"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

viernes, 22 de abril de 2011

Semana Santa: Todo se ha consumado

La Virgen de la Piedad de la Mortaja


«¿Qué sentís, cofrades sevillanos, cuando un cortejo de negras capas escancia los doce silencios de la noche en Doña María Coronel?
Un muñidor tañerá las sombras junto a muros conventuales y no habrá más sonidos que el de la contera del pertiguero izando o descendiendo los dieciocho violáceos ciriales.
Toda la calle se hará tibia Mortaja para el impresionante Misterio en cuya cúspide se alza —Ella sola, adivinada Luz— la Piedad»
(Del pregón de Semana Santa de Enrique Osborne Isasi de 1983)

enrique osborne isasi / sevilla
Sevilla tiene una relación especial con el tiempo.
Y con la memoria de ese tiempo.
Hace tan solo cinco días comenzamos nuestro año con palmas rizadas y brotes de olivo.
Con el sol de la alegría universal en nuestros rostros, en los globos de los niños y en las cinturas de nuestras mujeres.
Cinco días después ese tiempo concluyó.
Y hoy viernes de gitanos en la cruz y sábado de soleanos postreros lloramos, desconsoladamente, en el tanatorio de nuestra memoria y de nuestro tiempo.
—Y hoy, Enrique, lloramos esa pérdida en una ciudad convertida en tanatorio…
Enrique Osborne apura su zumo de naranja. Piensa.
Y dice:
«Ha pasado la hermosura. El gozo de vivir más profundo y distinto. De ahí la gravedad de estas jornadas. Desde la Hermandad de la Carretería hasta la Sagrada Mortaja hay otro aire en Sevilla…»
—¿El aire final, la expiración del año especial de los sevillanos?
—Es como si experimentáramos nuestra finitud. Aún sin quererlo. Con la misma Expiración del Cachorro parece agotarse nuestro tiempo de gracia.

Enrique Osborne, siendo muy niño, en la calle Francos, algo sobrehumano lo empujó a hacer y decir algo que no tenía anotado en la agenda de aquel día.
Delante de él, con muy poca gente en la calle, regresaba sobre su solidez de calvario de caoba, el Cristo de los Negros.
Un pellizco en el alma lo empujó a decirles a los costaleros:

—¡¡Ánimo valiente!!
Y de los subterráneos de caoba del Calvario de la negritud salió una voz anónima, emocionada, agradeciendo el detalle.

—Gracias amigo…
Sin la memoria que nos forja nuestro tiempo exclusivo, es imposible que surjan filósofos de la escuela sevillana que comprendan que espacio y tiempo en Sevilla se funden, en el agujero negro de nuestra sentimentalidad, en una realidad distinta, inexplicable, emocionante, angustiosa cuando se trata de elevar a belleza la fealdad incorregible del final.
«El viernes y el sábado Santos son días de contemplación y ensimismamiento.
Los faroles de cola del Mayor Dolor perdiéndose en la bruma interior de la calle Rodo al doblar para su Capilla, San Isidoro subiendo la Cuesta del Rosario, la Mortaja perdiéndose por Doña Maria Coronel.

Hasta el Cachorro cuando se despide por el puente de vuelta no deja esa sensación de ausencia que gravita sobre estos días…
Recogida como el día la Cofradía de los Servitas por Santa Isabel, sones últimos en mi barrio de la Soledad y Montserrat…»
Y con el secreto del tiempo y la memoria, de la contemplación y el ensimismamiento en el libro de su corazón exclama Osborne:
—¡¡Cómo suenan las marchas fúnebres cuando aroman de melancolía la noches de estos días!!
Nuestro tiempo local lo hacemos universal a elevar a conclusión filosófica la alianza entre la belleza y la muerte.
Solo así se puede uno echar a la calle a vivir los días del tanatorio.
Los días más tristes porque nos quedamos sin Amor.
En una especie de limbo donde la nada lo es todo.
Luego la belleza supera a la muerte y la memoria forja nuestro tiempo de primaveras, azahares, lirios y globos de Bob Esponja. Osborne se confiesa
—¿Sabes una cosa, Félix?

—Dímela…
—El día que el Jefe me lleve con él una de las cosas que le voy a preguntar es dónde está y quién es aquel costalero de Los Negritos que siendo un chaval me dijo desde su trabajadera:
—Gracias amigo…

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