El editorial de Pablo Rossi en Radio Mitre Córdoba se centra en la incertidumbre que reina sobre la gestión económica y política del gobierno de Alberto Fernández.
Algunas definiciones de Alberto Fernández durante su gira europea marcan el claro esfuerzo del presidente por equilibrar una balanza absolutamente desequilibrada en los primeros días de mandato cuando el perfil de su gobierno se parecía mucho en política exterior a un kirchnerismo clásico reconquistando las banderas internacionales de la última parte de la administración cristinista.
Es decir, el eje bolivariano.
Venezuela, Ecuador e Irán estaban en el tablero de ajedrez de un juego que terminó mal.
Terminamos aislados del mundo, sin confianza y con un cepo.
Esa fue la herencia que recibió Mauricio Macri.
Macri se abrió al mundo esperando inversiones que no llegaron.
Fue aplaudido por hacer que la Argentina se reencuentre con el mundo.
El resto de la historia es conocido porque pasó hace muy poco.
El mal diagnóstico, la subestimación, el no enfrentar los problemas estructurales y la guerra de guerrillas que el peronismo le hizo desde el primer minuto.
Hablamos del justicialismo satelital que subsiste en los sindicatos y los movimientos sociales y que se ocupó de minar permanentemente al anterior gobierno.
Tampoco hubo voluntad política de Cambiemos para un gran acuerdo nacional.
La fórmula de cerrazón duranbarbista llevó a Macri a creer que el camino elegido era el correcto.
En materia económica, las variables se agravaron.
La inflación se duplicó y el esfuerzo fiscal quedó en la nada.
Pasado todo esto, ahora llega la etapa de Alberto Fernández.
¿Su gobierno dual será lo mismo que el kirchnerismo?
El mundo temía y teme la reinstauración de un populismo autoritario que levante nuevamente las banderas del ‘vamos por todo’.
Los ejemplos se multiplican con los nombramientos en el Estado como en la Justicia y en la AFIP, con Carlos Zannini y Ricardo Echegaray a la cabeza.
Del otro lado, aparece la cara lavada de un presidente que saca a relucir la carta de Gustavo Béliz.
Se muestra ante el mundo con voluntad asociativa e intentando decirles, de manera muy sutil, que no es ni Macri ni Cristina Kirchner.
Hasta ahora no se sabe qué es ni qué marcará el perfil de Fernández como gobernante.
Solo hay indicios y por momentos muy contradictorios entre sí.
Un supuesto respeto republicano que luego muta en el ‘vamos por todo’ de los laderos cristinistas.
Eso incluye un maniqueísmo económico bastante particular.
Cartas que no se muestran, un plan que está pero no se da a conocer, todas las apuestas a la deuda y un ministro de Economía que supuestamente tiene su especialidad en materia de deuda.
No hay tal como una jugada de poker en la negociación con los bonistas.
No hay un diálogo ni una mesa sino un hipotético programa económico que el Gobierno no da a conocer.
Economistas aseguran que los acreedores temen que se trate de un plan unilateral al estilo 2004 pero con los problemas de 2020.
De ser así, sería trágico para la Argentina.
Implicaría ingresar en un virtual default con un problema de la deuda que asfixiaría cualquier plan económico que tenga Alberto Fernández.
¿Lo tiene en serio?
Él dice que sí.
No solamente los lobos de Wall Street tienen que conocer el plan sino los comerciantes y los ciudadanos argentinos que pagan impuestos.
Fernández puede tener buenas intenciones, pero de buen intencionados están llenos los cementerios económicos y políticos de la Argentina.
Ojalá no repitamos la historia...
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