El
fenómeno de la pandemia ha generado una cuarentena en la cual la gente se
encuentra aislada en su casa y restringida su libertad ambulatoria como
consecuencia de una disposición legal.
En la realidad de los hechos, dicho encierro no
sólo restringe la libertad del individuo, sino que va más allá y restringe sus
libertades y principios constitucionales
y republicanos y aún más restringe las instituciones republicanas.
Pero
sobre todo restringe a la persona, al cuerpo de cada uno.
El
Habeas Corpus es una garantía constitucional dada a los habitantes para
proteger sus derechos.
Cuando
sus derechos con conculcados, dicha garantía permite que un Juez lo libere o
que lo vuelvan a poner en posesión de lo que le han quitado.
Es la última
instancia del ser.
El
término proviene de una locución latina que significa “tendrás o poseerás tu cuerpo”.
Es
el íntimo derecho, personalísimo, mi cuerpo es mío y sólo mío.
Su perdida es un
extremo jurídico; fruto de toda impiedad, del autoritarismo, de la corrupción y
del aplastamiento de las Instituciones.
El
peligro de su pérdida está siempre latente, porque las sociedades republicanas
y democráticas no pudieron resolver del todo la diferencia entre la autoridad y
los gobernados.
No
hay equidad de fuerza ni jurídica entre el aparato del Estado y las
herramientas del particular, ya decía Lutero que era peligroso tener
razón cuando el gobierno está equivocado.
En
última instancia el proceso democrático y el bien de la República dependen de
la honorabilidad de los que gobiernan y del buen tino de los que eligen el
gobierno.
El
marco indispensable es la libertad, derecho inalienable de todos los hombres,
en especial la libertad de elegir.
Por
eso en los regímenes de partido único, la libertad de elegir está restringida y
hasta perdida.
El
ciudadano no tiene opción, la elección no existe, está puesta.
Otra
condición es la dependencia.
Cuando
el particular necesita total y excluyentemente del Estado para subsistir, no tiene opción.
Porque
la opción sería el ejercicio de su libertad a costa de su condición natural de
hombre, de quien debe nutrirse, vestirse, cuidar de sus hijos y trabajar.
Pero si todas
esas condiciones están en manos del
Estado, que las cede cada vez que deben conseguirlas, su libertad cae y
desaparece.
En
este juego perverso del gato y el ratón, aparece otro componente, que es la
República y sus instituciones.
El
poder tiende a cooptar las instituciones y ya dijimos que el control es la
honorabilidad de los que gobiernan y la
buena elección del pueblo.
Pero
si la elección del pueblo está condicionada, sólo nos queda la honorabilidad de
los que gobiernan.
Dilema
de hierro que nos lleva al fracaso, porque ¿cómo será la honorabilidad de la autoridad,
que somete al pueblo a condiciones de perder su libertad para subsistir?
En
situaciones de emergencia el Estado considera la necesidad de restringir
ciertas libertades individuales, las que están previstas en normas jurídicas.
Él
tiene la facultad de aplicación.
¿Son
necesarias?
La
necesidad y justificación serán juzgadas históricamente.
Es
la tensión, la pulsión en términos psicológicos entre el individuo y la
comunidad.
A
veces hay otra serie de presiones que tienen que ver con la consideración de la
personalidad.
Los
que hemos visto la Capilla Sixtina nos hemos emocionado con la belleza de la
creación artística.
Pero
Miguel Ángel era escultor y no quería pintar; su ambición era esculpir la tumba
del papa Julio II cuando éste muriera, pero el Papa le dijo que sólo iba a
consentir que hiciera su mausoleo si pintaba la Capilla Sixtina.
Hay
una apostilla más en esta situación, Miguel
Ángel pintó el Juicio Final con las figuras desnudas, a su muerte el Papa
Pio V le pidió a Daniele da Volterra que tapara los genitales de las figuras.
Nadie
recuerda hoy su nombre, sólo su mote Il Braghettone.
Cuantas
veces en la familia, en la escuela, presionamos a nuestros hijos, a los alumnos
para que cumplan lo que le pedimos, premiándolos si lo hacen.
¿Es necesaria la
restricción de la libertad?
La
libertad no es absoluta y en situaciones de emergencia debe consentirse su
restricción.
Pero
debe mantenerse el equilibrio.
Decía
Platón es bueno y ético lo que está equilibrado.
En
última instancia estas situaciones van a depender de la honorabilidad del
hombre…
La
restricción será justa si es impuesta desde la verdad, la bondad, la equidad y
la justicia.
Elias
D. Galati
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