“Aquel que permite que abuses de él, te conoce” - William Blake
El domingo 14, a las 21:00 hs, descubrí que todos mis papeles se habían quemado y que, básicamente, desconocía por completo la idiosincrasia de la mayoría absoluta de mis conciudadanos.
Todos mis análisis políticos previos, augurando catástrofes para el “cristinismo” en las urnas, razonados y argumentados, cayeron ante la contundencia de un resultado que ni el propio Gobierno esperaba.
La principal de esas predicciones –“doña Cristina no se presentará”- fue el que más ruido hizo al estrellarse contra el suelo, en medio del ridículo al que la empujaba el 50,7% exhibido por el FpV.
El mismo domingo aprendí que, cuando la gente tiene plata en el bolsillo, prefiere la paz de lo conocido que el desafío implícito en cualquier cambio, aún cuando mantener la situación preexistente implique olvidarse de la inseguridad, de la inflación, de la monstruosa corrupción, de los saqueos a todas las cajas disponibles, del insostenible festival de subsidios, de la división de poderes, del control de los actos del Ejecutivo, o sea, de la República.
En estos días, como todos sabemos, están corriendo ríos de tinta intentando explicar lo ocurrido; por ello, me niego a seguir engrosándolos. Varios de los opinólogos, inclusive, están hablando de fraude.
No creo que, más allá del 4 o 5% habitual en el Conurbano, donde es muy difícil conseguir y mantener la fidelidad de los fiscales, es impensable, de todo punto de vista, que una ventaja de 38% sobre los segundos pueda explicarse de este modo.
Más, si pensamos que doña Cristina ganó holgadamente en la Ciudad de Buenos Aires -donde el aparato del Pro pudo controlar el escrutinio en las mesas- en las provincias de Santa Fe y Córdoba -en las cuales los respectivos oficialismos tenían el control- y en los pueblos chicos del interior, donde todos se conocen.
Creo, en cambio, que la escena que, finalmente, apareció cuando se levantó el telón debe mirarse a la luz de la famosa frase de Bill Clinton:
“Es la economía, estúpido”
Tal vez por los golpes que recibió en el pasado, muchos de ellos autopropinados, la ciudadanía argentina es, indudablemente, cortoplacista.
Y hoy, a muchos les va mejor que antes.
Que el hecho de que la soja cotice a quinientos dólares, por ejemplo, no tenga nada que ver con las políticas del Gobierno, no ha evitado que muchos que se benefician con eso hayan votado a doña Cristina; me refiero no tanto al productor sino a los que prestan distintos tipos de servicios a la producción, desde almaceneros, farmacéuticos, vendedores de camionetas y automóviles, inmobiliarias urbanas, que hoy son mayoría en las localidades del interior.
La mayor prueba de ello es que, en Rauch, la “patria chica” de Mario Llambías, uno de los cuatro mosqueteros de la Mesa de Enlace, perdió frente a don Julián Domínguez, el Ministro de Agricultura que ningunea a esos representantes del campo, por la indecible goleada de 53% a 3%.
Sin embargo, y tal como vengo afirmando en estas notas cuando hablo de temas económicos –y sin ser para nada original-, el próximo período de la señora de Kirchner tendrá enormes desafíos –los subsidios, el déficit fiscal, el atraso cambiario, el déficit energético, la fuga de capitales, la necesidad de mucho mayor inversión privada, la inflación, etc.- por delante, que deberá superar utilizando herramientas ortodoxas, o financiar recurriendo a las pocas fuentes de ingresos aún disponibles para el Gobierno, cualquiera sea el mecanismo a utilizar.
Ese excelente periodista llamado Tomás Bulat, dijo –y concuerdo con él- que el “cristinismo” primero actúa y, más tarde, diseña la explicación ideológica que justifique y adorne su acción, como sucedió con la confiscación de los ahorros privados en las AFJP’s, con el Fútbol para Todos, con la pseudo nacionalización de Aerolíneas Argentinas, con el uso de las reservas del Banco Central, etc..
Con los números que arrojaron las P.A.S.O., creo que doña Cristina aún obtendrá mejores porcentajes en octubre, y readquirirá el control de ambas cámaras del Congreso.
Éste volverá así a transformarse en una mera escribanía del Gobierno, y la mansa Corte Suprema, manchada por las conductas personales de don Zaffaroni que se han hecho públicas, por la perversa tolerancia a la politización y a la corrupción de la Justicia y al desacato de las resoluciones de los jueces, no será precisamente quien esté dispuesta a proteger a los ciudadanos de los abusos de poder.
Doña Cristina se presentó ante la sociedad, en la noche del domingo y en la conferencia de prensa brindada poco después, con un rostro más humano y agradable, lejos de la confrontación y de la crispación a las que nos tenía acostumbrados.
Con ello, permitió que algunas personas vieran la posibilidad de un viraje hacia la cordura y la legalidad en el Gobierno.
Don Magnetto, que el domingo a la noche debe haberse preocupado mucho, por ejemplo, pudo quizás haber respirado un poco más tranquilo, ya que el Ejecutivo no tiene ya enemigos de fuste a la vista y ha quedado probado que los grandes medios no influyen en el voto de la sociedad.
Sin embargo, esa presunta paz ha durado menos que un suspiro, pues el mismo martes don Mariotto se ocupó de presionar a los jueces para que actúen rápidamente contra el grupo Clarín, en una muestra de qué piensa el “cristinismo” de la división de poderes.
Baste recordar, entonces, que muy a pesar del discurso proselitista de 2007, cuando prometía mayor institucionalidad en el país, doña Cristina actuó en sentido contrario durante los últimos cuatro años.
La viuda de “él” forma parte de los primeros magistrados –Menem, De la Rúa y Kirchner- analizados por Romina Manguel en su libro “Yo te avisé”; con justicia, pues ella nos hizo saber, durante el mandato que terminará el 10 de diciembre, qué haría si obtenía su renovación.
Los argentinos fuimos a las urnas, y cinco de cada diez optamos por ella en las P.A.S.O., claramente a sabiendas.
El tiempo dirá si fue una decisión acertada, pero no tengo ninguna fe en ello.
Por hoy, es suficiente.
Voy a intentar quitar las manchas que dejaron mis papeles quemados y, sobre todo, a colaborar en el embrionario intento de construir una alternativa democrática para hacerse cargo del timón cuando el “cristinismo”, cumplido su nuevo período constitucional, lo deje vacante.
Buenos Aires, 17 Ago 11, Día del Libertador.
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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