"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 1 de marzo de 2011

Las palabras y los hechos

Editorial I / LA NACION

Tras auspiciar durante años una política de rencor, la Presidenta anunció que hay que terminar con los enfrentamientos

Debe reconocerse que las declaraciones de la jefa del Estado sobre la necesidad de poner fin a los enfrentamientos entre argentinos hechas días atrás, en Miramar, eran acreedoras a una repercusión mucho más intensa que la obtenida.

Es verdad que en esa ocasión la presidenta Cristina Fernández de Kirchner no dijo nada que no se esperara de alguien que ocupa la Casa Rosada por decisión del voto popular.
Es verdad que tales declaraciones, nada menos que en su boca, han estado lejos de constituir una novedad en el repertorio de manifestaciones convencionales de los políticos que se autoproclaman como encarnaciones vivas de la democracia.
Pero, precisamente porque lo que a continuación ha de reproducirse ha sido poco habitual, tanto en su gobierno como en el de su desaparecido marido, es que corresponde otorgarle el justo lugar a lo que constituyó la esencia más jugosa, e inesperada, de aquel acto en una de las renombradas ciudades balnearias de Buenos Aires.

"Tenemos que terminar con la Argentina de los enfrentamientos", proclamó la Presidenta.

Claro que hay que terminar con los enfrentamientos, y con urgencia, porque el país se nos va de las manos, como un enfermo que se desangra sin remedio.
Bastaría que la Presidenta se resolviera a consolidar en los hechos, como enseña la pedagogía de los buenos maestros, esa política que por primera vez ha enunciado como si estuviera entre las entrañas profundas de su alma.

Enhorabuena, pues, que la Presidenta nos haya sorprendido con la noticia de que ella ha nacido "para construir".
Esa noticia está en oposición a lo que significa la destrucción de valores y la tristeza y desaliento de un país sumido en los enfrentamientos sin cuartel auspiciados, créalo o no, por la política de rencor auspiciada desde el pináculo del poder político nacional desde el 25 de mayo de 2003.

Sí, es necesario construir, y construir fraternalmente entre los hombres y mujeres de este país, y con la intervención de los extranjeros de buena voluntad dispuestos a participar del proyecto de compartir, para ellos y sus descendientes, un mismo destino.

Quisiéramos que sus palabras de Miramar, además de ser ratificadas hoy, en el mensaje por la inauguración de las sesiones del Congreso, se tradujeran cuanto antes en la realidad por la que claman, no ya los más caros sentimientos de la nacionalidad, sino el sentido común que se violenta con la intemperancia absurda, con el maltrato de argentinos y extranjeros, y hasta con disparates como el de pretender prohibir a diplomáticos de otro país que hablen con el periodismo nacional.

Sí, coincidimos, plenamente, con la observación presidencial de que "tenemos que ser más inteligentes, más democráticos".

Coincidimos, mucho menos, en cambio, con el señalamiento hecho a los partidarios de la señora Fernández de Kirchner de que la misión de cada uno de ellos es convencer a los demás de las bondades del modelo político económico.
En primer lugar, porque no creemos que haya habido modelo alguno de gobierno.
Lo que ha habido, en todo caso, ha sido un insólito estilo de gobernar, con el que estamos en desacuerdo.

Y, en segundo lugar, porque la democracia no consiste en convencer a los demás de la superioridad de las propias ideas, sino en la voluntad sincera de confrontarlas con otras a fin de que de la comparación se extraigan las mejores experiencias.

No ha sido, pues, un fenómeno plausible que las palabras presidenciales de Miramar hayan tenido en el espacio político argentino el recorrido fugaz de una onda cinética que se agota por sí misma, sin consecuencia verificable alguna en la opinión pública.

Dejemos constancia de que ha habido algo nuevo de parte de la Presidenta; registremos ese acontecimiento, no sólo para demandar la coherencia que cabe preservar entre las palabras y los hechos, sino también para que conste que aquéllas han sido contrastadas con otras anteriores que han estado en las antípodas.

En esa materia, el "archivo", como suele decirse en la jerga policíaca puesta en boga por el ex presidente Kirchner, es de pródiga riqueza.

Vale la pena recordar, por razones de actualidad, aquellas fatídicas declaraciones del viaje a Libia, en 2008, cuando la Presidenta, con la espontaneidad que la caracteriza en los actos públicos, trazó un paralelo, hoy tan inoportuno, entre su carrera y la de quien ha gobernado ese país con mano de hierro durante 41 años.

Como se sabe, además de la antigua admiración de Fidel Castro, Khadafy, sumó en los últimos años el entusiasmo ineficaz del nicaragüense Daniel Ortega y del venezolano Hugo Chávez.

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