Bullrich y el
desierto
Es
mucha pero no es cruel
Por
Alfredo Grande
(APe).-
La violencia es otro de los hechos malditos del país burgués.
La
bautizada inseguridad es un efecto no deseado, un daño colateral y frontal, que
la cultura represora al mismo tiempo que genera, arbitra con eficacia los
medios para negarla como efecto y postularla como causa.
Lo
dijimos pero no veo razón para no repetirlo.
Toda
afirmación con mayúscula y en singular es reaccionaria.
Violencia –
Inseguridad – Droga (generalmente asociada como “flagelo de la…”)
Y
si pensamos en forma reaccionaria, las soluciones serán tanto o más
reaccionarias, o sea represoras, que los problemas que pretende combatir.
La Familia, Los
Límites, Los Valores, La Moral…
Mayúsculas
que admiten algunas pluralidades sin que por eso se modifique su fundante
represor.
La
fórmula es: “la crueldad del sistema queda encubierta en la violencia que
genera”.
Entendemos
violencia como “las violencias”:
El
pasaje súbito y traumático de una situación a otra.
Todo
parto es violento, pero no necesariamente cruel.
Haber
camuflado crueldad en violencia es otro de los triunfos de la cultura
represora.
No
solamente vemos la brizna en el ojo ajeno y no la viga en el propio, sino que
la cultura represora señala la violencia en los y las otros y otras y no la
crueldad que siempre ejerce.
Diversidad
de modalidades de tortura y de penas de muerte.
Desde
la tortura de un tarifazo hasta el asesinato de un niño por usar agrotóxicos.
La crueldad y
sus diversidades.
Tema
para un debate transdisciplinario.
El
sambenito de violento se lo cuelgan a cualquiera que pretenda enfrentar a la
crueldad de la cultura represora.
Y la tragedia es
que la cultura represora se cultiva incluso en los colectivos que decidieron
enfrentarlo.
No solamente por
estar infiltrados por los servicios de des-inteligencia, botoneo y represión.
Los
colectivos también están infiltrados por la misma ideología de muerte que
pretenden combatir.
No
voy a dar ejemplos, no porque no los haya,
sino porque mantengo respeto y admiración por aquellos que supieron que vivir
por la patria socialista era la forma más digna de vivir.
Y
esa infiltración incluye a las alianzas, pactos, frentes, consensos, con
aquellos que son la forma elegante de los mismos enemigos que combatimos.
La
elegancia de un liberal dura hasta que se asusta.
Y
se asustan con tan poco los liberales.
Exigir
un aumento de sueldo, pretender estabilidad laboral, mantener las promesas de
una patronal canalla,
no
pagar ganancias cuando sólo hay un sueldo,
no
dejarse estafar con impuestos al consumo que nunca regresan a quienes lo pagan,
luchar para que
aire, tierra y agua sigan siendo aire, tierra y agua.
Con
tan poco los liberales se asustan.
Empiezan
con el retroprogresismo, luego el fascismo de consorcio y el jaque mate es el
Estado Represor.
Pero
no son malas épocas para el pensamiento “Crítico”
De
lo contrario no es pensamiento: Es
dogma.
O
sea: mandato de pensar.
Aunque
sea pensar en la revolución, en el modelo nacional y popular, en cualquiera de
las formas que la patria adopta según las variadas correlaciones de fuerza.
El mandato de
pensar es catequesis.
Y
alisa el cerebro y paraliza la creatividad.
Hay
que pensar con Marx, pero no desde Marx.
Con
Freud, pero no desde Freud.
Creo
importante citar a Horacio Fernández, Director del Instituto de Estudios sobre
Estado y Participación (IDEP) de la Asociación Trabajadores del Estado
(ATE-CTA)
“¿Se
está frente al fin de un ciclo progresista en la región, o solo se asiste a
tropiezos en estos procesos?
¿Las
experiencias progresistas que analizamos, pueden caracterizarse como
posneoliberales?
¿Abrazaron
propuestas que iban en línea de superar el capitalismo?
¿A
fin de evitar una restauración conservadora, es necesario cerrar filas atrás de
estas experiencias, ya que son lo posible hoy?
De
por sí estas luchas nos lleva a plantear la categoría de los posibles, en ese
aquí y ahora, pero “siempre y cuando la categoría de lo posible se inscriba en
procesos sucesivos de democratización, se someta a la multiplicidad de
criterios autónomos -estos incluyen su propia caracterización de lo posible- que
definen luchas, deseos y horizontes de sentido, en capacidad de articulación,
cooperación y organización” y no dejemos en manos de Estado o la gestión, la
definición de lo posible.”
Lo
posible es justamente el corralito del estado.
No es posible
pensar sin estado.
O
sea:
Sin
estado liberal.
No
representativo.
No
federal.
No
árbitro.
Lo posible cada
vez es menos posible.
Por
eso el progresismo no existe.
O
sea: existe la idea de progresismo.
Pero
es solo eso: una idea.
Ni
suficientemente perverso para ser fascista ni lo suficientemente valiente para
ser socialista.
Un
híbrido.
Al
que en estas mismas páginas bauticé como “retroprogresismo”.
Para
arrasar con la maquinaria ideológica del estado liberal burgués la lucha es
mucha.
Pero
no es cruel.
Porque
no planificamos el sufrimiento.
Apenas
planificamos, o inventamos, o ensayamos, algunas de las formas de la esperanza.
Pero
no esperamos. Exigimos.
No
pedimos. Luchamos.
No
creemos: observamos.
No
repetimos: pensamos.
Y
mientras escribo, me conmuevo.
Y
cuando no me conmueva más:
Dejaré
de escribir…
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