Entrevista a Juan Carr de Newsweek Argentina
Por Cristian H. Savio
El titular de Red Solidaria dice que la clase media se indigna con la pobreza pero no actúa. Violencia y fragmentación.
La primera vez que Juan Carr se topó cara a cara con la pobreza, tenía 13 años.
Desde la ventana de su casa en Munro veía siempre pasar a Héctor, un hombre de larga barba que dormía en la calle, junto a la vía, a tres cuadras del río.
“Un día me animé a preguntarle si lo podía ayudar a cargar esa bolsa grande que siempre llevaba. Después entablé una relación con él”, recuerda.
Si aquella primera ocasión despertó su inquietud, la segunda le sembró su vocación: a los 18, conoció a los wichis y pilagás de Formosa, y visitó un leprosario. “Me dije: ‘Esto es lo mío, quiero transformar esta realidad’”.
Treinta años más tarde, el fundador de la Red Solidaria sigue en esa lucha de transformación, en la que, sostiene, el anuncio de la asignación universal hecho por el Gobierno nacional la semana pasada fue un gran paso. Pero sólo una excepción en medio de un clima de fragmentación social, en el que todo es lucha interna.
Por eso, asegura, no aceptó ninguno de los constantes ofrecimientos políticos que le hicieron desde todo el arco ideológico.
Y por eso elige bien las palabras, porque sabe que hoy la lucha discursiva es muy delicada.
- ¿Cómo cambió el panorama de la pobreza desde su adolescencia?
- Las clases media y media alta ahora tienen como una santa indignación: a todo el mundo le parece indigno que alguien duerma en al calle, que haya hambre en el país. Eso no pasaba hace 10 años. Hay una conciencia solidaria que me alienta muchísimo. El trabajo social tiene un enorme prestigio, como nunca lo tuvo.
- ¿Esa preocupación es sincera?
- La preocupación es auténtica, pero hay poca participación. Pueden participar en una campaña en el colegio de sus hijos, en un medio. Pero después vuelven a preocuparse por su seguridad y su tarjeta de crédito. A nosotros nos va muy bien si hay una inundación en Tartagal, si hay un chico perdido, si falta un trasplante… ahí los sectores medios y medios altos se conmueven.
- ¿Dónde se ve hoy la imagen más representativa de la pobreza?
- Imágenes fuertes hay en muchos lados. En las villas de las grandes ciudades; en el ámbito del tráfico de personas en algunas regiones; en el mundo de los indocumentados. Pero los más postergados son las comunidades aborígenes. Son los pobres entre los pobres. Esos ni siquiera llegan al hospital, ni a quejarse, ni a la esquina para pedirte.
- ¿Cómo lee el anuncio que hizo la presidente Cristina Kirchner de la asignación universal?
- El primer mérito lo tiene la Coalición Cívica, que empezó a trabajarlo y luego se le acercaron sectores de la Iglesia, especialmente Caritas. El Gobierno percibe esta situación, la toma y hace el anuncio. Ese encuentro de los tres actores es celebrado por todos los que estamos cerca de la pobreza. En un mundo cada vez más fragmentado, donde todo es una interna, se encontraron por los más pobres: es un paso súper importante.
- ¿Hay una relación directa entre la pobreza y la delincuencia?
- Es cierto que algún menor mató en estos tiempos, y seguro sus padres viven una tragedia social, pero la relación no es tan directa. En la Argentina hay 5 armas por manzana, esto es un polvorín, y están en manos de esos menores que matan, es cierto, pero la gente que tiene mayor capacitación cultural está toda armada.
- ¿No teme que lo que diga en medio de un caso como el de Fernando Cáceres sea tomado por uno u otro sector?
- Miedo no. Respeto. En este momento de fragmentación, hay una famosa líder del norte de la Argentina aparentemente revolucionaria y violenta. Esta mujer, Milagro Sala, que hizo un montón de cosas, que tiene una gran trayectoria social, en una Argentina no tan fragmentada sería tapa de famosas revistas como la Mujer del Año.
- ¿Teme que lo vinculen con la política?
- Hago política todo el tiempo. Y siempre me ofrecen cargos. De la izquierda, de la derecha y del centro. Pero no tengo esa vocación. Si me afilio al Partido Verde me odian los del Naranja. Eso no es para mí.
- ¿Cuál es su lugar?
- Hasta que llegue la revolución cultural en serio, mi lugar está entre el barro y la multinacional.
Ahí me muevo constantemente con mi trabajo.
Estar en el barro me gusta, pero si te quedas ahí podés volverte un resentido.
Y voy a lugares de alfombra roja y champagne, donde la paso bien, aunque me gusta más la cerveza y el malbec, pero si te quedás ahí te podés volver indiferente.
Con esos dos monstruos, el resentimiento y la indiferencia, no hay manera de trabajar en red.
Boletín Info-RIES nº 1102
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*Ya pueden disponer del último boletín de la **Red Iberoamericana de
Estudio de las Sectas (RIES), Info-RIES**. En este caso les ofrecemos un
monográfico ...
Hace 2 meses
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