Y “SINCERAMENTE” HIZO AÑICOS EL FRENTE DE TODOS Y LO AUTO CONDENÓ AL FRACASO EN NOVIEMBRE
Por: Rubén Lasagno
Ella
lo eligió, ella lo puso como candidato, ella le ordenó el entorno, ella le
dictó la política a seguir, ella lo controló, ella le puso los funcionarios y
ella lo dirigió
¿Qué
parte de todo lo que hizo este invento llamado Frente de Todos con Alberto
Fernández a la cabeza, no es responsabilidad de Cristina Fernández?.
La carta que
generó la vicepresidente es un soliloquio histérico de una persona con
trastornos graves, no solo para leer la realidad, sino para reconocer que es
responsable de todo lo que está pasando;
si quiere
agregarlo al presidente pastorcito
mentiroso e inútil, pero ella es la cultora-ideadora-impulsora y constructora
de este gobierno y tan responsable de su funcionamiento como el propio
presidente títere que ella eligió; nosotros siempre dijimos que así fue y
finalmente CFK lo terminó reconociendo en su dislocada nota que dinamitó al
gobierno nacional y partió el poder en dos.
El remanente de todo esto es una fractura insalvable del propio frente, pero de un lado está el Frente para la Victoria el cual queda herido de muerte electoralmente y del otro lado, se diluye un pseudo frente multipropósito que nunca estuvo unido sino amontonado, como aquella “gesta” de la Alianza que terminó cuando Chacho Álvarez pateó el tablero y nos sumió en el caos institucional y social en el fatídico 2001.
Lo dijimos tantas veces, a partir de conocer la búsqueda inclaudicable de un mascarón de proa que le ayudara al kirchnerismo acceder al poder, que este remiendo político no iba a prosperar por la propia naturaleza de su cultora, Cristina Fernández y del ADN destituyente que tiene ese partido creado a imagen y semejanza de Néstor el gran demoledor de su “propia obra”, toda vez que subió y bajó gobernadores, intendentes y cuanto candidato elegido por el voto popular hubiera, al cual, a la hora de decidir el destino de su enemigo interno, no le importó y siguió adelante con la maléfica obra de derrocarlo.
Cuando se conoció la mágica fórmula que inventó Cristina, dijimos sin dudarlo que era la fábula del sapo y el escorpión.
El
sapo era Alberto y Cristina el escorpión. Finalmente el lunes posterior al
domingo negro para el gobierno, a dos años de gestión, léase en medio del río,
el escorpión dio rienda suelta a su naturaleza y picó al sapo hiriéndolo de
muerte, aún a costa de saber que al hundirse el sapo, el escorpión perece
irremediablemente.
Y si, el hoy destruido Frente de Todos colapsó en si mismo, pero el daño estructural que le abrió un rumbo en la línea de flotación, por el fuego amigo, arrastra al partido que lo inventó: el Frente Para la Victoria y pone a macerar a un grupo minúsculo (no más del 25% de los votos generales) que solo no puede ganar pero tampoco sabe con quién va a enfrentar las próximas elecciones (noviembre 2021 y generales 2023) porque ya no puede ni podrá engañar a nadie en su buena fe, debido a que esta guerra interna desatada por ellos, mata al enemigo interno, pero suicida al proyecto K.
A Cristina nadie le cree.
Pasó
el tiempo donde su palabra tenía un mínimo de crédito.
Es
una mentirosa patológica, una mujer sin conciencia cívica, una irremediable
candidata al ridículo, una mala actriz, una pésima oradora y una nefasta y
perdedora política.
Y
como si todo esto fuera poco, se le agregan los defectos de la soberbia, la
megalomanía y el espíritu auto destructivo, que por capricho y desidia propia,
genera más inestabilidad en un país ciertamente inestable e impropio.
Los argentinos creemos que no es nuestra pelea y surge la sentenciosas palabras “Que se maten”; y si bien es cierto que es una pelea interna propio del rejunte político impuesto por la esquizofrenia de algunos de sus actores-armadores, no es menos importantes las consecuencias que este desastre partidario trae a todo el país que ya a la deriva, ahora entra en una profunda crisis institucional, anómica y de vacío de poder.
La carta de Cristina Fernández no la vamos a replicar acá, pero de su lectura se rescata la intención de esta mujer por desligarse de toda responsabilidad en la crisis, cuando es la primera responsable. Intenta mitigar su culpabilidad explicando este juego en tercera persona y culpando a su títere de sus propios pecados originales y su pírrica acción canibalista y destructiva, la condena a transitar los próximos 24 meses de gobierno, como una opositora ad hominem de su propio incubus.
Alberto Fernández en las últimas horas decidió bajarse de un viaje al exterior, por razones obvias:
Si
se va a Sevilla, cree que perderá su silla, con lo cual, bajo esos términos el
presidente argentino será un rehén de su propio partido en el poder y un
ausente con aviso de cualquier presencia en el exterior, por miedo a la sombra
maligna que lo acecha en la Rosada. Una cosa de locos.
Pero todo no se agota allí.
La
carta de CFK es el faro que todos sus militantes, irreverentes a la autoridad y
tan destructivos como ella, salen por todos lados a decir barbaridades que no
hacen más que confirmar nuestras primeras apreciaciones, sobre la patológica
furia por detentar y retener el poder a cómo de lugar y a cualquier costo. Solo
que en esta instancia, sepulta las aspiraciones más urgentes, que en poco menos
de un mes y medio se resolverán en las urnas.
El descaro total de la vicepresidente, es cuando descarga las culpas en supuesta “operaciones de los medios” cuando todo es hecho por mano propia; algo realmente risible y paradójico, teniendo en cuenta que los medios hegemónicos que lidera, son los artífices de las operaciones de prensa más berretas y descaradas.
El audio de Vallejos no fue una indiscreción de alguien “caliente”, ni una circunstancia fortuita o un “error” de alguien que viralizó el mensaje, fue una orden expresa de CFK para decir las barbaridades que ella no puede decir en ese tono, sin caer más bajo que el mismo piso. Nada dirán los alienados del poder, sin la anuencia de su jefa.
Mientras tanto, la parodia de las renuncias de los soldados k, insume metros en la prensa, como si cambiar las caras y las figuritas fuera a representar un cambio para el país. Si no existe voluntad, decisión y capacidad operativa y política para girar 180º el “modelo” político que aplica el gobierno desde el 2019, todo se ciñe a una medida gatopardista, sin incidencia real y concreta en el rumbo desbocado que lleva la Argentina hacia ninguna parte.
Para terminar, fíjese el lector que de esta payasada propuesta por Cristina Fernández, dejando solo a su títere y mandándole a renunciar a los que no terminan de renunciar, ni siquiera se le pasa por la cabeza quitar del gobierno de Alberto a Carlos Zanini, de quien toda la Argentina espera su salida como jefe y manipulador de la justicia.
“A ese no se lo toca”, ha sido la orden de CFK. Obvio, Zanini es la llave para destrabar sus causas, amenazar a jueces y manipular, en el tiempo que le queda de acá al 2023, los resortes del poder que le aseguren impunidad. De allí que en la carta CFK dice “YO no haré como Cobos”, haciendo alusión a su ex vicepresidente que dio el portazo con la 125. Claro, ella necesita quedarse en el poder y le hará la vida imposible a su dirigido.
Mala noticia para la vicepresidente multiprocesada: el votante no compra más sus berrinches y su malos cambios de humor actorales. Su partido, el Frente para la Victoria, está condenado al fracaso en noviembre y en el 2023.
En noviembre va a quedara solo, cuando ya nadie quiera adherir a los perdedores, ni siquiera el peronismo residual. Y en el 2023, de no mediar un milagro en esta bendita argentina de las sorpresas, los votantes arrasarán con sus deseos de poder y ella misma, habrá sido quien le fijó la fecha de nacimiento, crecimiento y muerte política, a un espacio que nunca como en este momento, demuestra lo que es y para qué fue concebido, pero sin duda, para gobernar un país, no.
Agencia OPI Santa Cruz
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