Por Carlos Berro Madero
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“La mayoría de las personas son como alfileres: sus cabezas no son lo más importante” - Jonathan Swift
Algunos simpatizantes del gobierno, distribuidos aquí y allá, han opinado en estos días -casi desaforadamente-, sobre el triunfo de Mauricio Macri en las recientes elecciones de la Capital Federal.
Parodiando a Ortega y Gasset, podríamos decirles a Fito Páez, Horacio González, Jorge Coscia, Ricardo Forster y otras figuras representativas de la nueva cultura “progresista”, que sus convicciones parecen constituir “su límite, su confín y su prisión”.
Algunos de los términos de sus cartas abiertas parecen enfatizar alguna disonancia mental no resuelta, en espíritus que parecen poseídos por algún don desconocido de “verdad suprema”, en algún caso, o una extraña indisposición estomacal, en algún otro.
A raíz de sus pronunciamientos, hemos llegado a la conclusión que el movimiento kirchnerista sigue abjurando del concepto que encierra la palabra “civilización”. Esta es, antes que nada, voluntad de convivencia.
Y son inciviles y bárbaros en la medida que nunca cuentan con los demás, “porque la barbarie es tendencia a la disociación” (siempre Ortega).
Pero hay algo más: el lenguaje. La oscuridad de palabras y frases cacofónicas ante las cuales uno se queda petrificado, revelan la incoherencia de alguna de sus ideas, que consideran absolutamente taxativas sobre lo que ocurre y a las que “no les hace falta nada más”.
Es decir, no tienen interés en escuchar nada que se les oponga, y menos aún, si el pensamiento de otros llega a través de la decisión de resolver en forma autónoma y libre su postura mediante instrumentos de su propia competencia, como resulta ser la emisión del voto.
Vivir es sentirse limitado. Nadie es superior a nadie en la elección de sus preferencias. Y nada es imposible que ocurra en este terreno. Además, existen disposiciones que protegen el orden de expresar dichas preferencias, sin que nadie deba molestarse por ello.
¿No será que el kirchnerismo ha rescatado como “efecto colateral” la esencia sectaria e intolerante subyacente en muchos argentinos bastante mediocres?
Es curiosa su pertinacia en condenar –siempre de manera casi estentórea-, la opinión de quienes no piensen “como se debe”. Es decir, como ellos creen “que se debe”.
Parecen sufrir de permanentes ataques de necedad, y sobre el particular quizá habría que dedicarles una frase de Anatole France: “un necio es mucho más funesto que un malvado; porque el malvado descansa algunas veces; el tonto, jamás”.
El encono en calificar a sus adversarios, revela la insuficiencia para descubrirse a sí mismos y compararse con otros, ya que no aceptan bajarse de una tarima a la que se han encaramado todos estos años, desde donde insisten una y otra vez con sus discursos cacofónicos y disonantes.
¿Serán como los alfileres que describe Swift con tanta agudeza?
Carlos Berro Madero
carlosberro24@gmail.com
Gentileza en exclusiva para NOTIAR
Boletín Info-RIES nº 1102
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Estudio de las Sectas (RIES), Info-RIES**. En este caso les ofrecemos un
monográfico ...
Hace 4 semanas
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