"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 15 de agosto de 2010

Baryshnikov, la era de la madurez

A los 62 años, volverá a actuar en octubre en la Argentina



NUEVA YORK.- Un silencio frío, de sepulcro, envuelve la sala principal del Baryshnikov Arts Center (BAC), ubicado en una de las zonas más calientes del corazón de Manhattan. Afuera, las calles del barrio conocido como Hell´s Kitchen hierven con el sol de verano.
Allí conviven teatros con restaurantes de todos los colores, típicos edificios neoyorquinos -con sus escaleras para incendios- con galpones de siluetas industriales, y artistas con alguno que otro maleante ofreciendo al paso carteras Louis Vuitton o relojes Rolex.

Sobra el ruido en Hell´s Kitchen, lugar donde todos parecen hablar a los gritos. Pero aquí, en el silencio frío del BAC, lo único que se oye es la voz de Mikhail Baryshnikov. Y es en la tranquilidad de este templo, que él levantó en 2005 para rendir culto a las artes, donde la camaleónica estrella letona pasa la mayor parte de sus días.
Allí puede darse un lujo: observar el arte en su forma más cruda.
-"Es una zona de recreación increíble, incluso para viejos como yo.
Soy un poco una especie de voyeur.
Me gusta cuando las artes se desarrollan, incluso más que los resultados finales. Me gusta ver los inicios, los primeros ensayos, cuando algo está a mitad de camino y algo está pasando.
Esto es un privilegio, es lo que me hace seguir", dice, al referirse a la vida en ese lugar, donde también hoy, más que consagrado, a los 62 años, domina el escenario.
- ¿Cómo se siente ahora cuando baila?
- Físicamente, siempre es un desafío. Ahora es un desafío diferente.
Hay deficiencias físicas, pero también están las ventajas de la experiencia. Es como una suerte de canje. Pero todavía me pongo nervioso al salir al escenario. Uno confía de alguna manera en su instinto y su experiencia, pero al mismo tiempo, mientras más estás ahí arriba, menos sabés lo que está bien, especialmente cuando hacés trabajos nuevos todo el tiempo. Es un territorio desconocido.

- ¿Se siente más seguro o menos?
- Nunca me siento muy seguro antes de una actuación. Pero cuando estás en el escenario, ya es demasiado tarde para no estar seguro. Tenés que superar ese sentimiento para entregar la mejor actuación.
- ¿Esto sucede naturalmente?
- No. Tengo que esforzarme para actuar y sobreponerme a ese vacío... a las mariposas en el estómago. Es parte del territorio.
- ¿Cuándo comienza a disfrutar?
- Cuando baja el telón [risas]. Existe una especie de goce cuando estás en el escenario, que a veces es una falsa alarma, porque justo cuando estás empezando a disfrutar algunas cosas, perdés el control o hacés, en mi opinión, algo terriblemente equivocado.
Cada persona es diferente.
Para mí, es un trabajo que disfruto, pero no es que digo:
"¡Oh, vivo en el escenario! ¡Amo actuar! ¡Me olvidé de quién soy!" [risas].
No, no, no: yo sé cada segundo quién soy, qué tengo que hacer, qué viene luego, cómo recordar el texto coreográfico y, al mismo tiempo, cómo darle algo de color.

Este es Baryshnikov.
O, al menos, el que se deja ver a lo largo de una hora de entrevista.
La charla ocurre en su territorio: el teatro del quinto piso de su centro artístico.
Una sala cruda y rústica. Las luces, los andamios, los cables...
Todo está a la vista.
Vestido de blanco y negro, con mocasines y medias a rayas de colores, se cruza con LN R (La Nación Revista)a la salida del ascensor.
A primera vista, parece más un jockey que un bailarín.
Habla con un acento ruso marcado, como si hubiera bajado de un barco de inmigrantes hace apenas unos días, pese a que ha vivido la mayor parte de su vida en Estados Unidos.
De hecho, dice que se siente estadounidense, y que lleva una vida familiar, conservadora y tradicional, al estilo norteamericano.
- "Nunca me importó mucho la reputación de sex symbol. Creo que es una tontería. ¿Qué es una reputación? ¿Qué clase de sex symbol a mi edad?
Es una pérdida de tiempo", refuta.

Es un genio de esos que podrían hacer casi cualquier cosa en el escenario.
Pero él apenas se da margen para salirse de su libreto.
Más: se ve como "un instrumento en las manos de otras personas" y una y otra vez habla del rol del coreógrafo.

"Una pieza no es una improvisación. Si uno está entregando un monólogo muy largo, hay que recordar el guión exacto, como una persona en el escenario recitando Otelo.
Si uno se pierde totalmente a sí mismo, puede llegar a olvidar el texto [se ríe]. Con la danza pasa lo mismo.
Tenés que recordar cuál es la intención real del coreógrafo porque, antes que nada, sos su sirviente.
Tenés que dar el ciento por ciento de lo que le prometiste que ibas a dar.
Eso está en primer lugar.
No podés, simplemente, ir y hacer lo que quieras.
Luego hay algunos elementos personales, como si estuvieras manejando una Ferrari y eligieras cuándo hacer un cambio. Uno juega dentro del texto de la coreografía. Y cada vez es diferente"

Baryshnikov no planea su retiro y no quiere pensar de su legado como artista. Derrama la misma intensidad cuando se refiere a la danza, el teatro, el cine, e incluso su familia, la paternidad, sus amores o la política, pero se lo nota más cómodo hablando de trabajo.
Lo demuestra con su lenguaje corporal: no cruza los brazos; los abanica como si estuviera en el escenario.
Se explaya, enfatiza conceptos, e incluso llega a molestarse, un poco, cuando se le pregunta si siente algunas de sus actividades, el teatro, por ejemplo, como un hobby. "Me lo tomo muy en serio.
No se puede tomar como un hobby subir a un escenario y actuar en un teatro. Si hago algo, le dedico toda mi atención.
Asumo proyectos en los que pienso que puedo entregar un nivel que me va a satisfacer, en los que me siento seguro de que tengo qué decir."
Esta dedicación es, en parte, una de las razones por las que cree que enseñar no es para él una opción.
- "Para ser un maestro, tenés que enseñar todos los días de tu vida.
Es muy personal. Yo nunca he tenido el tiempo o el compromiso para hacerlo. Usualmente, los buenos maestros comienzan a enseñar muy jóvenes y luego se dedican a eso. No es que decís: «Ah, bueno, cuando deje de bailar comenzaré a enseñar». Muy pocos individuos se convierten realmente en buenos maestros.
Tenés que tener el deseo interno, esa búsqueda de querer trabajar con gente joven. Es un talento especial.
Creo que nunca lo voy a hacer.
A mi edad, es demasiado tarde para empezar a enseñar."

Pero no para dejar de bailar.
Doce años después de la última vez en el Colón, Baryshnikov volverá a Buenos Aires en octubre con su último espectáculo...
(...)

- Se entusiasma cuando habla de la Argentina: "Es una gran audiencia, y amo el país, la cultura. Siempre es un placer ir allí. Sólo tengo grandes recuerdos.
Las salas de baile, quizás, el tango, la música y las canciones.
La gente es muy frontal y muy cargada sexualmente... quizás esté vinculado a la cultura.
Eso es lo que vemos en la Argentina.
(...)
- ¿Cuán importante fueron las mujeres en su vida?
- Amo a las mujeres. Respeto a las mujeres. Creo que son mucho más listas que los hombres; creo que son mejores personas [risas]

Luego de pasar las vacaciones en su casa de Punta Cana, Baryshnikov iniciará la gira que lo llevará de vuelta a la Argentina.
En su agenda ya guarda un espacio para anotar un pequeño instante de placer hedonista, lejos del teatro, la rigurosidad del escenario y los libretos.
- "Me encanta el bife. Solía comer mucho cuando bailaba, tal vez porque Rudolph Nureyev comía bifes todos los días de su vida [risas]. En Rusia rara vez comíamos carne del estilo de un bife grande y jugoso, aunque ahora intento alimentarme más liviano."
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Fuente:La Nación Revista
NOTA: Copié algunas partes de la nota y cambié el vídeo que allí se publica...

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