"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

viernes, 8 de julio de 2011

Los corruptos

La corrupción les sale barata a los corruptos y, todavía peor, no está lo suficientemente mal vista...


MANUEL MARTÍN FERRAND / ABC.es

EL encanto de los sondeos de opinión, si es que tienen alguno, reside en su capacidad para convertir en número, incluso con decimales, la percepción que todos tenemos de la realidad circundante.

Antes de su decimonónica invención —en USA, naturalmente— la valoración cuantitativa circulaba del poco al mucho pasando por el bastante; pero la técnica se ha ido perfeccionando y, bien alimentada por sus clientes principales, los partidos políticos y otros grupos e instituciones de escasa ambición científica, nos permite saber que el 85,6 por ciento de los españoles creen que en nuestro país la corrupción está «muy» o «bastante» extendida.
Quizás para compensar tan negativa valoración de nuestra triste realidad nacional, existe un 0,2 por ciento de ciudadanos que, posiblemente instalados en la inopia, piensan que no hay corrupción y que, si la hubiere, está muy poco extendida.
En esto me sumo a la mayoría; pero no desde mi convicción democrática, sino a partir de lo que Baura llamaba la malvada observación del paseante.

Algunos piensan, y así vienen diciéndolo desde hace siglos, que la corrupción es inherente a la naturaleza humana.
Si fuera de ese modo, la proporción entre corruptos e íntegros tendería a ser pareja entre todos los grupos de actividad y, por lo que llevamos visto, en los conventos de clausura se dan menos casos de esta peculiar infección moral que en los Ayuntamientos.
Es, natural o inducida, muy preocupante que, de cada diez ciudadanos, solo uno y medio estén a salvo de toda sospecha.

En un intento de clasificación de la corrupción en los partidos políticos, siempre según el Centro de Investigaciones Sociológicas, el CIS, el PP es el más corrupto de todos y, en una escala del 0 al 10, merece una nota de 6,95. El PSOE sale algo más favorecido en este retrato sociométrico.
Es 54 centésimas menos corrupto que su principal opositor: 6,41.

Lo que sí parece claro, y tiende a explicar muchos de los fenómenos sobrecogedores que padecemos y alteran nuestra vida ciudadana, es que la corrupción es mucha, muchísima, y que, decimales aparte, se prodiga por doquier como una evidencia más del mal funcionamiento de un Estado en el que sus tres principales poderes viven amancebados.

La corrupción les sale barata a los corruptos y, todavía peor, no está lo suficientemente mal vista por quienes la sufragan con un doloroso esfuerzo fiscal.
No basta con imputar a quienes parecen inmersos en el fenómeno.

Habrá, para empezar, que retirarles el saludo —la muerte civil, el ostracismo— y, después, encerrarles en un lazareto lejano de todo lo público, fuentes incluidas.

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