mientras tanto, ¿era tierra arrasada la que le impedía al gobernador peronista de Buenos Aires pagar la segunda cuota de un crédito pedido por el anterior gobernador peronista de la provincia, en tiempos en que el actual gobernador peronista era ministro de economía nacional peronista y no le ayudó a pagar las paritarias con los maestros, que para eso se pidió el crédito?
¿O era lo de jugar al póker con el destino del país y sus millones de habitantes, como si el porvenir y la fortuna de los argentinos se tratase de una mano de azar? ¿Cómo compaginar la imagen de los paladines de “la mesa del hambre” en las redes sociales tirados al sol en Punta del Este con la foto de los cajoncitos mortuorios de los nenes wichís?

En cada tema aparece la silla convertida en hormiguero.
Imposible ponernos de acuerdo.

Donde el gobierno dice “solidaridad” millones de jubilados dicen “me siento estafado, trabajé toda la vida, aporté y ahora, cuando más lo necesito, no recibo nada”.
Donde el gobierno dice “encender la perilla de la economía”, los trabajadores en negro del país, casi el 40% vieron que no recibieron ningún incremento y se conoce la baja de venta de autos, motos, cemento.
Donde el gobierno dice “en Venezuela las instituciones están funcionando, no hay dictadura”, el informe Bachelet de Naciones Unidas pone en blanco sobre negro que Maduro mató más gente que Pinochet (obviamente, esto no es un elogio a Pinochet).
Como el gobierno no cree que Venezuela sea una dictadura, le saca las credenciales a la embajadora Elisa Trotta, dejando desprotegidos a decenas de miles de venezolanos que llegaron a la Argentina buscando reciprocidad por aquellos años en que su país le dio asilo a tantos argentinos escapados de la dictadura. Según parece los por lo menos 5 millones de venezolanos que huyeron, incluso a pie, de su país lo hicieron porque las instituciones están funcionando.
Menudo hormiguero elegido como silla.

Donde la ciudadanía ve consternada la brutalidad desatada en un boliche de Villa Gesell, sin ningún tipo de contención por parte de la policía o los servicios esenciales de la municipalidad, su intendente contesta que “la solución es cerrar todos los boliches”.
¿Cómo se vive sentado en un hormiguero creyendo que es una silla?

Cada afirmación del presidente puede ser contrastada con una anterior, donde decía exactamente lo contrario.
La ministra de Justicia dice exactamente lo contrario que el jefe de Gabinete.
El ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires dice exactamente lo contrario que la ministra de Seguridad de la Nación.
Todos los analistas políticos del país hablan con naturalidad de “la interna” entre presidente y vice.
Se acepta así.
Mientras la vice que se fue a Cuba para acompañar a su hija enferma se toma un tiempo para presentar allá su libro auto laudatorio.
Es de esperar que haya llevado de Argentina jabón y shampoo porque la ministra del Comercio Interior de la isla, Betsy Díaz Velázquez, ya anunció que no habrá productos de higiene hasta abril.
Durante la semana, con el presidente de gira y la vicepresidenta preparando su presentación literaria, la mayoría de los argentinos desconocía rostro, nombre y currículum de quien estaba a cargo de la presidencia.
¿Cómo se vive con este desequilibrio?
¿Es a propósito que nos están confundiendo sillas con hormigueros?

Quizás lo que haga falta en estos momentos sea volver a decirle silla a la silla, hormiguero al hormiguero.
Solidaridad a la solidaridad y devaluación a la devaluación.
Persecución ideológica a lo que está ocurriendo en las reparticiones estatales.
Dictadura al gobierno de Maduro en Venezuela.
Oportunismo a la mesa del hambre.
Políticos presos a De Vido, Sala, Boudou.
Desidia o coima a la falta de controles en los locales nocturnos.
Fascismo a las cuadrillas controladoras de precio.

El país sólo podrá ser un país con alma, historia y futuro cuando esas palabras recuperen su sentido original, cuando nadie nos haga sentar en hormigueros haciéndonos creer que son sillas.
O cuando nos demos cuenta…

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