"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 30 de noviembre de 2010

Homilía con conciencia

PILAR RAHOLA

Fuente: La vanguardia. es

Vivir ese día con el protagonista del día, el día antes de que todo cambiara, fue un lujo para la gran chafardera que soy.

¿Qué somos sino pura curiosidad los periodistas?

Y cuando un diario como La Vanguardia te regala la primera fila, justo el día en que la historia abre un nuevo capítulo, la mirada se abre como si quisiera absorber toda la semiótica que hay detrás de las cortinas.

Así lo intenté en el día en que la vida de Artur Mas daba un vuelco y, con él, lo daba la vida política de Catalunya.

Pero como toda observación minuciosa tiene capítulos dentro del capítulo mayor, el día D del nuevo president no sólo me facilitó valiosa información de su persona, su entorno y sus emociones, sino también me concedió algún regalo inesperado.

Por ejemplo la misa en Sant Ildefons. Y no porque mi descreído carácter hubiera sufrido un ataque de religiosidad –tal transformación sería un milagro–, sino porque como dijo Artur Mas, algunas homilías son una apelación intelectual y emocional, un grito a la conciencia.

Sin duda el término algunas es el correcto y no debe ser lo mismo el sermón de un párroco como Enric Canet, comprometido con los más desfavorecidos, activista de la solidaridad e implicado hasta la médula en el Raval, con algunos curas de otra naturaleza, cuyo sermoneo camina por otros berenjenales.

Acertar, pues, el sermón y el mosén debe ser, para un católico, hacer el pleno.

Pero para una no creyente como la impenitente que esto escribe, la misa del domingo de elecciones fue una atalaya inesperada desde donde mirar más allá de la mirada.

Y no tanto por la evidente trascendencia espiritual que respiraba la homilía de mosén Canet, sino también porque en sus palabras palpitaba una profunda ética del comportamiento que apelaba a todos, fueran cuales fueran las creencias.

"La fuerza de Jesús se manifiesta en su debilidad", aseguraba mientras desgranaba sus ideas: buscamos mesías salvadores y no entendemos que la única salvación está en nuestro interior; bondad, misericordia, justicia, paz, solidaridad, esos son los valores divinos; la austeridad nos salva de muchos males; el peor drama de las sociedades ricas no es la pobreza, es la exclusión…

Para rematar, con Espriu, que la entrega a los demás, "al pobre, al desvalgut", nos trasciende como seres para transformarnos en humanos. Quizás no oí nada nuevo. Pero todo lo que oí tenía la voz del compromiso y el eco del sentido de justicia.

Y pensé que en una iglesia pequeña en pleno Eixample estaba todo lo que algunos buscan en religiones lejanas, a miles de kilómetros de su propia identidad: un Dios para entenderse y entender a los demás.

¿Para qué, pues, buscar afuera lo que palpita tan cerca?

Al final lo diré como lo siento: no necesito a Dios para entender mis propios abismos.

Pero este Dios que busca entender los abismos de todos ni me molesta ni me sobra.

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