"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

jueves, 12 de febrero de 2009

La ternura...

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La última revolución habrá de ser de ternura para comprender las diferencias y hallar el camino hacia una singularidad convivida en la abundancia de la multiplicidad.

Pablo Neruda citó, hablando del poeta Mayakovski, el invento de una alianza indestructible entre la revolución y la ternura.
También Víctor Hugo sugirió que “la indignación y la ternura constituyen la misma facultad vuelta en los dos sentidos de la dolorosa esclavitud humana; y quienes son capaces de encolerizarse son también capaces de amar”.
Antes se decía que una mujer sin ternura era una monstruosidad, todavía más que un hombre sin coraje; ahora, hemos de considerar que toda persona sin coraje y sin ternura es alguien truncado.

Hay ternuras de todas clases. Todas, menos las ternuras postizas, son válidas.

Un niño describió la ternura como una luz y un calor que permanece en nuestro corazón aunque afuera esté lloviendo.
Por ello, la ternura infantil es la más entrañable, pero en la mirada de una mujer alcanza la ternura su expresión suprema.
Nunca agradecemos lo suficiente a las mujeres del mundo, por mantener algo de ternura y sensatez en nuestras infancias, en nuestros juegos y en nuestra existencia a lo largo de la historia.

La ternura es el reposo de la pasión... eso que convierte la existencia de la otra persona en nuestra segunda piel.
Por ello, cuando se expresa la ternura, se expresa en plural.
El escritor de la ternura, Jacques Salomé, cree que la ternura no es un estado permanente, sino un descubrimiento perpetuo que cada uno de nosotros podemos hacer, no a través de la fragilidad de las apariencias o la rutina de las costumbres, sino en una vivencia consciente y completa del presente.
La ternura no nace de lo imposible, sino que engendra vitalmente lo posible.

Nada es pequeño para la ternura.
Aquellos que esperan las grandes ocasiones para probar su ternura,… no saben amar.
Si sólo por el sufrimiento se alcanza la grandeza, sólo por la ternura se descubre los grandes amores.
Ternura es una palabra o un silencio convertido en ofrenda... para quien sabe escucharlo con confianza.
Saber escuchar con tolerancia es otra de las mejores manifestaciones de la ternura.
Una risa sin fronteras, un ligero roce y una caricia que hace temblar el suelo bajo nuestros pies,… son cumplidos reflejos de la ternura.

La ternura reencontrada es igual que unas gafas graduadas, destinadas a corregir nuestra prosaica visión de la vida.
Cuando la muerte, la gran reconciliadora, llega a nosotros, nunca nos arrepentimos de nuestra ternura, sino de nuestra severidad.
Nadie puede llamarse feliz hasta que haya aprendido a cultivar la alegría, la estima, la ternura y la buena voluntad hasta el punto de hallarse determinado a ser feliz todos los días, haciendo felices a los otros.

Todos buscamos ternura natural de forma desesperada.
Jacques Brel lo cantó “Somos como barcos partiendo todos juntos en la pesca de la ternura”.

Y recuerda:
"La ternura no pide nada, no espera nada, se basta a sí misma"
"Jamás hay que prestar la ternura: Hay que obsequiarla, si no, duele demasiado"

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