Estas "meditaciones" o garabatos también podrían llamarse "Argentina en punto muerto y los presidentes volando (no más en Aerolíneas Argentinas)." Observen el plural del sujeto.
Con una frase encontrada en un diario del país de las maravillas, donde el ejemplo nacional de éxitos presentes nos acredita para dar consejos a eso que por razones absurdas se llama "Primer mundo", empezamos un periplo de paradojas.
La frase en cuestión, digna de Perogrullo, encierra una gran sabiduría que nos invita a la reflexión.
Y aquí va la célebre frase: "Estamos como estamos porque somos como somos."
La oración apareció, creo, en un diario argentino, pero no registré la fuente. Perdón le pido al agudo creador y dueño, que me dio el pie para mi lamento, no más borincano. No resido por el momento en Puerto Rico.
La afirmación, que juega con el ser y el estar, sugiere dos preguntas: una, sobre la identidad y otra, sobre la situación actual. Ambas, difíciles de responder desde los afectados por el momento crucial que atraviesa el país de las maravillas (según el o la gobernante de turno) donde de vez en cuando aparece una Alicia aunque lleve otro nombre más cristiano.
Porque la respuesta varía según el sujeto: yo, tú, ellos, y desde donde se emite.
Una es la versión de la Casa Rosada, otra desde las villas miserias o desde el asfalto. Los cristales de la Rosada ofrecen una visión color rosa: El mejor de los mundos posibles, "non plus ultra."
Pero volvamos a la frase providencial y meditemos sobre los problemas existenciales - o no- que sugiere.
¿Cómo estamos?
El pueblo, en general (trabaje o no), los niños, las mujeres y todos los desempleados (muchos), "bien embromados, tirando o luchando... Gracias por preguntar"
Los poderosos, los ex políticos o gobernantes, en su mundo de siempre. Tramando, quizá jugando al golf, o tirando manteca al techo y viva la Pepa (no sé si esas expresiones perduran en la cultura argentina, pero se usaban en mis tiempos de allá)
Los poderosos acumularon suficientes bienes como para vivir dos o tres vidas con comodidad y lujo.
Los políticos, empezando por la Primera Dama itinerante y su esposo, se instalaron cómodamente en el país ilusorio del nunca jamás: En el mejor de los mundos posibles, cobijados y amparados por los cortes de calles y los impedimentos que sólo afectan a los trabajadores que deben concurrir a sus trabajos.
Castigo capital para los habitantes de una ciudad como Buenos Aires, la reina del Plata.
La presidente o presidenta (elija la forma con la que se sienta feliz), producto elaborado y perfeccionado por un ejército de diseñadores, manicuristas, peinadores, etc., con glamour para cada aparición, dicta conferencias en el ancho y ajeno mundo, sobre cómo gobernar un país y la economía.
Aún para los poderosos estadounidenses (espero que en inglés porque no son bilingües) quienes como humanos deben soportar sobre sus hombros las caídas periódicas de sus bancos cada vez que se embarcan en guerras absurdas e innecesarias movidas por el deseo de poder y de petróleo.
Aunque la oposición le pidió prudencia a la reina Cristina ante la crisis financiera internacional, sus viajes revelan que no está en sus planes el privarse de recorrer el ancho y ajeno mundo, como nunca se vio antes entre los gobernantes locales que la precedieron. La austeridad en tiempos de las vacas flacas no parece ser una de sus mayores cualidades ni prioridades frente a su narcisismo.
Su exposición internacional, seguramente acompañada con un "entourage" de modistos, "valijeros" y afines, es una manera de mostrarle al mundo que Argentina… el país de la plata, es un país rico, que no se detiene en minucias. Por eso despliega una imagen faraónica.
Según los expertos, no miente sobre la realidad real, sólo la distorsiona.
"Argentina puede"
La crisis financiera se manifiesta de manera global. Argentina no es la excepción. Pero la austeridad no ha sido nunca una cualidad de los gobiernos que la han dirigido. Salta ante mis ojos la célebre frase del comienzo como un estribillo "Estamos como estamos porque somos como somos." Nos entusiasman proyectos imposibles.
Oí por ahí que el tren bala sólo se disparará en un parque de diversiones o en Disneylandia. Sabemos que los turistas traen dinero al país, pero los espantamos porque les cobramos de más. Ni hablemos de asaltarlos. Así que todos, en cierta manera, compartimos falencias con nuestros gobernantes.
- ¿Seremos incorregibles como alguna vez dijo Borges de los peronistas y que según Marcos Aguinis podría extenderse a toda la sociedad?
País de paradojas.
Se dice que nosotros "las cosas malas las hacemos bien y las buenas las hacemos mal."
No conozco al autor, quizá sea nuestro amigo común, Perogrullo, frecuentemente citado.
Aunque la presidente - cuando habla del mercado- considera que el rol del Estado es indelegable, ella - que preside el Estado- viaja continuamente delegando su rol de presidenta.
Y mientras nuestro barco se hunde, se atreve a dar consejos de economía a EE.UU. cuyos bancos también se hunden pero según la estadista nacional no poseen un plan B como los argentinos.
El nacional debe ser un secreto bien guardado en una caja fuerte porque nadie lo conoce.
En una triquiñuela en la que habla del rol del Estado y el mercado, la presidenta alude a la necesidad de mantener "la cabeza abierta" (¡así!) y se enreda con el concepto que baraja mientras le preparan las valijas para un nuevo periplo.
Será acaso una traducción literal de "open mind" - que puede traducirse literalmente como "mente o mentalidad abierta.
Pero dejando de lado el significado sexual de la expresión podemos entenderla como que todo es relativo.
Aunque esperábamos que una mujer presidente/a – fuera, quizá, más sensible al dolor ajeno- y volviera los ojos hacia los pobres (11.500.000 según informes) y los envejecientes, leemos en "Página Doce" un artículo del 09-28-08 "La vejez se queda afuera" de C. Candelaresi, que les recomiendo.
Mientras tanto resuenan en mis oídos los compases de "No llores por mí, Argentina", en momentos en que el llanto por Argentina es inevitable.
Por Lilia Dapaz Strout (PH.D.) reside en Santa Cruz – California – EE.UU.
Fuente: Crónica y Análisis Octubre 4/2008)
Con una frase encontrada en un diario del país de las maravillas, donde el ejemplo nacional de éxitos presentes nos acredita para dar consejos a eso que por razones absurdas se llama "Primer mundo", empezamos un periplo de paradojas.
La frase en cuestión, digna de Perogrullo, encierra una gran sabiduría que nos invita a la reflexión.
Y aquí va la célebre frase: "Estamos como estamos porque somos como somos."
La oración apareció, creo, en un diario argentino, pero no registré la fuente. Perdón le pido al agudo creador y dueño, que me dio el pie para mi lamento, no más borincano. No resido por el momento en Puerto Rico.
La afirmación, que juega con el ser y el estar, sugiere dos preguntas: una, sobre la identidad y otra, sobre la situación actual. Ambas, difíciles de responder desde los afectados por el momento crucial que atraviesa el país de las maravillas (según el o la gobernante de turno) donde de vez en cuando aparece una Alicia aunque lleve otro nombre más cristiano.
Porque la respuesta varía según el sujeto: yo, tú, ellos, y desde donde se emite.
Una es la versión de la Casa Rosada, otra desde las villas miserias o desde el asfalto. Los cristales de la Rosada ofrecen una visión color rosa: El mejor de los mundos posibles, "non plus ultra."
Pero volvamos a la frase providencial y meditemos sobre los problemas existenciales - o no- que sugiere.
¿Cómo estamos?
El pueblo, en general (trabaje o no), los niños, las mujeres y todos los desempleados (muchos), "bien embromados, tirando o luchando... Gracias por preguntar"
Los poderosos, los ex políticos o gobernantes, en su mundo de siempre. Tramando, quizá jugando al golf, o tirando manteca al techo y viva la Pepa (no sé si esas expresiones perduran en la cultura argentina, pero se usaban en mis tiempos de allá)
Los poderosos acumularon suficientes bienes como para vivir dos o tres vidas con comodidad y lujo.
Los políticos, empezando por la Primera Dama itinerante y su esposo, se instalaron cómodamente en el país ilusorio del nunca jamás: En el mejor de los mundos posibles, cobijados y amparados por los cortes de calles y los impedimentos que sólo afectan a los trabajadores que deben concurrir a sus trabajos.
Castigo capital para los habitantes de una ciudad como Buenos Aires, la reina del Plata.
La presidente o presidenta (elija la forma con la que se sienta feliz), producto elaborado y perfeccionado por un ejército de diseñadores, manicuristas, peinadores, etc., con glamour para cada aparición, dicta conferencias en el ancho y ajeno mundo, sobre cómo gobernar un país y la economía.
Aún para los poderosos estadounidenses (espero que en inglés porque no son bilingües) quienes como humanos deben soportar sobre sus hombros las caídas periódicas de sus bancos cada vez que se embarcan en guerras absurdas e innecesarias movidas por el deseo de poder y de petróleo.
Aunque la oposición le pidió prudencia a la reina Cristina ante la crisis financiera internacional, sus viajes revelan que no está en sus planes el privarse de recorrer el ancho y ajeno mundo, como nunca se vio antes entre los gobernantes locales que la precedieron. La austeridad en tiempos de las vacas flacas no parece ser una de sus mayores cualidades ni prioridades frente a su narcisismo.
Su exposición internacional, seguramente acompañada con un "entourage" de modistos, "valijeros" y afines, es una manera de mostrarle al mundo que Argentina… el país de la plata, es un país rico, que no se detiene en minucias. Por eso despliega una imagen faraónica.
Según los expertos, no miente sobre la realidad real, sólo la distorsiona.
"Argentina puede"
La crisis financiera se manifiesta de manera global. Argentina no es la excepción. Pero la austeridad no ha sido nunca una cualidad de los gobiernos que la han dirigido. Salta ante mis ojos la célebre frase del comienzo como un estribillo "Estamos como estamos porque somos como somos." Nos entusiasman proyectos imposibles.
Oí por ahí que el tren bala sólo se disparará en un parque de diversiones o en Disneylandia. Sabemos que los turistas traen dinero al país, pero los espantamos porque les cobramos de más. Ni hablemos de asaltarlos. Así que todos, en cierta manera, compartimos falencias con nuestros gobernantes.
- ¿Seremos incorregibles como alguna vez dijo Borges de los peronistas y que según Marcos Aguinis podría extenderse a toda la sociedad?
País de paradojas.
Se dice que nosotros "las cosas malas las hacemos bien y las buenas las hacemos mal."
No conozco al autor, quizá sea nuestro amigo común, Perogrullo, frecuentemente citado.
Aunque la presidente - cuando habla del mercado- considera que el rol del Estado es indelegable, ella - que preside el Estado- viaja continuamente delegando su rol de presidenta.
Y mientras nuestro barco se hunde, se atreve a dar consejos de economía a EE.UU. cuyos bancos también se hunden pero según la estadista nacional no poseen un plan B como los argentinos.
El nacional debe ser un secreto bien guardado en una caja fuerte porque nadie lo conoce.
En una triquiñuela en la que habla del rol del Estado y el mercado, la presidenta alude a la necesidad de mantener "la cabeza abierta" (¡así!) y se enreda con el concepto que baraja mientras le preparan las valijas para un nuevo periplo.
Será acaso una traducción literal de "open mind" - que puede traducirse literalmente como "mente o mentalidad abierta.
Pero dejando de lado el significado sexual de la expresión podemos entenderla como que todo es relativo.
Aunque esperábamos que una mujer presidente/a – fuera, quizá, más sensible al dolor ajeno- y volviera los ojos hacia los pobres (11.500.000 según informes) y los envejecientes, leemos en "Página Doce" un artículo del 09-28-08 "La vejez se queda afuera" de C. Candelaresi, que les recomiendo.
Mientras tanto resuenan en mis oídos los compases de "No llores por mí, Argentina", en momentos en que el llanto por Argentina es inevitable.
Por Lilia Dapaz Strout (PH.D.) reside en Santa Cruz – California – EE.UU.
Fuente: Crónica y Análisis Octubre 4/2008)
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