"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

sábado, 30 de julio de 2011

ARGENTINISMOS - Martín Caparrós



Democracia

sust. fem. sing., argentinismo: régimen político basado en la entrega del supuesto poder ciudadano a un pequeño grupo de especialistas altamente desprestigiados, llamados políticos. Se sostiene en un mito que pretende que el pueblo gobierna porque una vez cada tanto vota por esos políticos, transformados en candidatos de quienes nadie espera que cumplan lo que prometen.

(...)

A la democracia, además, le falta una de las grandes ventajas de las dictaduras: que permiten el consuelo de extrañar la democracia, la esperanza de que en democracia todo va a ser mejor. En democracia, en cambio, uno de los argumentos principales para defenderla es el miedo a esa dictadura. Es, sobre todo, el recuerdo del horror el que ha hecho de la democracia un tótem indiscutible: nuestra religión cívica. Es difícil vivir sin certezas absolutas, sin un valor incuestionable, sin alguna convicción definitiva -dicen que en algo hay que creer. El problema de las certezas absolutas es precisamente ése: que son certezas, que son absolutas, o sea: que obturan la posibilidad de pensarlas, la posibilidad de revisarlas. Y en general lo que nos impide pensarlas, revisarlas es el miedo.

Es triste pensar desde el miedo -pero es lo más frecuente: el miedo siempre ha sido uno de los grandes motores de la reflexión. No hay nada más humano que el miedo: si algo nos distingue de otros animales es esta asombrosa capacidad de prever y, por lo tanto, de temer. El miedo a la muerte, el miedo al sinsentido, el miedo a la inmensidad tan oscura y ajena han producido algunas de las mayores construcciones de la cultura humana: las religiones, tanta filosofía. El miedo, está claro, nunca ha sido zonzo -así que tira brutas piedras y esconde sus manos. El problema es cuando se ve la hilacha en sus tejidos.

- Ya le dije, qué bueno que tenemos democracia.

- ¿Ah, sí, por qué?

- Y, porque tenemos democracia.

- ¿O sea?

- ¿Cómo, todavía no entendió? Porque no tenemos dictadura.

Para eso sirve también recordar los horrores: para recordarnos que debemos pensar la democracia en función de la dictadura, que no debemos compararla con ella misma sino con el espanto que la precedió. O sea: para convencernos de seguir pensando desde el miedo de ese horror y, por lo tanto, mantener que cualquier cosa va a ser mejor que aquello.

Así se construye el culto de la democracia, único dios. Ese miedo es uno de los efectos más fuertes, más eficaces de la dictadura militar de hace treinta años: instalar en la famosa Memoria (ver Setentismo) la idea de que cualquier tentativa distinta es peligrosa, la idea de que no hay otra opción que el capitalismo con delegación política o, dicho de otro modo: esta democracia de delegación. Para eso sirvieron, también, aquellos crímenes: para convencernos de que preguntar, cuestionar, dudar es peligroso -y que mejor conformarse con lo que hay.

- Pero usted vio lo que fueron los otros sistemas. Un desastre. ¿Qué quiere, que seamos como Rusia? Ya sabe: puede que la democracia no sea buena, pero todos los demás son peores.

- ¿Y usted cómo lo sabe? ¿Usted conoce todos los demás?

- Claro, cómo no los voy a conocer.

- Nadie puede conocer lo que no existe.

Ése es la otra parte del truco: convencernos de que hay que comparar con lo que conocemos. Lo que hizo que la humanidad cambiara un poco a través de los últimos diez mil años fueron esos nabos que compararon con lo desconocido: con la imaginación, con los deseos. Si no fuera por esa actitud estaríamos muy cómodos rumiando pterodáctilo a la piedra en el living de la caverna 26. O, con suerte, seríamos súbditos del rey de España y su metrópolis y nos la estaríamos pasando bomba pipa.

Abundan los que citan, supuestamente, a sir Winston Churchill, duque de Marlborough, último gran imperialista británico: dicen que dijo que “la democracia es mala, pero no hay ningún régimen mejor”. La trampa sofista es evidente. Lo mismo podría haber dicho Séneca, un suponer, en Roma, año 64: el esclavismo es malo pero no hay nada mejor. O Pascal, París, 1650: la monarquía absoluta tiene sus problemas pero no hay nada mejor. Y habrían tenido razón, probablemente: no había, en cada uno de esos momentos, nada mejor. Lo que los dejó atrás -lo que hizo que los hombres ya no fueran propiedad de otros, o que un solo hombre dejara de tener derecho de vida y muerte sobre todos los demás por la gracia de Dios- fue la convicción de que esos regímenes eran peores que otros que todavía no se conocían, que sólo podían, entonces, ser imaginados, ser buscados.

(...)

Argentinismos es una exploración de las palabras que atraviesan la Argentina actual, las ideas y los hechos que configuran lo que somos y lo que creemos ser. Democracia, política, peronismo, kirchnerismo, setentismo, memoria, ejército, segurismo, derecho sumanos, lagente, villero, honestismo, presidenta, campo, inepsia, crispación, progresismo, relato, trucho, modelo, Él, militancia, aguante, elecciones, futuro son algunos de los términos que Martín Caparrós examina para establecer un recorrido despiadado y sugerente por nuestra sociedad, por nuestras vidas.

Argentinismos nos interpela en su tentativa de entender de qué hablamos cuando hablamos de la Argentina de hoy: qué decimos, por qué, para quién. En contra de la trampa de la polarización entre el oficialismo y la oposición, Caparrós analiza el modelo económico, la inseguridad, la corrupción, la pelea mediática, las nuevas militancias, los conflictos sociales, el descrédito político, las opciones posibles, a la vez que perfora la trama cerrada del relato impostado de los poderes y la expone en toda su desnudez.

Argentinismos es un libro para pensar el país, más allá y más acá de cualquier gobierno: un ensayo provocativo y sutil, una larga reflexión que apela a la inteligencia y a la sinceridad más cruda y se rehúsa a aceptar, como únicas posibilidades de nuestro futuro, la resignación o la farsa.

Este sitio está destinado a la discusión, al debate, tanto como cada capítulo de Argentinismos está pensado en función a ese fin. En cada entrada, el visitante encontrará fragmentos de esas palabras -de esos capítulos- que definen, de cierto modo, a esta patria. Que el lector que vaya a entrar, no abandone su espíritu ni sus propias palabras para la polémica.

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