El culto a la Pachamama

La veneración a la Pachamama es probablemente la más antigua de las manifestaciones religiosas de la región andina de América del Sur.
Corresponde a una concepción en que la Tierra es considerada un ser vivo sagrado, fundamento de la existencia.

La palabra quichua “pachamama” no encuentra en el castellano una palabra exacta que la traduzca, ya que “pacha” simboliza la tierra, el espacio religada al tiempo.

La mentalidad andina como la aborigen en general no separa el espacio del tiempo.
De ahí que podría decirse que “pacha”, es tierra, pero también espiritualidad, existencia universal, tiempo; y “mama” sería la madre, la fuerza creadora que da vida que nace, muere y se regenera sincrónicamente en un ciclo constante y repetitivo, por lo que no sería desacertado definir “Pachamama” como la Madre Tierra de la existencia vital.

Antiguamente en los pueblos andinos y tantos otros a los que llegó su influencia cultural, luego del período de descanso de la Madre Tierra, Pachamama, antes de iniciar los primeros trabajos del suelo para la siembra del maíz, era obligación realizar ofrendas o "pagos" a la tierra, compartir con el ayllu y la Pacha-mama los alimentos.
Para ello se enterraba en el suelo la comida ritual y se la regaba con abundante chicha, para que "ella" sea más fecunda y produzca buenas cosechas.

En nuestros días si bien ya se ha perdido el fundamento que origina este culto a la tierra, y ya no se realizan las grandes ceremonias de antaño, se conservan algunas manifestaciones de esa antigua veneración en el norte de nuestro país el primero de agosto.
Son rituales dedicados a la Pacha madre Tierra y consisten en abrir un pozo donde se echa comidas y hojas de coca regándose el suelo con abundante bebidas.
Algunos incluyen el rezo de algunas oraciones.

En lo que concierne al aspecto astronómico, en la antigüedad se realizaban grandes fiestas por el inicio del nuevo ciclo agrícola del maíz, en las cuales se preparaban con gran solemnidad el Yamur tuktuy- la chicha del yamor (bebida preparada con 7 variedades de maíz), que en el caso de las ciudades de Otavalo y Cotacachi en el Perú, desde hace unos cincuenta años, aproximadamente, han sido apropiadas por las autoridades, valorizando solamente la "bebida oficial" y perdiendo el simbolismo religioso de la fiesta.