Fuente: Tribuna de Periodistas
CAPÍTULO 3
La víctima, Alberto Ferrer, fue un fotógrafo independiente valorado en su medio por las exposiciones escandalosas que lograba, en tanto que el acusado es un árabe de fortuna y de grandes influencias políticas, cuyo nombre es Ibrahim Alzar.
-¿Y qué vinculaba o vincula a ambos?
-Las notas halladas en el domicilio de Ferrer indicaban que de probarse ciertas circunstancias, el escándalo podría provocar el fin de la carrera política de un ex presidente, y lógicamente la cárcel de Ibrahim.
-Bien, al menos tenemos un motivo, pero… ¿cuáles eran las pruebas que pensaban esgrimir en el juicio?
-El comisario Yáñez le prometió al doctor Campos que las tendría a tiempo, y cuando se estableció la acusación pensé que éstas estaban en poder del fiscal, porque para que el poder judicial haya accedido a la elevación a juicio oral de la causa, era porque recibieron probanzas indiscutibles y de ahí mi desconcierto por la falta de ellas en la carpeta.
-¿A quiénes tenemos como testigos? Porque supongo que habrá alguna lista, ¿verdad? Román.
-¡Sí doctor! Hasta ahora los habituales; El comisario a cargo de la investigación, el forense, la hermana de la víctima y un amigo de apellido Valdez.
-Entonces mientras hago la presentación de los cargos y demoro el juicio, cite al comisario, a la hermana de Ferrer y al amigo, a una reunión en esta oficina a partir de las cinco de la tarde, establezca una diferencia de dos horas entre cada una de ellas.
-¡Pero doctor, la actividad en el edificio cesa a las siete de la tarde!
-Lo sé, de modo que avise a la seguridad del ingreso y a su familia que trabajaremos hasta avanzada la noche.
Sólo faltaban treinta minutos para que comience el debate y no solo no tenía pruebas, sino que además mi incursión como fiscal amenazaba terminar tal como empezó.
Recordé las palabras de mi último profesor; si existe semiplena certeza de culpabilidad, las pruebas surgen de la dialéctica del disertante, porque no hay criminal que no tenga su talón de Aquiles, sólo hay que hallarlo. Claro… que también dijo que para ello había que prepararse con tiempo suficiente…
Llegué unos pocos minutos antes del ingreso de los jueces, la sala estaba colmada y supuse que en su mayoría eran periodistas y fotógrafos colegas del occiso, frente al estrado ubicaron dos mesas y en una de ellas se encontraba el abogado defensor, el asistente y el acusado, mientras que en la que sería mía solo había dos sillas vacías.
Me senté en una de ellas aunque instantes después tuve que levantarme en gesto de respeto por la entrada de los tres jueces que presidirían el debate.
Cumplido el rito procesal el secretario de la corte se abocó a la lectura de la causa y en cuanto finalizó, de la boca del presidente del tribunal surgieron las fatídicas palabras:
-Señor fiscal puede comenzar con la acusación.
-Señor Juez, sé que mi pedido es inusual pero también lo son las circunstancias, estoy reemplazando al doctor Campos quien sufrió un grave accidente esta mañana, y como fui designado para este debate unos minutos antes del comienzo aún no llegó mi asistente, de modo que solicito un receso de media hora para comenzar con la tarea que me compete.
-Su tarea es venir preparado doctor, –amonestó el magistrado y dirigiéndose a la defensa que sonreía complacida por la situación preguntó:
-Abogado, ¿quiere objetar?
-No señor juez. –Respondió ante el disgusto de Ibrahim que insistió que se debía aprovechar la ventaja, a lo que el abogado le explicó que esa posición sería mal vista por los jueces, y que de todos modos el reemplazante mostraba no tener el fuste de Campos, situación que de por sí ya beneficiaba la tarea de la defensa.
Pese al reto gané media hora más de tiempo, porque necesitaba que el primer día de debate no hubiera planteos definitorios que desnuden la debilidad fiscal, y en cuanto el tribunal se retiró llamé a Román pidiéndole un asistente:
Unos diez minutos después, una joven de unos treinta años aproximadamente se presentó ante mí, lucía un trajecito sobrio y unas gafas con lentes de aumento que le daban un aspecto intelectual.
-Como tenemos poco tiempo señorita, ¿dígame su nombre y experiencia si la tiene?
-Alba Ruiz es mi nombre doctor y soy abogada, aunque jamás participé en un debate.
-Entonces haremos experiencia juntos, –agregué con una forzada sonrisa.
Nuevamente en la sala de debates el aspecto continuaba igual que antes del receso, salvo la sonrisa irónica de los jueces al mirar a mi asistente.
-¿Podemos comenzar el debate? Doctor Veroglia. –Inquirió el magistrado mordaz.
-¡Sí Señoría! –Repliqué haciendo caso omiso y continué; A mediados del mes de junio se halló el cadáver de Alberto Ferrer que presentaba dos disparos de arma de fuego de calibre 22, la investigación a cargo del comisario inspector Lauren…
-¡Objeción! –Exclamó el abogado de Ibrahim.
-¿Qué es lo que objeta? Abogado. –preguntó con curiosidad el presidente del tribunal.
-¡El fiscal innecesariamente repite la lectura del secretario del tribunal, lo que sólo conduce a una pérdida de tiempo!
-Es indudable que el defensor desconoce la ética y el rito procesal, ya que una detallada secuencia y análisis permite el esclarecimiento del brutal crimen que nos convocó. –Grité supuestamente indignado, porque realmente mi colega tenía razón, ya que desde el comienzo intenté demorar el debate, y por las decisiones tomadas por el tribunal lo había logrado, porque invocando al silencio, el juez presidente en consulta con sus pares dictaminó:
-Se pasa a receso hasta mañana a las diez horas, y a los abogados los quiero en mi despacho ¡inmediatamente! –Invitó malhumorado.
Ambos nos dirigimos al despacho de los magistrados, mi colega quien se olía mi estratagema reflejaba ira, mientras que yo con paso cansino sonreía.
Una vez acomodados en el lugar el presidente del tribunal recriminó duramente:
-¡No permitiremos que hagan un circo en este debate! La justicia es para dirimir y no para confrontar.
-Estoy totalmente de acuerdo con ustedes y de ahí mi protesta, porque desconozco en base a que pruebas se acusa a mi defendido, ya que la fiscalía en el pedido de elevación a juicio oral, solo aportó circunstancias e indicios, y estos de modo alguno condenan a mi cliente, es por eso que veo en la actuación del doctor Veroglia una dilación en busca de su lucimiento personal.
Ante mi silencio los jueces me observaron interrogantes, de modo que luego de meditar la respuesta comencé:
-El nerviosismo de la defensa no puede juzgar la actuación fiscal, ya que no encuentro código alguno que fije tiempos o maneras de exposición en la presentación de la acusación cuando está adecuada a los ritos procesales. En cuanto a las pruebas… es cierto que el acusado no firmó su confesión, pero los testigos lo harán por él. –Dije cínicamente ante la tez acalorada de mi contrincante en el debate.
-De todos modos abogados actúen con mesura o serán condenados por desacato.
Ambos nos retiramos pero con distintas sensaciones, él furibundo y yo complacido por el tiempo logrado, aunque sabía que si los testigos no aportan más datos el esfuerzo habría sido vano.
En la antesala de mi oficina me esperaba Alba:
-Doctor si no me necesita pensaba retirarme.
-¡En realidad sí la necesito! Estamos en un brete y toda ayuda sirve.
Y a continuación ingresamos a mi oficina, en ella Román conversaba animadamente con una mujer que luego de ser presentada resultó ser la hermana de la víctima.
-¿Dígame por favor todo lo que sabe de su hermano?
-Él era muy reservado y pocas veces compartía comentarios sobre su trabajo, solo una vez llegó muy asustado pero se negó a dar los motivos.
Quedé en silencio, porque pese a mi buena voluntad por revertir el desastre que dejó Campos, parecía que no sería posible, de modo que me levanté agradeciendo su gentileza y la despedí con delicadeza, pero ella me interrumpió diciendo:
-No sé si será importante, pero entre las pertenencias de mi hermano hallé su libreta de apuntes, le aclaro que el comisario y yo la leímos, pero no encontramos nada que pueda ayudar a esclarecer su muerte.
-¿Me la puede dejar? Prometo devolverla tal cual.
-Desde luego, aunque de poco le servirá. Olvidé preguntarle sobre mi testimonio, ¿qué debo declarar?
-Sólo la verdad, señora.
En cuanto se fue y mientras esperaba al comisario, le di una ojeada al anotador del fotógrafo, pero ciertamente no encontré nada significativo salvo el subrayado en el nombre de Ibrahim y de una empresa llamada Perfeclimp, pero como no había más detalles lo desestimé.
Alba observando mi fastidio comentó:
-Doctor Veroglia, me permite que vea ese anotador.
Se lo di casi sin prestarle atención porque en ese momento llegaba el comisario, tenía el típico aspecto de un policía; bigotes poblados, zapatos lustrosos, traje con chaleco y mirada soberbia.
-Comisario Yáñez, espero que nos traiga las pruebas que le prometió al doctor Campos. –Comenté con cierto disgusto.
-Lamentablemente doctor, las noticias que tengo no son buenas, ya que el soplón que nos hubiese conducido a la detención de Ibrahim fue asesinado.
No conocía los pormenores de la investigación, pero la cara de Yáñez delataba que estaba empantanado. Mientras que mi disgusto crecía y en ese tono indagué:
-¿Cuáles eran las pruebas que esperaba de ese soplón?
-Habló telefónicamente y a grandes rasgos dijo que tenía datos fidedignos de que la orden de matar a Ferrer la dio Ibrahim porque este descubrió que estaba vinculado con un atentado.
-¿Por qué no le dieron protección al soplón?
-Es que… no pudimos ubicarlo. –Estaba acalorado y nervioso.
Honestamente en ese momento tuve ganas de gritarle por su ineptitud, pero me contuve a duras penas y le dije que nos veríamos en el estrado.
Luego llegó el forense, pero mientras tanto Alba se había sentado frente al ordenador y parecía estar jugando a través de Internet, sin embargo la presencia del patólogo impidió que la llame al orden.
El profesional solo confirmó la causa de la muerte y que no hallaron pista alguna en el cuerpo y ropa de la víctima.
Daban las diez de la noche cuando se retiró el forense y Román bostezaba mientras Alba continuaba frente al ordenador, pero en ese momento se levantó y con una sonrisa exclamó:
-¡Ahora todo depende de usted doctor Veroglia! Porque encontré una pista que espero le sirva.
Tanto Román como yo saltamos virtualmente de nuestros asientos, mientras que el primero apuraba:
-¡Habla ya! No nos tengas en vilo.
Y yo solo atiné a decir:
-Enrique.
-No entiendo, –preguntó enarcando las cejas interrogante.
-Quiero decir que como trabajamos en equipo podemos dejar de lado los formalismos, pero dime, ¿cuál es esa pista que encontraste y que la policía no descubrió?
-Es largo de contar como lenta fue la búsqueda, pero creo saber detrás de que noticia andaba Ferrer y porqué eliminaron al soplón.
Continuara… André Materón
Boletín Info-RIES nº 1102
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*Ya pueden disponer del último boletín de la **Red Iberoamericana de
Estudio de las Sectas (RIES), Info-RIES**. En este caso les ofrecemos un
monográfico ...
Hace 3 meses
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