Leonardo
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LA
NACION
Al
menos ocho cuerpos baleados fueron encontrados en los últimos meses en una zona
de acopio y venta de drogas.
Los
enfrentamientos entre grupos de narcotraficantes en Rosario tienen una
particular teatralización: son ejecuciones públicas, visibles para que los
vecinos hagan correr los nombres del patrón de la zona, sea el clan dominante
Los Monos, Funes o Alvarado.
En la
profundidad del conurbano bonaerense, en cambio, los disparos no se oyen.
No
hay testigos, pero sí cadáveres.
Los
cuerpos baleados exponen silenciosas peleas territoriales en varios distritos.
Una de esas
guerras narco se desarrolla fuera del foco público en La Matanza.
En
la costa del río aparecen las señales de los crímenes.
Al
menos ocho muertes son investigadas en los últimos seis meses como venganzas
entre organizaciones de acopio y venta de drogas.
Ese territorio
en la localidad de Virrey del Pino es dominado por el Carancho.
La
policía conoce así a José Rodrigo Ruiz Díaz Cabaña, que está en prisión desde
el mes pasado.
A
su alias criminal los investigadores agregaron otro mote: el Zar de la Costa.
En
las cercanías del río Matanza se gana un espacio a fuerza de balas.
A
fines del año pasado, la policía bonaerense detuvo a Ruiz Díaz Cabaña, alias el
Carancho, en Virrey del Pino.
Esa
zona atravesada por el río Matanza es difícil de penetrar, según detallaron
investigadores judiciales, porque el área de monte en pleno conurbano da
ventajas a aquellos que usan la tupida vegetación para ocultarse.
En ese lugar, la
trama narco envuelve ajustes de cuentas, homicidios y una lucha territorial
entre varias bandas que mantiene preocupadas a las autoridades judiciales.
"Ahí
tienen más poder de fuego que en cualquier comisaría", señaló un
investigador que está tras la pista de los ajustes de cuentas en esa zona.
Según
pudo reconstruir La NACION de fuentes judiciales, en los últimos meses se
registraron al menos ocho asesinatos relacionados con venganzas.
El
río es escenario de las ejecuciones.
La
nómina mortal podría extenderse.
"Yo
tengo al menos dos muertos por mes en esa zona", relató un fiscal de La
Matanza que evitó dar precisiones sobre los casos.
Pocos
días después de la detención del Carancho apareció un cuerpo descuartizado, sin
sus extremidades, envuelto en una frazada y flotando sobre el agua marrón a la
altura de la localidad de Laferrère.
El
hallazgo sorprendió a los investigadores porque nunca habían encontrado un
cadáver ultrajado a ese nivel.
Los detectives
judiciales señalaron que ese homicidio estaba relacionado a un ajuste de
cuentas entre bandas vinculadas al narcomenudeo.
Las
fuentes consultadas indicaron que ese no fue el único cuerpo hallado a la vera
del río Matanza, sino más bien que es una "modalidad que utilizan las
bandas, asesinan y lanzan los cuerpos al caudal de agua".
El
pasado miércoles apareció otro cuerpo en un arroyo de Virrey del Pino.
El
nombre del joven de 22 años no figura aún en la lista de crímenes porque resta
conocerse el resultado de la autopsia.
El
río Matanza atraviesa tres localidades de ese partido en la zona Oeste del
conurbano: Laferrère, Virrey del Pino y
González Catán.
Además,
es un límite natural entre los partidos de La Matanza y Ezeiza.
Según
la investigación judicial a cargo de la fiscal María Julia Panzoni, la gente
que trabajaba para el Carancho se metía dentro del monte, armaba carpas y
vendía drogas a intermediarios.
Su
vía de escape era por demás particular, habían
instalado una tirolesa para cruzar el río hacia el margen de Ezeiza.
A
partir de facilidades que entrega la zona, se agrandó el negocio de acopio de
drogas para narcomenudeo y empezaron las disputas territoriales.
Una
de las víctimas de esa guerra de baja intensidad fue Alexis Maximiliano
Zacarías, de 29 años.
Ejecutado
con un tiro en la cabeza.
"La
modalidad es siempre la misma…
No
tienen muchas vueltas.
Si
alguien que no es del grupo intenta vender en esa zona o sospechan que pueden
ser traicionados, resuelven el conflicto con un tiro en la cabeza",
comentó uno de los investigadores que analizaron estas redes narco.
Y
agregó: "A los soldaditos, que son
el escalafón más bajo dentro de una organización, no bien ingresan a la banda
les dan una 9mm.
Los de arriba
manejan todo tipo de calibres, tienen más poder de fuego que cualquier
comisaría de La Matanza".
El
Carancho Cabaña fue imputado por el homicidio de Zacarías.
Los
casos mortales tienen grandes similitudes en las mecánicas de ejecuciones.
El
24 de julio de 2019, por ejemplo, la policía bonaerense tras un llamado al 911
en González Catán halló un cuerpo envuelto en un colchón a la vera del río.
Fue
identificado como Emilio Guchea, de 19 años.
Algo
parecido sucedió pocos días después cuando los agentes encontraron el cuerpo de
otro joven, Nahuel Ramírez.
También
enrollado en sábanas y a la vera de un arroyo en Laferrère.
Otro
caso idéntico fue el homicidio de Luis Rojas, de 25 años, registrado el 25 de
octubre pasado.
"Tu
marido está en el fondo del 38 tirado, lo mataron", así le
comunicaron a la esposa de Rojas que habían asesinado a su pareja.
El
cuerpo estaba envuelto en frazadas y con un tiro en la cabeza.
Aún
no hay detenidos por el caso.
Unos
días antes del homicidio de Rojas, en una serie de allanamientos dentro de una
investigación a cargo de la UFI temática narcotráfico de La Matanza, había sido
atrapado Rodríguez Romero alias Pochito, un narco que también
operaba a lo largo del río.
En
otra investigación sobre esa banda iniciada por el fiscal federal Santiago
Marquevich y que conectó la causa con la seguida por la UFI, se secuestró gran
cantidad drogas y armas.
Sustancias
con simbolismo neonazi, ya que fueron incautados más de 50.000 troqueles de LSD
marcados con cruces esvásticas.
A
la vera del río Matanza también había bolsas con éxtasis.
Esas drogas
sintéticas son consumidas en zonas de alto poder adquisitivo, en discos y
fiestas electrónicas, lugares muy alejados a la marginalidad que serpentea
junto al río Matanza.
Más
allá de ese acopio, para los investigadores el negocio local genera allí
fuertes ganancias a los narcos.
La logística
está aceitada.
Según
explicaron, alrededor de las 18 los
soldaditos avisan con disparos al aire que la venta está abierta.
Luego,
hay círculos de control que los compradores tienen que ir atravesando hasta
llegar a los precarios búnkeres a la vera del río.
Y
los problemas de competencia se resuelven de una sola manera:
Con una pistola
en la mano...
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