"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

sábado, 30 de julio de 2011

La realidad tan esquiva



Midachi. Del Sel relegó al kirchnerismo al tercer lugar en Santa Fe y encendió las alarmas del Gobierno.

Por James Neilson*


Ilustración: Pablo Temes.

Felizmente para la presidenta Cristina, las elecciones nacionales no se deciden en la Capital Federal, Santa Fe y Córdoba, es decir, en las partes más desarrolladas del país.
Si, como prevén no solo sus simpatizantes sino también muchos que no la quieren, consigue triunfar en octubre por un margen suficiente como para ahorrarle una segunda vuelta en la que podría caer derrotada, será merced en buena medida a los votos de la multitud de pobres que viven en el conurbano bonaerense y las provincias más atrasadas que, según los presuntamente informados sobre lo que está pasando por la mente colectiva de casi la mitad de la población del país, no se han visto afectados todavía por los vientos de cambio que están soplando con fuerza en los centros urbanos relativamente prósperos y en zonas agrícolas donde no se ha olvidado la guerra kirchnerista contra el campo.

Aunque Cristina –como Carlos Menem en los años noventa– no depende por completo de los votos procedentes de las zonas más necesitadas que colindan con la Reina del Plata, de no ser por ellos le sería imposible conservar el poder.
Es en la Argentina semioculta que solo hace sentir su presencia en las elecciones para entonces salir del radar mediático donde, para frustración de los demás, los populistas encuentran la reserva de votos que les permite mofarse de sus adversarios.

Por motivos comprensibles, quienes viven al borde de la indigencia suelen ser conservadores y clientelistas; se aferran a lo poco que tienen, y al caudillo populista de turno, sin querer arriesgarse optando por “proyectos” novedosos que podrían perjudicarlos.
Los dispuestos a pensar en la conveniencia de probar suerte con algo distinto son por lo común los que se sienten más seguros de sí mismos, razón por la que las rebeliones contra el statu quo son más frecuentes en momentos de bonanza.
Por paradójico que parezca, pues, la sensación cada vez más difundida –intensificada diariamente por una tasa de inflación que está entre las más altas del planeta– de que “el modelo” está por ingresar en una fase turbulenta, podría constituir la carta de triunfo de Cristina.

Así y todo, el estado mayor K tiene buenos motivos para sentirse preocupado por lo que está sucediendo en el país.
Auscultarlo no le es sencillo, ya que en el cuarto oscuro cualquiera puede repudiar a quienes se creen dueños de los votos de un sector particular.
Aun más impresionante que las derrotas que fueron sufridas por Daniel Filmus en la Capital Federal y Agustín Rossi en Santa Fe, fue la brecha inverosímil que se abrió entre las expectativas tanto oficialistas como opositoras por un lado y los resultados de la elección por el otro.
Parecería que los sondeos de vísperas de sendas jornadas e incluso los de boca de urna no sirvieron para captar lo que se proponía una franja muy significante del electorado.

Por cierto, nadie había previsto que en la Capital Federal Mauricio Macri aventajaría a Filmus por casi veinte puntos o que en Santa Fe habría trece puntos de diferencia entre el comediante Miguel del Sel y el combativo kirchnerista Rossi, ni que el Midachi casi se las arreglaría para superar a Antonio Bonfatti, hazaña que, afortunadamente para él por ser cuestión de un humorista que se enorgullece de su virginidad política, no pudo rematar.
En ambos distritos, se suponía que los candidatos K obtendrían muchos más votos de lo que efectivamente cosecharon.
¿Es igualmente falso o, si se prefiere, desactualizado, el consenso de que, a pesar de anomalías que pueden atribuirse a excentricidades locales, Cristina está en condiciones de ganar por nocaut en octubre, aunque solo fuera porque la oposición siga irremediablemente fragmentada?

Son muchos los que esperan que lo de “Cristina ya ganó” resulte ser una ilusión.
Elisa Carrió dice creer que “estamos viviendo un final de régimen”, pero sucede que desde hace varios años tanto ella como otros opositores están asegurándonos que está por terminar de una vez el ciclo K, si no es que la mutación así supuesta ya se ha dado sin que el Gobierno se haya enterado de la noticia. Si bien tarde o temprano los hechos confirmarán los vaticinios en tal sentido –en política nada dura para siempre–, pocos realmente confían en que en octubre más del sesenta por ciento del electorado nacional opte por acompañar a los porteños y santafesinos que aprovecharon la oportunidad brindada por elecciones locales para informarnos del fastidio que les ha producido la prepotencia cristinista.
Como señaló Hermes Binner, “el 78 por ciento de los santafesinos votó en contra de Cristina Kirchner”; agregó Bonfatti, con cierta ironía, que se trataba de “un voto castigo a querer imponer un pensamiento único”, aspiración esta de los militantes K más fogosos y menos tolerantes.
Están en lo cierto los dos progresistas, pero como la Capital Federal, Santa Fe siempre ha sido un distrito muy atípico.

Además de asestarle un golpe a Cristina, muchos santafesinos dieron un rapapolvo amonestador a Binner y Bonfatti al apoyar a Del Sel, un candidato que a juicio de sus detractores representaba la “antipolítica”.
Es su forma de decir que fue cuestión de un voto protesta contra una clase política anquilosada y grisácea que, no obstante sus rivalidades internas, propende a actuar como una corporación, privilegiando sus intereses comunes por encima de los de la ciudadanía rasa.
La propuesta, en cuanto hubo una, de Del Sel, tuvo más que ver con el pragmatismo administrativo y la reivindicación de ciertos valores arcaicos como los vinculados con la honestidad, el repudio de la corrupción y el respeto por el hombre del campo que con los temas ideológicos que son tan caros a kirchneristas, socialistas, radicales y, a su modo, peronistas anti-K, y que a juicio de ciertos pensadores oficialistas hacen de la política algo más que una competencia por puestos gubernamentales o legislativos.

Para Binner, el que en la provincia que gobierna con cierto éxito su hombre haya tenido que conformarse con menos del 39% de los votos fue una advertencia.
Aunque el socialista cuenta con admiradores entre la intelectualidad independiente, sorprendería que su candidatura presidencial levantara vuelo en las semanas que nos separan del 23 de octubre; a lo sumo, servirá para privar de votos valiosos al radical Ricardo Alfonsín, lo que, desde luego, ayudaría a Cristina a mantenerse alejada de todos sus contrincantes.

El más beneficiado por la elección asombrosamente buena que hizo Del Sel en Santa Fe fue, cuando no, su padrino Macri, el que a esta altura estará preguntándose si no cometió un error estratégico al bajarse de la carrera presidencial para concentrarse en la ciudad de Buenos Aires.
Si el país está viviendo “el final de régimen” detectado por Lilita, un candidato con el perfil del jefe porteño estaría entre los mejor ubicados para tomarle el relevo a Cristina.
A diferencia de los demás dirigentes opositores que a menudo brindan la impresión de pertenecer a la misma familia, la de los políticos de siempre, Macri parece encarnar una alternativa auténtica a la Presidenta y su corte Nac & Pop, no una versión acaso menos soberbia de Cristina pero en el fondo bastante similar.

En vista de que hasta ahora lo más impactante de las elecciones locales importantes ha sido la cantidad de votos castigo dirigidos contra la Presidenta, de haber decidido Macri competir en la arena nacional ya pudiera haberse adelantado sustancialmente a Alfonsín, Eduardo Duhalde, Binner, Carrió y Rodríguez Saá, posibilitando así la polarización tan temida por los estrategas K.
Sería lógico; en otras latitudes por lo menos, es normal que “centroizquierdistas” y “centroderechistas” se alternen en el poder.
Después de ocho años de kirchnerismo supuestamente progresista, debería estar aproximándose la hora de un antídoto de características más conservadoras, pero para el electorado no ha resultado del todo fácil encontrar lo que busca entre los aspirantes a desplazar a Cristina, de ahí el triple empate –muy por debajo de la intención de voto de la Presidenta– que registran los nada confiables sondeos de opinión.

Macri tiene los ojos puestos en las elecciones previstas para el 2015, por suponer que para entonces el ciclo K sí se habrá agotado y el país estará reclamando un gobierno menos caprichoso y muchísimo más eficaz que el de Cristina.
El buen desempeño de Del Sel le ha permitido soñar con una red de partidarios populares en el resto del país, pero no puede sino entender que en la Argentina construir un aparato político nacional es una tarea hercúlea.
Asimismo, aunque desde hace tres semanas el ingeniero es el referente opositor número uno del país, como aprendió luego de las elecciones legislativas del 2009, en política las alianzas suelen ser meramente coyunturales.
A menos que se muestre capaz de repartir votos a granel, quienes hoy en día están cortejándolo no vacilarán en tratar de bajarle las ínfulas si por algún motivo creen que es de su interés hacerlo.

Si bien en el tramo final de la carrera electoral los dirigentes opositores, encabezados por Duhalde, querrán disfrutar de su restpaldo con la esperanza de recibir votos de quienes en otras circunstancias lo apoyarían, sabrá que, una vez celebradas las primarias y la elección presidencial, dejará de serles útil.

* PERIODISTA y analista político, ex director de “The Buenos

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