Sergio
Suppo
LA
NACION
Hablan
de ellos y nosotros, y un aire de ajenidad habita esos gestos y palabras.
Cuentan como
triunfos las nuevas posiciones de poder obtenidas y celebran sin mucho disimulo
los fracasos de los funcionarios de Alberto Fernández .
El
kirchnerismo amenaza con abrir una nueva grieta política.
En
forma prematura, esa brecha ya divide al oficialismo.
Parece una
acción delirante en medio de la dramática pandemia, pero es esa oportunidad
inesperada para el Presidente la que está acelerando los tiempos de una pelea
interna.
Ya
se sabe que los enfrentamientos en el peronismo terminan siendo una colisión en
todo el sistema de poder.
Las
formas muestran, una vez más, su importancia en la política.
El
Presidente debe gran parte de su inesperado esplendor en la opinión pública al
manejo sosegado de sus actos y sus palabras.
Si
Alberto busca acentuar el contraste con la línea política del gobierno de
Mauricio Macri, nunca quedó más claro que ahora que su estilo es muy diferente al de
Cristina Kirchner .
Fernández
reivindica dos cosas cada vez que habla:
Sus
dotes de profesor y los "años felices" de Néstor Kirchner .
Lo
primero quiere decir que prefiere explicar y hacerse entender; lo segundo eclipsa los tormentosos años de
Cristina.
Fueron
esos los tiempos en los que la entonces presidenta se rodeó de incondicionales,
muchos de los cuales siguen viendo en Alberto a un traidor que se cambió de
bando.
La
Cámpora es la expresión más visible de esa fuerza, pero el latido de la
reacción siempre responderá a los deseos de la vicepresidenta.
Cristina
tiene, por lo tanto, la oportunidad de mantener el esquema que construyó o
apurar su destrucción.
Fue
ella la que en una jugada exitosa aceptó bajarse del pedestal para facilitar la
reunificación del peronismo que la devolvió al poder.
Las
escasas irrupciones de la vicepresidenta, en
sus viscerales registros de siempre, contrastaron con la moderación de
Fernández y lo beneficiaron.
Es
lo que ocurría en otros tiempos con opositores como Macri, por ejemplo.
Alberto
está todavía lejos de alejarse de su mentora, pero son sus maneras las que lo
apartan y convierten en aceptables medidas tan drásticas como encerrar al país
durante dos meses.
Consultar
a los expertos, rodearse de dirigentes opositores y darles lugar dieron
contexto a la imposición de la cuarentena.
¿Hubiese
sido el peronismo tan dócil si en medio de esta catástrofe el presidente
hubiese sido Macri?
Y
si Cristina hubiese gobernado, ¿cómo habría reaccionado la clase media?
Después
del coronavirus, Alberto tropezará con un país diezmado por la paralización de
la economía y estos niveles de popularidad correrán un riesgo cierto de
desaparecer.
De
hecho, el hartazgo por el largo aislamiento y sus funestas consecuencias ya
comenzaron a restarle el respaldo que alcanzó.
Tal
vez el Presidente descubra al final de esta etapa que los ataques de sus
principales accionistas terminan favoreciéndolo.
Quién
sabe, es posible que Cristina no solo
haya creado una vacuna contra el macrismo, sino contra sí misma...
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