"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

viernes, 10 de julio de 2020

EL LUGAR


Estar en un lugar.
Por lo general estás en tu casa, el lugar donde vives.
Hoy en día, en medio de la pandemia, ese lugar, aun siendo tu casa, es obligatorio, el único, no puedes elegir ni cambiar.
Está impuesto por las circunstancias y la ley.
Pero además de tu lugar, aún el de tiempos normales, hay otro…
Estás en un lugar que no es el tuyo.
No es tu casa, pero temporalmente es donde vives.
Estás porque lo has querido, has deseado y planificado estar allí.
No es la primera vez, ya has estado antes, y has elegido volver, no sólo por los recuerdos que te trae, sino principalmente por cómo te sientes en ese lugar.
Lo eliges por la felicidad y el placer que produce en tu espíritu estar ahí.
Por la interacción que hay entre el lugar y tú, y la paz y armonía interior que te produce.

No es tu lugar en el mundo, no es dónde vives, pero es el lugar donde mejor te sientes.
Hay una simbiosis, un ida y vuelta, entre ese sitio y tú.
Quizás por lo que significa, pero sobre todo por lo que proyecta a tu alma.
Es el reflejo de tu sentir en el paisaje que observas, y es la imagen del lugar que se proyecta en tus sentimientos, en tu interior.
Es posiblemente la mejor manera de conocerte, saber quién eres, que hombre eres en realidad.

¿Cuál es el lugar que cala hondo en tu sentir, que te motiva, que te proyecta?
Todo hombre tiene sentimientos, es sensible.
Pero ¿Cuál es la sensibilidad de cada uno? ¿cuál es la medida de esa sensibilidad?
Además somos conscientes  de aquello que nos sensibiliza, o es automático, respondemos mecánicamente.
Es posible que el lugar elegido, sea conocido, pero también puede ser un sueño, un lugar ideal al que no hemos arribado todavía, pero que deseamos ir, o una construcción utópica que satisfaga nuestros deseos y sea placentera a nuestros sentimientos y nos dé momentos de felicidad.
Aún sólo pensando en él, o deseando estar en él.
Porque de eso se trata, de conseguir la felicidad, de ser felices.

El hombre elegirá el lugar donde se sienta feliz, donde crea poder expresar todo lo que es, su potencial, sus ideales, su vida.
Algunos elegirán un lugar calmo, bucólico, rodeado de verdes plantaciones donde susurra el viento y trinan las aves.
Otros optarán por el murmullo de la multitud, los ruidos urbanos, el placer de las conversaciones prolongadas y la visión de lo que pasa rápidamente y en continua mutación.
También habrá quien elija el silencio, lo imperturbable, como detenido en el tiempo; más que la realidad una instantánea de la realidad.
Pero todos tratarán de llegar al lugar que los colme, que sea proyección de sus sentimientos y apetencias, elegido por sí mismo, porque va acorde con quien es.

Una de las terribles consecuencias de esta cuarentena, es que no estamos cómodos, no nos sentimos felices donde estamos, aunque sea nuestro lugar en el mundo, porque no tenemos opción.
Sin entrar en discusión la necesidad o no de ello.
Es que para la felicidad del hombre hay un componente indispensable y esencial que es la libertad.
Vida y libertad van de la mano, por lo menos si entendemos vida con dignidad.
El hombre es capaz de cualquier cosa, de cualquier locura, por la libertad, por conseguir su libertad.
Está en la naturaleza y en la condición de todo ser humano.

Dos cuestiones nos plantean el lugar, como nuestro locus, el reflejo de nuestro ser.
La primera es cuál es nuestro lugar, que condiciones expresan en un sitio, lo que somos, y por eso lo elegimos.
La segunda, hasta donde somos capaces de ejercer y proyectar nuestra libertad en pos de llegar a ese ideal que es la expresión de lo que somos, lo que sentimos, nuestra condición humana.

MI LUGAR

Soy un lugar sereno y apacible
donde  puedo pensar y meditar
soy la naturaleza previsible
el viento que ha de susurrar

soy la luz que permite sea visible
la tierra fértil, el canto coloquial
la  serena noche, lo accesible
la oración que permite conjugar

la Divinidad, el hermano y es posible
el encuentro que puede señalar
la bondad, captada, entendible

por la voz de quien ha de predicar,
abriendo los oídos, que sea audible
el amor que se derrama en el lugar
  
Elias D. Galati

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