Por
Pablo Dócimo
¿Quo
vadis, Alberto?
Desde
hace casi medio año Argentina se está debatiendo en torno a tres problemas
fundamentales para el ciudadano común:
La crisis
sanitaria causada por la pandemia, la brutal caída de la economía y la violenta
ola de delincuencia.
Mientras
tanto, el gobierno nacional mira para otro lado.
No
solo no hacen absolutamente nada para encontrar soluciones a estos gravísimos
problemas, sino que se dedican a tratar temas que solo a ellos les interesan.
Llevamos
la cuarentena más larga y ridícula del planeta.
El
pequeño gran problema es que esta cuarentena, muy mal ejecutada, parece no
haber servido de mucho, solo para arruinar la economía que ya de por sí venía
en franca caída, más precisamente desde el día posterior al que este mismo
gobierno ganó las PASO en 2019 vaticinando, tal vez, lo que vendría.
Ninguna de las
medidas que prometía el señor que ocupa el "sillón de Rivadavia" y
hace las veces de Presidente se cumplieron.
No
se subieron los sueldos, no bajó la inflación, aumentaron las tarifas de
servicios, el peso se sigue devaluando y la promesa de aumentar las
jubilaciones se convirtió en otro robo a los jubilados.
Mientras
el señor que ocupa el cargo de presidente sigue haciendo declaraciones dignas
de Nicolás Maduro, la verdadera presidenta, sigue haciendo de las suyas en el
Congreso, pero no solo en el Senado.
Todos vimos la
vergonzosa actitud que tuvo Sergio Massa en estos días sin computar la
presencia de los
diputados que estaban en el recinto tratando de sesionar.
Un
clarísimo ejemplo dictatorial que caracteriza al kirchnerismo.
Es más que claro
que el gobierno no tiene todavía un rumbo definido, y que solo
tienen como objetivo tratar de reformar la justicia para su propio beneficio.
Mientras
tanto, Alberto sigue hablando y hablando, sin poder argumentar las frases
hechas y sin sentido que dice.
Un
claro ejemplo de ello fue su lamentable alocución en la fábrica automotriz
Peugeot donde, dicho sea de paso, no
tuvo mejor idea que ponerse a hablar de Henry Ford frente a los directivos de
la fábrica que lo había invitado por el lanzamiento de un nuevo modelo.
Lo
más contradictorio fue cuando dijo: "de una vez y para siempre hagamos una
economía fuerte".
Ahora
bien... sería buenísimo que por favor nos explique como pretende generar una
economía fuerte subiendo impuestos, sin reducir el déficit fiscal, sin bajar el
enorme gasto público, poniendo todo tipo de trabas a las exportaciones y con
leyes laborales que hacen que quienes deben invertir para fortalecer la
economía huyan despavoridos, pero especialmente con un sindicalismo mafioso y
extorsionador que perjudica hasta a sus propios afiliados, rehenes de la
oligarquía sindicalista más corrupta del mundo.
Y
Alberto, en su triste papel de títere de Cristina, solo trata de justificar el
mamarracho de la reforma judicial, pero no tiene la menor idea de que rumbo
tomar. Y aparece en programas de
televisión diciendo que su carta astral dice que él está destinado a construir
sobre las cenizas, y declara sin ponerse colorado que no sabe absolutamente
nada sobre la muerte de Solange Musse.
Un
párrafo aparte merece la inseguridad por la que estamos atravesando.
Algo
que debería ser prioridad número uno para cualquier gobierno medianamente
normal, pero no...
Como
el kirchnerismo no es cualquier gobierno medianamente normal, en lugar de
solucionar el problema, como siempre, defienden a los delincuentes, con el
agravante de que ahora también hacen oídos sordos a las tomas de tierras y
usurpaciones.
Pero
claro... el títere que hace de presidente,
al mejor estilo zafaroniano, tiene otra visión de los delincuentes.
Este
último viernes, cuando encabezó el lanzamiento de un plan de seguridad para el
conurbano bonaerense -que seguramente no servirá para absolutamente nada si los
jueces no dejan de liberar delincuentes- en su discurso expresó:
“Los
delitos ocurren no en las sociedades más ricas, sino que los delitos ocurren en
las sociedades más desiguales. Cuando muchas veces el que delinque lo hace
porque no encuentra un futuro o una alternativa mejor que el delito”.
Y
yo me pregunto, realmente, ¿puede un presidente decir semejante estupidez?
¿No
sabe Alberto que la inmensa mayoría de los pobres no son delincuentes y que
precisamente la inmensa mayoría de los delincuentes no son pobres? Un claro
ejemplo de ello son ellos mismos.
Alberto
debería mirar a su alrededor y darse cuenta de que su ejemplo es estúpido, y
ver que él mismo está rodeado de delincuentes que no son nada pobres...
especialmente su jefa.
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