"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 14 de febrero de 2010

La democracia fáctica...

El gobierno no gobierna.
La oposición no se opone.
La sociedad pudiente se divierte, como ha ocurrido siempre: porque tiene algo para celebrar o porque está derrotada sin remedio.
Otra parte, que no conoce ni conocerá las playas propias o ajenas, se consume en las chozas de cartón y chapa, ajena a la alerta naranja proclamada a raíz de las temperaturas tropicales.
"Unos y otros", o, mejor, "todos", parecen afectados por inclementes dosis de Rivotril pulverizado a mansalva.

Por Pedro Sánchez
Fuente: La Nueva Provincia.com



El matrimonio se ha dividido los roles: uno manda y el otro hace lo que le indican. Así las cosas, el gobierno puede identificarse como una democracia de facto.

Es fáctica porque emplea procedimientos propios del comportamiento militar: la sorpresa y la velocidad. En una democracia constitucional, la sorpresa y la velocidad son impensables, porque las reglas son el examen y la lentitud.
Pero Kirchner y su mujer lo disimulan muy bien, porque no dejan de destilar odio contra las Fuerzas Armadas, al tiempo que adoptan sus manuales de guerra.

Las democracias constitucionales, continentes del estado de derecho, se apoyan en valores como el diálogo y el consenso, hasta alcanzar acuerdos que abarquen las aspiraciones sociales y permanezcan en el tiempo.

Se trata de lo que algunos, para simplificar, llaman “políticas de Estado”, ignorando que todo lo que hace el Estado es político, pero dentro de un ensamble institucional que impida los excesos que provoca la angurria de poder, el dato más sobresaliente de la Argentina actual.

Kirchner siente un demostrado desprecio por esos valores que impuso el progreso de la civilización política desde el siglo XVI. Todo lo exige “ya”, porque, como mal gobernante (y nadie discute que ejerce el poder real), antepone sobre el bien común el provecho propio, que cifra en el mantenimiento de facultades extraordinarias que no le han sido concedidas a él ni a su mujer.

En ese sentido, procede como un estalinista ortodoxo: llevar las cosas hasta las últimas consecuencias prácticas.
Los problemas serios se ocultan con banalidades gratificantes para sectores beneficiados. El matrimonio usa para su traslado personal aviones privados, porque desconfía de los pilotos de la Fuerza Aérea o del estado de los equipos que el gobierno tiene la obligación de tener a punto de despegue ante cualquier emergencia.

La Armada y el Ejército son objeto de humillaciones constantes y las reducciones presupuestarias las han convertido en simples oficinas administrativas sin capacidad de combate.

De paso, no hay que ofender a la Matrix progre, siempre atenta a cualquier desviación. Por eso, mucha gente opina que no pasará mucho tiempo antes de que los granaderos que custodian la Casa de Gobierno sean reemplazados por el “regimiento” que constituyen las Hinchadas Argentinas Unidas y que los edecanes, ahora mujeres oficiales de las Fuerzas Armadas, cedan su puesto a señoras de La Cámpora, una leal agrupación de choque, de las tantas que responden a Kirchner.

Entretanto, Cristina Fernández sigue las órdenes de su marido, en cuanto a crear factores de distracción y no para de hablar.

Ahora, ha cambiado el lenguaje y emplea frases y palabras sueltas que parecen sugeridas por la Academia Porteña del Lunfardo o por Moria Casán.

Habla con presunta autoridad sobre buitres y ratas, como si fuera una zoóloga experta, o de afrodisíacos, como si estuviera diplomada en sexología.

Es lo que la gente comenta y parece disfrutar como si estuviera en un zoológico o en un cabaret.

Ocuparse de las obligaciones del cargo ha pasado a segundo plano, como se advierte en la recepción otorgada a un piloto de automóviles que recibirá dos millones de dólares para tener una butaca en el descomunal negocio que son las carreras de Fórmula 1, mucha más plata de la que hubiera costado evitar el papelón, consentido por el almirante Godoy, de truncar la participación de la fragata “Libertad” en la regata internacional de la que la Argentina es responsable original de su organización.

La lámpara maravillosa que quiere tener Cristina Fernández para hacer “desaparecer” a algunos y que ya le ha servido a su marido para borrar del mapa a las instituciones de la República, ha perdido su magia, porque la han ocultado, la han hecho “desaparecer” por temor, por el miedo que les mete que la sociedad reaccione, la capture y los haga “desaparecer” a ellos, con lámpara o con Flit, de los lugares privilegiados que han capturado y los condene a sobrevivir a la intemperie, situación que no podrían sobrellevar.

Porque no serían ni admitidos en los hoteles de gran lujo que construye Moyano y que no serán precisamente para los “compañeros camioneros”, sino para gente de mucha plata; especialmente, socios y amigos del matrimonio, empresarios accidentales, que, como Luis D’Elía, sería hasta capaz de teñirse el pelo de rubio para estar “a tono con las circunstancias”. La Nueva

Pedro Sánchez es periodista; reside en Buenos Aires.

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