LA NACION viajó ayer entre Retiro y José C. Paz en el furgón del San Martín
José María Costa
LA NACION
La pregunta obligada de todo aquel que subía ayer al furgón de cola del ferrocarril San Martín, ramal Retiro-Pilar, de las 18.21, era quién de entre los pasajeros se había salvado de la tragedia del día anterior.
LA NACION viajó ayer en una de las primeras formaciones que partió de Retiro tras el restablecimiento del servicio.
A bordo del tren, los rostros de cansancio por una larga jornada laboral comenzaban a relajarse cuando los usuarios entraban en el furgón, ese rectángulo de no más de 30 metros cuadrados donde rápidamente se llegaron a apiñar medio centenar hombres, una mujer y una docena de bicicletas.
Cuando el tren llegó a la estación Paternal el furgón ya estaba lleno.
Sólo allí, y tras chequear que los "conocidos" estuvieran a bordo, los pasajeros se comenzaron a relajar y a charlar.
- "Nosotros tres siempre viajábamos juntos en este tren, pero ayer [por anteayer] nos separamos porque salimos en diferentes horarios de la obra y por eso nos salvamos", relató a LA NACION Christian Silvero, de 29 años, mientras sus compañeros de una obra en Flores asentían con la cabeza.
- "Yo tenía como 20 llamados al celular a la noche de mi familia para saber cómo estaba", se sumó a la charla otro de los pasajeros, Hugo Cabrera, de 27 años.
- "A mí me pegó en el corazón. Hasta me saltaron las lágrimas al ver las imágenes y pensar que podría haber sido cualquiera de nosotros", explicó Marcelino Ayala, de 36 años, el mayor del trío de albañiles.
El viaje en el interior de un furgón como el que quedó aplastado anteayer es muy diferente del que se hace en el resto de los coches de la formación.
No hay estribo de donde agarrarse, las personas viajan amontonadas entremedio de las bicicletas o sentadas en el piso, pero el clima es distendido.
- "Se terminó otro día de trabajo y mañana [por hoy] termina la semana", dijo sonriente Marcelino.
Allí adentro todos se saludan pero pocos en verdad se conocen.
La solidaridad está presente para ayudar a subir y bajar las bicicletas, esa herramienta de transporte y trabajo, que cuidan con recelo y que ayer ocupaba un tercio del espacio.
Pronto aparecieron botellas de cerveza para apaciguar los más de 35 grados que se sentían dentro de esa jaula que nunca cerrará sus puertas en la hora y veinte minutos de viaje hasta José C. Paz.
A ello se sumaban los cigarrillos comunes, o de marihuana, que se arman y encienden dentro del furgón y que todos los presentes "comparten" a la fuerza.
A los pocos minutos, se escucha un "¡falta envido!" y la primera ronda de truco entre seis personas comienza.
- "Esta es parte de nuestra vida. Pasamos cuatro horas por día acá. Somos todos laburantes, nadie te molesta, no te roban. Nos cuidamos entre todos", agregó Christian, ya casi cuando el tren llegaba a José C. Paz.
Boletín Info-RIES nº 1102
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monográfico ...
Hace 3 meses
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