Por
Diego Guelar
Argentina,
en diferentes momentos de su historia, fue desarrollando políticas de
vinculación y/o desvinculación con sus vecinos.
Desde
1985, cuando los presidentes Alfonsin y Sarney firmaron la “Declaración de
Iguazú”, se fue encadenando una política de Estado que fue desmontando las
hipótesis de guerra con Brasil (el último conflicto, en 1973, por la
construcción de la represa de Itaipú).
En
1991 fundamos el Mercosur y en 1995 inauguramos la unión aduanera (muy
imperfecta) con Brasil, Uruguay y Paraguay, y una asociación estratégica con
Chile y Bolivia que puso a la integración regional en el foco de nuestras
prioridades en materia de política exterior.
Nos
costó mucho entender que, más allá de la importancia de EEUU, la Unión Europea,
Rusia o China, la relación con nuestro vecindario no era más una cuestión
externa, sino que era el eje de nuestra
propia identidad nacional.
Un
serio “error” de Brasil, amparado en una supuesta “afinidad ideológica
regional”, llevó a la incorporación
de Venezuela al Mercosur en 2012.
De
allí en adelante comenzamos a retroceder.
Lo
que había sido en 2011 el pico de nuestro intercambio comercial intrarregional
-USD 58.000 millones- empezó a decaer.
No
perfeccionamos el arancel externo común ni los controles únicos en frontera;
no
concretamos la ciudadanía común ni el lanzamiento de una confluencia financiera
para marchar hacia una moneda común, cuyo prerrequisito es una disciplina
fiscal que establezca parámetros comunes al gasto público, los déficits
máximos, el nivel de emisión y la compatibilidad de los regímenes impositivos.
No pudimos, siquiera, organizar una agencia sanitaria regional
para combatir las plagas que afectan a nuestra agricultura y ganadería.
En
el 2017, suspendimos la membresía de Venezuela, pero igual no avanzamos en las
reformas que permitieran consolidar el esquema integrador.
En 2019 nuestro
intercambio regional fue 25% inferior al de 2011 y Argentina volvió a los
paradigmas ideológicos vigentes entre 2003 y 2015.
Por
el contrario, el péndulo ideológico de nuestros vecinos giró para el otro lado.
Si
bien la “retorica integradora” se mantuvo en su lugar, las fricciones entre
Argentina y sus socios estallaron negativamente.
La
nueva administración argentina se diferenció ideológicamente y se suspendió
toda coordinación económica y política.
Argentina
expresó unilateralmente su oposición al Acuerdo alcanzado con la Unión Europea
y la comunicación con los otros miembros del Mercosur se suspendió totalmente.
Bajo
la presidencia pro tempore de Paraguay, se produjo el 24/4 la reunión del
Mercosur (a nivel de secretarios de Comercio de las Cancillerías) en la cual
Argentina “abandona en forma abrupta
toda participación en las negociaciones de libre comercio en curso encaradas
por el Mercosur”.
¿Qué
significa esta decisión?
La
salida de Argentina de la asociación regional y la autorización expresa a sus
socios para continuar dichas negociaciones “usando la marca Mercosur”
comunicándoles “la necesidad de revisar el vínculo jurídico que nos une”.
En
palabras del secretario de Negociaciones Comerciales brasileño -embajador Pedro
Miguel Costa e Silva- “es como cuando un vagón se desengancha de
la formación: la locomotora y los otros vagones siguen su camino”.
Esta decisión,
así ejecutada, es francamente ilegal.
Requeriría
una sanción parlamentaria con mayorías especiales (según nuestra Constitución).
Más
allá de los aspectos legales y diplomáticos, es una decisión más grave que la
tomada en materia de deuda externa (porque esta fue tomada por imposibilidad de
pago y con expreso apoyo de toda la oposición) y la salida del Mercosur viola un mandato de política de Estado
consagrado expresamente por la misma Constitución.
Si
bien “siempre que llovió, paro”, esta tormenta perfecta (Covid19, default,
pobreza, recesión, inflación, desintegración regional) será muy difícil de
superar, y para lograrlo se requerirá de una unidad nacional muy bien concebida
y ejecutada.
Juntos en el
Mercosur somos 295 millones de personas, un territorio de 15 millones de Kmts
cuadrados y la quinta economía del mundo.
¿Alguien
puede dudar de que este es nuestro lugar en el mundo?
El
autor fue embajador argentino en EEUU, UE, Brasil y China
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