Por
Jesús Santamaría
El
título de este artículo puede sorprender en un momento en que todavía las
cifras de muertes diarias son tan elevadas, pero es cierto que existen motivos
para ser optimistas respecto a la evolución de la covid-19 en los próximos
meses.
Y
hablo de motivos científicos.
Recordemos
que para contagiarse hay que entrar en contacto con el virus, por ejemplo
tocando fluidos que contienen carga viral o fómites (es decir, objetos y
superficies contaminadas con el virus), o bien inhalando aerosoles (gotas finas
en suspensión) provenientes de personas infectadas.
Cuando
estornudamos, tosemos o hablamos, gotitas de diferentes tamaños salen con el
aire exhalado.
Los
famosos dos metros de separación reducen mucho la posibilidad de que nos
alcancen gotas ‘grandes’ (de decenas o cientos de micras) emitidas por personas
contagiadas ya que caen rápidamente al suelo, pero sí pueden llegar hasta
nosotros gotas más pequeñas, que quedan suspendidas en el aire durante largo
tiempo (una gota de 5 micras tardaría unos 20 minutos en caer al suelo en aire
en calma, pero es fácil que, antes de que eso ocurra, una corriente ascendente
la vuelva a dispersar).
No
podemos ver esos aerosoles pero están presentes y representan un medio de
infección difícil de eliminar.
Mis motivos para
el optimismo son de dos tipos.
El
primero se refiere a la actitud de la población:
A
estas alturas la gravedad del problema ya ha calado entre el público en
general.
Más
allá de las imágenes de algunos incumplidores con que nos bombardean
asiduamente en los telediarios, la mayor parte de la gente se cuida y hace lo
posible por evitar contagios.
El
contacto físico con alguien con quien no se conviva resulta hoy impensable.
Y
ayer, a las 8 de la tarde, pude constatar que la mayoría llevaba mascarilla por
la calle, a pesar de no ser obligatoria.
En
recintos cerrados como supermercados, el porcentaje es aún mayor.
Esto
es una buena noticia porque el uso de mascarillas resulta eficaz para prevenir
contagios.
Aunque
no todo el mundo pueda utilizar mascarillas de mayor protección (las famosas
FFP2 y FFP3), existe una abrumadora evidencia experimental de que incluso las
simples ‘mascarillas higiénicas’ reducen fuertemente las posibilidades de
propagación del virus.
Esto
es así porque una mascarilla bien colocada es capaz de retener la mayoría de
las gotas expulsadas en la exhalación.
Es
decir, una mascarilla higiénica puede no protegernos de aerosoles presentes en
el ambiente (tampoco lo hacen al 100% las FFP2 o FFP3, sobre todo cuando no van
perfectamente ajustadas, como veo a menudo en personas con quien me cruzo en la
calle), pero si la mayoría de la
población las lleva estaremos todos mucho más protegidos, porque la
cantidad de micro gotas en el aire será mucho menor.
El
segundo tipo de razones no tiene que ver con nuestra actitud, sino con la
climatología, que se mueve para nosotros en la buena dirección.
No,
las temperaturas veraniegas no van a ser, ni de lejos, suficientes para
inactivar el virus (un estudio reciente muestra supervivencia de una fracción
de SARS-CoV-2 incluso tras un tratamiento a 60 grados durante una hora).
Sin
embargo, acercarnos al verano tiene al menos dos efectos beneficiosos.
El
primero afecta a los aerosoles.
Subir
la temperatura ambiente de 10 a 32 grados centígrados cuadruplica la presión de
vapor del agua.
Eso quiere decir
que las gotitas en suspensión se van a evaporar casi cuatro veces más rápido, produciendo la
desecación de micro gotas con partículas víricas, algo que muchos investigadores
creen que afecta a su estructura, contribuyendo a su pérdida de actividad.
El
segundo tiene que ver con el aumento de la intensidad de la radiación solar,
que para nuestra latitud en verano llega a ser unas 10 veces mayor que en
invierno.
De
esa radiación, entre un 3 y un 5% es luz ultravioleta, con suficiente energía
para degradar estructuras del virus cuando está expuesto en el aire o en
superficies (un estudio habla de un 50% de inactivación en dos minutos bajo
radiación solar intensa, aunque otros citan tiempos bastante mayores).
Bienvenido
sea el verano.
Por
esas razones estoy –moderadamente- optimista y dispuesto a no quejarme del
calor este año.
Pero
recuerden: mascarilla y lavado de manos frecuente.
Los
contagios no sólo siguen siendo posibles, sino que serán mucho más fáciles
durante la desescalada
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