"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 14 de marzo de 2010

Cuarto domingo de Cuaresma:

* La cuaresma es un tiempo privilegiado de gracia, y hoy nos invita a “volver al hogar

Un hijo que se aleja buscando la alegría y felicidad que sólo están en su casa, y cuando encuentra miseria y desolación, decide regresar
14 de marzo

La cuaresma es un tiempo privilegiado de gracia, y hoy nos invita a “volver al hogar”
Es significativo que en este cuarto domingo de Cuaresma, la liturgia proponga a nuestra meditación una parábola en la cual el tema central es la vuelta al hogar, muy de acuerdo con los temas que hemos venido reflexionando en este año acerca de la familia.

Un hijo que se aleja buscando la alegría y felicidad que sólo están en su casa, y cuando encuentra miseria y desolación, decide regresar.
Volver al hogar, en un contexto muy actual, se presta muy bien para consideraciones que van en dos vertientes que no son precisamente opuestas.
Volver al hogar es regresar al solar familiar, o mejor dicho a recuperar el sentido de hogar, en la familia.

La segunda vertiente nos lleva a regresar a los brazos amorosos de nuestro Padre Dios, como sus hijos. Porque hay quienes buscan su satisfacción y gozo en aquello que envilece y rebaja, y se enorgullecen de cosas que deberían avergonzarse.
El hogar es el ámbito privilegiado en donde germina la familia, donde se encuentra lo mejor de la vida.
Pero si aquello se convierte en una olla de grillos donde la vida no se desarrolla, ni se favorece el crecimiento de las personas y no se construye el amor, no puede darse allí la felicidad.

Qué bueno sería que cada persona estuviera deseosa de volver cada tarde a su hogar diciendo: ¡qué bien se está aquí!
Aquí, donde me aman, donde no me juzgan, no me critican, donde me siento comprendido valorado, donde sé que verdaderamente me quieren sin importar nada, ni mis defectos, ni mis limitaciones.

Aquí llego con lo mejor de mí, trayendo todo lo bueno que en mi día pude a mi paso recoger.
Afuera dejo, malestares, cansancios, morriñas, y a mi casa llevo tan sólo sonrisas y flores.
Muchas veces el ambiente está impregnado de competencia, de desconfianza y hasta de malas voluntades...
No siempre se logra encontrar afuera motivos para ver la vida con optimismo y esperanza; por eso es deseable que por lo menos en la familia se encuentre un clima de comprensión que favorezca el crecimiento de la persona, un lugar donde haya amor para dar frutos de vida en plenitud.

La unidad en el hogar es don y tarea, todos y cada uno dan su aporte, porque cuando no se confía en aquellos con quienes se convive, es difícil confiar en Dios; y si los que viven bajo el mismo techo no se aman, no va a ser fácil amar a Dios.

Volver a Dios, a su casa, a cumplir su voluntad, es lo que el ausente pide cada día. Hay que leer detenidamente esta parábola, donde vemos desfilar personajes en los cuales cada uno puede encontrar un reflejo de sí mismo.
En medio de las mil dificultades y tropiezos que hay en el camino, es siempre posible volver a vivir la alegría de los hijos en el hogar de Dios.

No obstante, a pesar de todo lo adverso, Dios sigue esperando el regreso de aquellos que acaso un día se alejaron de su amor; y sigue deseando que los que se creen buenos y perfectos porque nunca se alejaron definitivamente, pero que han permanecido a su lado con una actitud de suficiencia, casi como si le hicieran un favor, dejen de creerse mejores, y que despojándose de su indiferencia y desamor se lancen decididamente a sus brazos.

Hay que empezar ahora, todavía es tiempo...

Una vez más el Señor nos invita a vivir la Cuaresma buscando la felicidad donde verdaderamente está.

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