Elias
Domingo Galati
Hay
circunstancias en la vida de los pueblos que llevan a adoptar actitudes
sociales imprevistas que se generalizan en un sector o en toda la sociedad.
Pueden
pasar inadvertidas, pueden ser circunstancias importantes o nimias, o
consideradas de otra forma a las que luego se disparan.
Una
condición o un talento especial, alguna contingencia que cause alegría o
tristeza, ponerse en un lugar por circunstancias fortuitas, tomar el legado de
otro, son hechos que impactan y estimulan el sentimiento de gran parte de la
sociedad.
La
adhesión de un grupo importante, crea una mística urbana, una forma de
veneración casi sagrada, y de ahí a la idolatría hay un paso muy corto.
Después
la adhesión es inquebrantable y ya no importa lo que suceda.
El
venerado puede adoptar comportamientos non sanctos, hasta ilegales, desconocer
principios, virtudes, libertades, traicionar, renegar de su propia sangre o
aprovecharse de los demás para su beneficio o su fortuna personal, pero nada de
eso importa.
La
veneración sigue intacta y todo pareciera que se perdona.
Pero
en realidad ni siquiera se le perdona, porque todo lo que haga está bien, es lo
que cree la grey que lo venera, y también es lo que cree el personaje que
encarna la mística.
En
la comparación, con otros personajes de su misma condición o talento, pero que
no tienen su mística, aún que sean iguales o mejores, que sean leales,
honestos, de buena vida, siempre sobresale aquel que tiene la mística.
No
se trata que sea mejor o peor, que su comportamiento sea bueno, malo o inocuo, se
trata de ser quien encarna el sentir de la gente.
Todos
los de su grey desearían ser como él,
tener sus condiciones, su adhesión y poder hacer lo que quisieran, bueno o malo,
sin ser cuestionados, es más siendo aceptados, porque no se pueden equivocar,
porque son infalibles.
¿Cuál es el
disparador social, que provoca esta multitudinaria adhesión?
Habría
que calar muy hondo, en las tradiciones, en la historia del pueblo, en las
condiciones de vida y en la respuesta de los líderes a dichas condiciones, y
sobre todo en el apego o el desapego entre quienes ejercen liderazgo y quienes
son dirigidos.
En
la convicción que si bien es necesario el respeto a la libertad, y a las diferencias
individuales, también es necesario el respeto a la dignidad de la
vida, y que la libertad sin
dignidad, en sí, no es libertad plena y verdadera, sino
una ilusión.
Habría
que ver cuáles son las carencias, las necesidades no satisfechas de la gente, individuales
y comunes, en los grupos que adhieren, sin ninguna condición, y entregando todo
lo que son, a dichos ídolos.
Porque
la condición humana, es una, todos los miembros de la raza humana, en todos los
tiempos, tenemos la misma condición…
Lo
que cambia, lo que nos modifica, son nuestras circunstancias, el entorno en que
hemos vivido, nuestro hábitat, nuestra impronta, nuestra educación, pero sobre
todo nuestras carencias, nuestras tristezas y nuestras angustias.
Es
una cuestión de ida y vuelta; para que la veneración de la comunidad
se dirija a los líderes honestos, leales, bondadosos, la comunidad debe ser
íntegra, debe estar formada por hombres que vivan bien, que no tengan
necesidades, que hayan sido educados, y a los que se les permita el crecimiento
personal, y un buen rol social en su grupo.
Una
cosa esta atada a la otra, y es posible que mientras no se solucionen las
dificultades y las angustias populares, su idolatría estará dirigida a quienes
portan parecida condición, pero en otra situación social.
Basta con que
sientan, que se los ha entendido.
Sólo
que se les diga que se los entiende, aunque los hechos y los comportamientos
vayan en otra dirección.
Esa
manifestación de comprensión los ha catecatizado.
Mientras
sigan siendo ofrecidos como solución a sus problemas y a sus carencias, tendrán
su adhesión.
¿Cuál
es la solución?
Sólo
una buena educación y una férrea voluntad, de equilibrio social y de lograr que
todos y cada uno de los miembros de la sociedad tengan una vida digna.
Podremos
alguna vez lograrlo.
Será
una utopía.
O
llegar a él será el signo del fin de los tiempos...
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