Humor
político
Alejandro
Borensztein
Vuelve
a sus ejes de siempre: medios, justicia y nuevo rol internacional
"Cristina
y yo somos lo mismo".
Lo
dijo el presidente en octubre de 2019.
Antes
que nada, actualicemos los datos del Campeonato Nacional de Pelotudos.
Lamentablemente
aún no clasificó el gobernador de La Pampa Sergio Ziliotto pese a que le puso
garra diciendo que “a la Argentina que trabaja le sobran porteños”.
Si
en las próximas fechas rescata un punto de visitante, puede clasificar.
Tampoco aseguró
su clasificación el Ministro de Salud bonaerense Daniel Gollán aunque la viene
pidiendo a gritos.
Hace
unos días declaró que “la Ciudad de Buenos Aires irradia virus”, luego publicó
un mapa con la Capital en rojo y ahora avisó que “si levantamos la cuarentena vamos a apilar cadáveres”.
Un
funcionario de la ostia.
Vamos
campeón.
Un
frase más y adentro mi alma.
El que si
clasificó es Miguel Pesce, presidente del Banco Central.
El
tipo venía peleando su grupo con Alejandro Vanoli (Ex ANSES) por aquella
genialidad que ambos organizaron cuando mandaron a millones de jubilados a
amontonarse en los bancos para cobrar y contagiarse.
Como
a Vanoli lo invitaron a retirarse del gobierno de científicos, Pesce quedó puntero en su grupo.
Le
alcanzaba un triunfo de local y esta semana se le dio.
El
Banco Central entregó la lista de “los
amigos de Macri que compraron millones de dólares para fugarlos”, tal como
denunció Tío Alberto durante la campaña.
Pero resulta que
la lista que entregó no estaba encabezada por los amigos del Gato sino por los
de Cristina, empezando por los Eskenazi, dueños del Banco de Santa Cruz,
adquirentes del 25% de YPF y admiradores de Néstor a quien le estarán
eternamente agradecidos.
“¡Que
suerte para la desgracia!” diría Pepe Biondi.
No dio para
chapa de favorito del torneo porque a último minuto se avivó de borrar a Cristina,
que en 2016 fugó al menos 4.660.000 dólares.
Eso
le encontraron en las dos cajas de seguridad, llenas hasta el tope, según se
pudo ver en las fotos que se difundieron.
Ella
declaró que se dolarizó por miedo a las políticas de Macri.
Pregunta:
¿eso
fue todo lo que fugó?
Respuesta
segura: eso es todo lo que entra en
dos cajas.
Actualizados
los datos del torneo, vayamos a lo importante.
La
cuarentena es una buena oportunidad para tomar distancia y meditar sobre el
presente.
Dejemos
de lado el debate sobre las tediosas conferencias tripartitas y el mandoneo de
Kicillof.
Yo
sé amigo lector que usted todavía está parado frente al televisor al grito de “¡mandoneame
ésta, Axel!”.
Pero
lo mejor es calmarse, esperar que esta pesadilla termine y entender que,
mientras tanto, están pasando cosas.
Para analizarlas
mejor, retrocedamos a 2011 cuando Cristina, con 55.000 palos verdes en el Banco
Central producto del yuyo ese, obtuvo su reelección con el 54%.
Lo
importante de aquel resultado fue la distancia al segundo, Hermes Binner que
obtuvo el 17%.
O
sea, le sacó 37 puntos.
Atrás
quedaron Ricardo Alfonsín con 11%, Rodríguez Saá con 8%, Duhalde con 6%,
Altamira con 2,3% y Lilita con 1,82 % de los votos.
En
otras palabras, una oposición derrotada, dispersa e inservible.
Casi
tan inservible como ahora.
Despejado
el horizonte, en febrero de 2012 Cristina anuncia “Vamos por todo”
concentrando el fuego en sus tres objetivos preferidos:
Controlar que la
justicia sea buena, controlar que los medios sean lindos y buscar el liderazgo
del eje bolivariano,
a sabiendas de que la vida de Chávez se apagaba.
Ella
nunca fue muy revolucionaria que digamos.
Pero
el hecho de que Obama, el presidente más progresista de la historia
norteamericana, no reconociera a Cristina como líder progresista, la llevó a
enfrentar al imperialismo.
No
fue ideología, fue despecho.
Aclaremos
que llamamos imperialismo a ese lugar del mundo en el que Daniel Muñoz, el
secretario de Kirchner, compró propiedades por 70 palos verdes, con la guita de
ya sabemos quién.
En
el tema medios, todo avanzaba hacia el inolvidable 7D (7 de diciembre de 2012),
fecha en que felizmente liquidaban TN, Canal 13 y Radio Mitre.
En
el tema justicia, empujaban la famosa “ley de democratización de la justicia” que
incorporaba la elección de los miembros del Consejo de la Magistratura (los que
ponen y sacan jueces) en la misma boleta de las elecciones nacionales.
Por
ejemplo, en la boleta de Insfrán en Formosa iban los candidatos a elegir jueces
en Formosa.
Clarito,
¿no?
Y
en el tema del liderazgo bolivariano necesitaban resolver el malentendido que
había con el principal socio del eje: Irán.
De
ahí el Memorándum anunciado a fines de 2012 según el cual los acusados de cometer el atentado ayudarían a investigar
a quienes cometieron el atentado.
Frente
a este combo, millones de argentinos salieron con las cacerolas, primero en
setiembre de 2012 y luego en noviembre.
Acá vale aclarar
que la gente sale con cacerolas cuando no hay oposición que la represente.
O
cuando hay pero no sirve para nada.
Anoten.
Sin
embargo, el 7D y la reforma judicial fracasaron estrepitosamente al igual que
el Memorándum que, aprobado de prepo en febrero de 2013, nunca entró en
vigencia.
Furiosa
cual Cruella De Vil cuando descubre que le birlaron los 101 dálmatas, Cristina
aceleró a toda máquina hasta que el 13 de marzo de 2013 su poder absoluto chocó
contra una pared tan gigantesca como inesperada:
El
Papa Francisco.
Por primera vez
aparecía un argentino más importante y poderoso que Ella.
Dejó
de ser la 1 y pasó a ser la 2.
Sólo
podría avanzar con su plan hasta donde el 1 se lo permitiera.
Y
como todo el mundo sabe, ningún Papa quiere líos en el patio trasero de su
casa.
De entrada, a
Francisco lo ningunearon, lo insultaron y lo trataron de cómplice de la
dictadura desde los medios del Estado y desde los medios privados
kirchneristas.
Un
esfuerzo inútil.
A
los 15 días tiraron la toalla y fueron de rodillas al Vaticano a pedir perdón
con el rosario en la mano.
Tarde.
Comenzaba
la debacle.
Meses después,
Sergio Massa liquidaría el sueño de la reforma constitucional y la reelección
indefinida.
El
resto ya es historia conocida.
En
2015, con el Banco Central en rojo, escapan de la Rosada antes de que llegue el
Gato.
En
2017 inventan una versión humilde de Cristina sin Rolex pero pierden contra
Esteban Bullrich y Gladys González.
Y
finalmente en 2019, sacan de la galera a Tío Alberto para derrotar a Macri y su
mejor equipo en 50 años.
Todo
este relato es para entender que el kirchnerismo retoma su cuento de donde lo
había dejado marcado con el señalador:
Exactamente
en aquella fumata blanca de marzo de 2013.
Hoy, con todo el
poder recuperado, volvemos a los mismos tres ejes de entonces:
Medios,
justicia y nuevo rol internacional.
Mientras
todos estamos en casa cuidándonos del Coronavirus, ellos retoman su vieja
agenda de siempre.
Si
entonces atrasaba, Imaginate ahora.
Muchos
suponen que Tío Alberto es otra cosa.
Otros
recuerdan su frase del 18 de octubre de 2019: “Cristina y yo somos lo mismo”.
Ambos
sectores pueden tener razón, después de todo se sabe que la palabra de
Tío Alberto vale más o menos lo mismo que la moneda argentina.
Para
más pruebas están las grabaciones de sus grandes éxitos 2008/2018.
El
Tío Alberto de los miércoles, el mejor de todos, se reunió con los empresarios
para explicarles que “ellos no volvieron al poder para hacer locuras”.
En
principio los convenció y muchos suspendieron el plan de abandonar el país en
setiembre.
Se
van en octubre.
En
el tema medios y justicia la vieja maquinaria ya está en marcha.
En
el tema internacional, el rol que cumplía el Memorándum hoy lo cumpliría el
default: liderar una causa global
antisistema.
Como
si la causa global antisistema le fuera a dar pelota a la Reina Hotelera.
Pero
bueno, Ella debe creer que sí.
El
default es una decisión política.
Si
la Argentina lo evita significaría que Tío Alberto tiene autonomía.
Si no lo evita ya sabemos quién manda.
Mientras
tanto, más vale guardarse y cuidarse.
Y
estar atentos a lo que hacen con la República.
No
sea cosa que el trofeo del Pelotudo del Año lo terminemos ganando los hinchas
de Occidente…
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