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Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 7 de septiembre de 2021

La incomprensible UCR

Carlos Mira  

No sé muy bien qué se proponen Facundo Manes y la UCR, pero es muy posible que estén a punto de arruinar todo.

Como sabemos, Manes va como candidato dentro de la primaria de “Juntos” en la provincia de Buenos Aires compitiendo con Diego Santilli.

Manes cuenta con el apoyo de la UCR y Santilli con el del Pro y de la CC.

En una interna está claro que hay una competencia por ganar, pero se supone (y más en un sistema como el de “Juntos” en donde la lista definitiva se integra por el sistema D’hont) que los competidores deben guardar cierta diplomacia para con su adversario porque luego van a integrar la misma lista frente al oponente real.

Manes, desde que comenzó la campaña, ha disparado dardos contra Horacio Rodríguez Larreta -alguien que no participa directamente de la contienda y que ejerce sus funciones en otra jurisdicción- que no se entienden muy bien dentro de una lógica que se supone tiene como primer objetivo derrotar al kirchnerismo en noviembre.

Ha dicho que la campaña de Santilli se financiaba con los impuestos de los porteños; que el Pro encabeza una campaña de desprestigio en su contra y, en una última intervención, que bordea la ruptura, “que ellos ya tuvieron la oportunidad de gobernar”.

 ¿A quién se refería Manes?

¿Al Kirchnerismo?

¿O al Pro?

La verdad es que la imagen que la UCR está permitiendo que permee a la sociedad dista mucho de ser inteligente a los fines electorales de noviembre.

Manes y la UCR de la provincia de Buenos Aires, no deberían olvidar que el vicegobernador de Vidal y varios de sus ministros y funcionarios eran radicales durante su gobernación en la provincia.

El mismo Macri tuvo varios ministros de ese origen (incluido el de Salud, que hoy es candidato por una lista en la primaria de la Capital) y hoy en día apoya a Mario Negri en Córdoba.

De modo que no se entiende muy bien lo que quiere hacer la UCR y en particular su candidato en Buenos Aires.

Está claro que de la coalición opositora, la UCR, es el partido más grande y también el que parece tener más complejos irresueltos a la hora de asumir un frente unido y sólido frente al gobierno.

No sé muy bien de dónde les viene semejante intríngulis a los radicales: si es solo una cuestión de celos políticos, si es una diferente cosmovisión fundamentalmente económica de la Argentina o si, en este caso, es algo personal de Manes.

Si es una cuestión política, ellos se han jactado durante mucho tiempo de rendirse ante la decisión interna de sus afiliados en una elección primaria, de modo que deberían moderarse un poco, tener paciencia y ver qué dicen los resultados del domingo.

Distinto sería el punto si las diferencias se debieran a una concepción económica diferente para la Argentina.

En ese caso, más pronto que tarde deberían tomar una definición final sobre si están por un estatismo básico de la economía (que ellos suelen moderar con el respeto a las libertades políticas) o si, por el contrario, apoyan la liberación de las regulaciones y de la asfixia legislativa sobre los individuos.

Aquí sí estamos sobre un vértice muy importante que la UCR debería resolver de una vez por todas de cara al país.

Ese verso de ser el partido del respeto a la democracia ya no sirve:

Está súper demostrado que, en última instancia, no puede haber dirigismo económico sin afectar las libertades civiles que los radicales dicen respetar. 

La libertad es única e indivisible: respetar los derechos civiles implica admitir la supremacía del ciudadano sobre el Estado en todas las actividades de la vida.

Nada de “aquí no, pero allá sí”.

Ese es un híbrido del que los argentinos ya deberían tener suficientes pruebas sobre su inutilidad y fracaso.

Es más, particularmente en el caso radical, la histórica imputación de inoperancia que se le hace a ese partido (si bien siempre se reconoció, en principio, su honestidad y su respeto democrático) puede tener que ver, claramente, con ese conflicto irresuelto que los traba a la hora de desarrollar una economía pujante y desarrollada.

Después de todo, su cisma de los ’60, se debió a eso: lo que se llamó el “desarrollismo” de Frondizi estaba llamado a saldar la deuda económica del radicalismo.

El radicalismo debe también tomar una decisión respecto del lugar que quiere ocupar cuando se habla de riqueza y hasta de opulencia.

Si bien ha habido mensajes algo más claros en ese sentido en los últimos tiempos -incluso de su presidente Alfredo Cornejo- todavía hay viejos carcamanes que titubean cuando se toca ese tema.

A esta altura me parece que se debe ser firme en la defensa de un sistema democrático moderno, occidental, integrado al mundo y multiplicador de la innovación y la riqueza.

Seguir mostrándose como el partido de la defensa democrática pero al mismo tiempo andar con temores cuando se piden definiciones claras en materia económica e internacional no le hace nada bien a la coalición opositora.

Yo puedo entender los celos y la competencia política.

Pero poner en riesgo, frente a la sociedad que observa, la única fuerza que puede detener la destrucción de la República es no entender la responsabilidad de la hora.

Hay muchos argentinos que no quieren oír hablar de los radicales y que sin embargo están dispuestos a votar a Juntos por Cambio sólo para detener al kirchnerismo.

Hay muchos que están dejando de votar a Milei o a Espert para apoyar una coalición sólo por la oportunidad que tiene de ganar.

Dinamitar esa posibilidad desde adentro no solo es irresponsable: es idiota.

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