"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

jueves, 3 de marzo de 2011

Admoniciones conservadoras de Cristina Kirchner

carlos pagni / LA NACION

El kirchnerismo íntimo está en plena fase eufórica.
La Presidenta y su círculo más estrecho comienzan a creer - y, sobre todo, pretenden hacer creer - que ganaron la batalla electoral antes de que ésta haya comenzado.
El adversario habría sido derrotado gracias a que la muerte de Néstor Kirchner produjo un prodigioso efecto de verdad por el cual la mayor parte de la sociedad, desbaratando las trampas de la prensa, aprecia ahora las virtudes del Gobierno.
Muchas conductas del oficialismo hacen juego con esa visión.
El desafío ya no es vencer al otro.
El riesgo está en el propio grupo y su tendencia a radicalizarse.

Anteayer, en su discurso ante el Congreso, Cristina Kirchner advirtió a los sindicalistas que ella sería compañera, pero no cómplice.
En la CGT todavía ignoran el alcance de esas palabras.
¿Significa librar a su suerte a los dirigentes acusados en la Justicia?
¿Serán castigados los que obstruyen el funcionamiento de las empresas?
¿O sólo se trata de evitar el costo electoral que ocasionan las huelgas entre los usuarios de servicios públicos?

Ayer comenzaron a llegar las respuestas.
La policía removió un nuevo corte de vías en el ferrocarril Roca, dejó heridos a varios manifestantes y se llevó a algunos detenidos.
Una semana atrás, la Cámara Federal de San Martín procesó a un delegado sindical de la propia Kraft por un corte de ruta de 2007.

El operativo policial de ayer se corresponde con otras admoniciones conservadoras de la Presidenta.
A las dos fracciones del kirchnerismo que se habían trenzado sobre la política de seguridad -la encabezada por Daniel Scioli y la que rodea a Nilda Garré- les pidió que terminen con esos "tironeos infantiles" porque "la seguridad no debe tener ideología".
Una afirmación digna del qualunquismo de Scioli, que ella completó diciendo que "la alternativa entre mano dura y garantismo es una falsa dicotomía"

El nuevo manual acaso desilusione a algún escritor de Carta Abierta.
Aunque también a ellos les llegó un sosegate.
Esos pensadores ya habían encendido la hoguera donde ardería Mario Vargas Llosa si se le ocurría pisar la Feria del Libro.
Lo de siempre: cuando se aproximan demasiado al poder, los intelectuales suelen ser propensos a montar inquisiciones.

Tal vez Cristina Kirchner no sea más pluralista que ellos, pero seguro tiene más reflejos electorales.
La censura al escritor con mayor repercusión del mundo hispánico no mejoraría su performance en las encuestas.
Así que suspendió las agresiones con una simple llamada telefónica.
La obedecieron con una docilidad de empleados públicos.

Reformismo ingenuo 
El reformismo ingenuo también se ganó un coscorrón.
El parlamentarista que defiende Eugenio Zaffaroni debería ser, en todo caso, la coronación de un triunfo electoral. No su instrumento.

Al precipitar ese debate, Diana Conti expuso al oficialismo a un riesgo enorme.
Sería muy fácil alarmar al electorado moderado con la idea de que un eventual triunfo del Gobierno desataría una radicalización institucional a la bolivariana.

¿Por qué no pensar que después de discutir la reelección indefinida los chicos de La Cámpora pondrían en tela de juicio las garantías sobre la propiedad privada, la libertad de expresión y otros fetiches del republicanismo burgués.
Ya se sabe: "Nunca menos"
Además, "Cristina 2015" debilitaría a "Cristina 2011", ya que retraería la adhesión de aquellos que pretenden sucederla dentro de cuatro años.
La lista es larga: va de Scioli a Juan Manuel Urtubey, de José Luis Gioja a Jorge Capitanich, entre otros.

La misma cautela frente a los propios seguidores se advirtió cuando la señora de Kirchner anunció una extensión de la asignación universal por hijo a las embarazadas.
Cualquier iniciativa a favor de la despenalización del aborto quedó, por el momento, bloqueada.

La presunción de que las dificultades proceden de las propias filas es la otra cara del envalentonado microclima de Olivos.
La Presidenta exhibió ese estado de ánimo en el Congreso.
En la inauguración de las sesiones ordinarias de 2010, el eje del mensaje había sido la contradicción entre el país real, descripto con cifras oficiales, y el país virtual, una patraña instalada por los medios en la cabeza de los argentinos para que no adviertan las bondades del Gobierno.
Un año después, esa dialéctica quedó superada.
La batalla terminó.

En el discurso de anteayer desapareció, por primera vez, una figura otrora inexorable: el adversario.

Cristina Kirchner no identificó a un enemigo ni denunció una conspiración.
Los que "antes me daban rabia, pero ahora me dan risa", dijo, refiriéndose a los diarios.

Desvanecido el espejismo virtual, se habría consumado el sueño peronista: la única verdad es la realidad.
"Ellos", "los otros", ya no están.
Ahora queda un familiar "nosotros", de gente que se llama por el nombre: "Mercedes", "Lino", "Daniel". Al fin solos.

De este solipsismo político-emocional la Presidenta está derivando estrategias acaso temerarias.
La más importante es la prescindencia del aparato peronista como actor principal de su campaña.
La marcha hacia octubre se sostiene en la idea de que, dada la magnitud de su recuperación, podrá ganar las elecciones sin ayuda.
Es la razón, dicen en Olivos, por la que se aconseja el adelantamiento de algunas elecciones provinciales (en rigor, el desdoblamiento había sido decidido el año pasado, cuando los gobernadores temían un derrumbe nacional)

Ese menosprecio por los líderes territoriales pone en duda la idea de que uno de ellos integre la fórmula presidencial.
La última hipótesis de la señora de Kirchner es hacerse secundar por Juan Manuel Abal Medina, el vicejefe de Gabinete.

El movimiento peyorativo hacia el PJ tradicional se consuma con las colectoras bonaerenses.

Esa ingeniería es la mejor prueba de que, más allá de cualquier insinuación, la Presidenta es la candidata.
Si no, ¿de qué otro candidato colgaría su lista Martín Sabbatella?
Los intendentes ya no confían en el gobernador y esperan que Florencio Randazzo abogue ante la Presidenta para evitar la jugada.

Esta tensión también dejó rastros anteayer en el Congreso: la plaza estaba casi vacía y los caudillejos del conurbano se contaban con los dedos de una mano.

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