Carlos Mira
No sé muy bien qué se proponen Facundo Manes y la UCR, pero es muy posible que estén a punto de arruinar todo.
Como
sabemos, Manes va como candidato dentro de la primaria de “Juntos” en la
provincia de Buenos Aires compitiendo con Diego Santilli.
Manes
cuenta con el apoyo de la UCR y Santilli con el del Pro y de la CC.
En
una interna está claro que hay una competencia por ganar, pero se supone (y más
en un sistema como el de “Juntos” en donde la lista definitiva se integra por
el sistema D’hont) que los competidores deben guardar cierta diplomacia para
con su adversario porque luego van a integrar la misma lista frente al oponente
real.
Manes,
desde que comenzó la campaña, ha disparado dardos contra Horacio Rodríguez
Larreta -alguien que no participa directamente de la contienda y que ejerce sus
funciones en otra jurisdicción- que no se entienden muy bien dentro de una
lógica que se supone tiene como primer objetivo derrotar al kirchnerismo en
noviembre.
Ha dicho que la campaña de Santilli se financiaba con los impuestos de los porteños; que el Pro encabeza una campaña de desprestigio en su contra y, en una última intervención, que bordea la ruptura, “que ellos ya tuvieron la oportunidad de gobernar”.
¿Al
Kirchnerismo?
¿O
al Pro?
La
verdad es que la imagen que la UCR está permitiendo que permee a la sociedad
dista mucho de ser inteligente a los fines electorales de noviembre.
Manes y la UCR
de la provincia de Buenos Aires, no deberían olvidar que el vicegobernador de
Vidal y varios de sus ministros y funcionarios eran radicales durante su
gobernación en la provincia.
El
mismo Macri tuvo varios ministros de ese origen (incluido el de Salud, que hoy
es candidato por una lista en la primaria de la Capital) y hoy en día apoya a
Mario Negri en Córdoba.
De
modo que no se entiende muy bien lo que quiere hacer la UCR y en particular su
candidato en Buenos Aires.
Está claro que
de la coalición opositora, la UCR, es el partido más grande y también el que
parece tener más complejos irresueltos a la hora de asumir un frente unido y
sólido frente al gobierno.
No
sé muy bien de dónde les viene semejante intríngulis a los radicales: si es
solo una cuestión de celos políticos, si es una diferente cosmovisión
fundamentalmente económica de la Argentina o si, en este caso, es algo personal
de Manes.
Si es una cuestión política, ellos se han jactado durante mucho tiempo de rendirse ante la decisión interna de sus afiliados en una elección primaria, de modo que deberían moderarse un poco, tener paciencia y ver qué dicen los resultados del domingo.
Distinto
sería el punto si las diferencias se debieran a una concepción económica
diferente para la Argentina.
En
ese caso, más pronto que tarde deberían tomar una definición final sobre si
están por un estatismo básico de la economía (que ellos suelen moderar con el
respeto a las libertades políticas) o si, por el contrario, apoyan la
liberación de las regulaciones y de la asfixia legislativa sobre los
individuos.
Aquí sí estamos sobre un vértice muy importante que la UCR debería resolver de una vez por todas de cara al país.
Ese
verso de ser el partido del respeto a la democracia ya no sirve:
Está
súper demostrado que, en última instancia, no puede haber dirigismo económico
sin afectar las libertades civiles que los radicales dicen respetar.
La
libertad es única e indivisible: respetar
los derechos civiles implica admitir la supremacía del ciudadano sobre el
Estado en todas las actividades de la vida.
Nada
de “aquí no, pero allá sí”.
Ese
es un híbrido del que los argentinos ya deberían tener suficientes pruebas
sobre su inutilidad y fracaso.
Es
más, particularmente en el caso radical, la histórica imputación de inoperancia
que se le hace a ese partido (si bien siempre se reconoció, en principio, su
honestidad y su respeto democrático) puede tener que ver, claramente, con ese
conflicto irresuelto que los traba a la hora de desarrollar una economía
pujante y desarrollada.
Después
de todo, su cisma de los ’60, se debió a eso: lo que se llamó el
“desarrollismo” de Frondizi estaba llamado a saldar la deuda económica del
radicalismo.
El radicalismo debe también tomar una decisión respecto del lugar que quiere ocupar cuando se habla de riqueza y hasta de opulencia.
Si
bien ha habido mensajes algo más claros en ese sentido en los últimos tiempos
-incluso de su presidente Alfredo Cornejo- todavía hay viejos carcamanes que
titubean cuando se toca ese tema.
A esta altura me
parece que se debe ser firme en la defensa de un sistema democrático moderno,
occidental, integrado al mundo y multiplicador de la innovación y la riqueza.
Seguir
mostrándose como el partido de la defensa
democrática pero al mismo tiempo andar con temores cuando se piden
definiciones claras en materia económica e internacional no le hace nada bien a
la coalición opositora.
Yo puedo entender los celos y la competencia política.
Pero poner en
riesgo, frente a la sociedad que observa, la única fuerza que puede detener la
destrucción de la República es no entender la responsabilidad de la hora.
Hay muchos argentinos que no quieren oír hablar de los radicales y que sin embargo están dispuestos a votar a Juntos por Cambio sólo para detener al kirchnerismo.
Hay
muchos que están dejando de votar a Milei o a Espert para apoyar una coalición
sólo por la oportunidad que tiene de ganar.
Dinamitar
esa posibilidad desde adentro no solo es irresponsable: es idiota.
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