"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

jueves, 25 de marzo de 2010

¿Legalización del aborto?

Todos fuimos embriones...

Las cuestiones relacionadas con la tutela y promoción de la vida humana siempre son centro de un debate que polariza la ética de la responsabilidad y la articula con presupuestos de origen antropológico o teológico, una manipulación estrechamente ligada al desconocimiento de la dignidad absoluta y de inalienables Derechos presentes en todo el curso de cada existencia.

Toda persona incluye su dimensión corpórea, impronta de identidad inherente y valor intrínseco de su vida, sentido que debe acogerse incondicionalmente, una realidad que debe potenciarse, aún en su relatividad, en sus aspectos cualitativos, recurriendo a los parámetros éticos de la totalidad, la reciprocidad y la solidaridad, nudos de las principales intervenciones sobre la fuerza de la vida humana.

Parece haberse complotado “el debate” sobre la legalización del aborto en fechas próximas al Día del Derecho del niñ@ por nacer. Si cambiáramos la carátula de la carpeta por”cómo legalizar asesinatos” o “cómo exterminar legalmente la vida”, su impacto lo haría caer y fuera de toda “cuestión de género”, se desluciría y diluiría el intento.

Si consideráramos que esta es otra medida “progresista”, entendiendo que el progreso es avance y perfeccionamiento, mientras que los parches y remiendos, improvisaciones de un retroceso imprevisible sin meta ni llegada, que no otorga, sólo quita. Si la vida no es centro de nuevos horizontes, cada acto será una nueva pérdida que se empeñará por ubicarse (o guardarse) en el “archivo deshumanizante” ¿Quién podrá resarcir el apuro?

Cuando se pierde la universalidad en la parcialidad, no hay más Derecho. Si nos apuraran para decidir, cómo no asociar dignidad con vida. Y si la asociación no llegara a satisfacernos entonces la libertad demagógica – que también pierde su condición de libertad – logrará la medalla de la victoria.

Una pulseada con desventaja para los directamente implicados e interesados, pero deprivados; y nos rasgamos las vestiduras cuando nos informamos sobre incumplimientos hacia nuestra infancia, pisoteada y maltratada ¿Se respeta antes de nacer? ¿Es esta la reconstrucción cultural a la que aspiramos?

Si las “personas embrionarias” tuvieran la palabra en las sesiones legislativas, seguramente muy pocos representantes permanecerían en sus bancas, tal vez aquellos que, acostumbrados a negociar y a instrumentar hacia la realidad que no se quiere ver, permanecerían en espera de una propuesta más conveniente porque “lo material” siempre será inalienable. Y ya que todo deberá resultar redituable ¿Podrían desarrollar un anexo que incluyera la atención a los futuros trastornos de estrés post-aborto? ¿Se iluminará algún ilustrado para calcular el costo de atención primaria y secundaria a sus consecuencias?

Entre tanto encuentro, presentación, disertación y jornada que se organizan, tal vez alguien podría considerar la posibilidad de instruirse profundamente en la ciencia del corazón y en el sentido espiritual de la vida, un desafío bioético, una chance para un cambio de conciencia, o conciencia del cambio necesario.

Si profundizamos un poco más notaríamos que el debate no se dicotomiza entre legalizar o no el aborto, sino que se centra en cual es el sentido que damos a la vida. Por lo tanto puede considerarse como otro acto de persuasión para la aniquilación, otra muestra del hombre instrumento al servicio del hombre.

Y si se ignorara por escasa educación, nuestros profesionales debieran asumir la responsabilidad que les compete; si así no fuere, entonces serán más los responsables.

La vida tiene un comienzo y un fin; el primero es la concepción; el segundo, como finalización, está fuera de nuestro alcance y como meta, siempre será única e irrepetible, cuestión que jamás podrá ser refutada, ni si quiera a nivel intelectual. Viejas culturales orientales imparten sabiduría en el tema cuando cada persona nacida, llega al mundo con un año de vida. Tal vez no estoy acostumbrada a sentir desde la antítesis y sólo puedo ser empática con la indefensión de quien a través de su protovínculo, desde la comunicación más profunda, aunque no tenga voz más que para una persona, existe.

Mara Martinoli

25 de marzo: Día del Derecho del niñ@ por nacer.

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