"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 28 de febrero de 2011

Yacyretá

 Szewachnomics

En diciembre pasado, después de 24 años de construcción, se terminó, dicen los anuncios oficiales, la autopista Rosario- Córdoba.
El viernes último, después de 37 años de trabajos, se inauguró, aunque faltan algunas obras complementarias,  con su nivel definitivo de la represa de Yaciretá.

Dos buenas noticias sin duda.

Pero dos buenas noticias que nos obligan a repensar como se encaran las inversiones públicas en la Argentina.

En efecto, esas buenas noticias son, a la vez, la historia de un fracaso colectivo.
Un fracaso en materia de planificación, administración, eficiencia, combate a la corrupción, etc.

Obviamente, a estas dos obras emblemáticas, podríamos sumarle, en un marco más actual, desde gasoductos, hasta escuelas.
Desde ferrocarriles, hasta puertos.

La Argentina de los últimos años, pese al aparente éxito que reflejan estas “inauguraciones” y otras, no ha presentado una solución eficiente a nuestra endémica incapacidad por hacer bien la infraestructura pública.

Es cierto que este es un problema muy extendido en el mundo.
Por definición, la obra pública es más “lenta” que la obra privada.
Al tratarse de la administración de recursos públicos, surgen sistemas, mecanismos de licitación y control, etc. diferentes a las que utiliza el sector privado.
Y son, paradójicamente, esos mismos mecanismos, los que llevan además, a ineficiencias, sobreprecios y corrupción. Pero no es menos cierto que en nuestro país, estas cuestiones se han exacerbado y exagerado hasta niveles impensados.

En el resto del mundo, este problema se ha tratado de minimizar, dentro de lo posible, estableciendo esquemas de “asociación pública-privada”,  mal llamados, malintencionadamente,  “privatizaciones”, para aprovechar lo mejor del mundo privado, e insertarlo en un marco regulatorio público.
En esos contextos, un contrato bien diseñado, transparente y vigilado por organizaciones no gubernamentales y organismos de control profesionales, han permitido al sector privado, construir, financiar, y operar a su riesgo, infraestructura pública.

Nuestro país adoptó, en parte, este sistema en la nefasta década del 90.
Gracias a ello, una porción de la infraestructura pública sigue vigente, pese a la ausencia de inversiones de magnitud, en los últimos años.

Luego de la ruptura de todos los contratos y esquemas, con la implosión de la convertibilidad en el 2002, el ciclo kirchnerista, en lugar de retomar el sistema, corrigiendo lo malo y readaptando los contratos a la nueva realidad local y global, abandonó este paradigma, para encarar un esquema “mixto”, en dónde las decisiones de inversión, los fondos y los riesgos, son, mayoritariamente públicos, mientras el sector privado  ha vuelto, en general, al viejo y cómodo papel de contratista, y en dónde las responsabilidades de cada parte se han diluido y confundido.

Con entes reguladores, destruidos, salvo excepciones, en un marco de discrecionalidad, y autoritarismo.  Dando lugar, además de las ineficiencias y sobrecostos mencionados, a hechos de corrupción que pagan, como siempre, los que menos tienen.

Yacyretá ha sido el monumento a la corrupción, pero hoy en día, tenemos una extensa lista de estatuas en homenaje al mismo dios, diseminadas a lo largo y ancho del país, que, si la justicia argentina funcionara en serio…

Mucho se ha hablado y escrito en los últimos meses, en torno a los problemas de sustentabilidad macroeconómica de largo plazo del crecimiento actual.
Pero aún cuando superemos, con costos, sin dudas, las inconsistencias de la actual política macro, que se manifiestan en alta inflación, perdida de competitividad, baja creación de empleo privado, restricciones crecientes al comercio exterior, precios relativos distorsionados,  acortamiento de los plazos de negociación salarial, marañas de subsidios cruzados, etc., seguirán vigentes las limitaciones de infraestructura pública, claves para poder crecer persistentemente, a tasas razonables.

Para superar esas limitaciones, tendremos que diseñar nuevos instrumentos que reemplacen el esquema arriba descripto.

Todo un desafío. Teniendo en cuenta que no podemos volver al diseño “puro” de los 90, ni simplemente “emprolijar” la situación actual.

Reconstruir un ámbito adecuado para una inversión en infraestructura eficiente se sumará, entonces, a la lista de temas que heredará el próximo gobierno, sea cual fuere.

Yacyretá, por fin se terminó, felicitaciones.
Pero no olvidemos lo que representa.
La pagamos demasiado cara para olvidar...



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