"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

viernes, 16 de septiembre de 2011

Estado y corrupción

Por el Dr. Jorge B. Lobo Aragón (*)

Las sociedades tienen esencias que es necesario mantener para su vida, para su permanencia, para que siga siendo satisfactorio pertenecer a ellas.

Características relacionadas con sus costumbres, con sus tradiciones y, sobre todo, con la moral.

A la pérdida y al falseamiento de estas conductas que se han visto como sanas, deseables, estimables, ejemplos a exponer para ser imitados, es a lo que en general llamamos corrupción.

El echarse a perder, el podrirse, el morir, son inevitables en todos los seres vivos, que algún día hemos de terminar corrompidos en un sepulcro.

Pero de la sociedad esperamos que no se muera, que siga viviendo para bien de nuestros hijos, y que siga sana, robusta, vigorosa; es decir, con cambios que no sean muerte sino crecimiento, adelanto, cultivo, ascenso.

Lo que aflige son las corrupciones de las costumbres, de la moral.

Hay otras también afligente, como las del idioma, de la literatura, de los usos y prácticas, de la urbanidad y de la cortesía, pero que están más alejadas del quehacer político y de las responsabilidades del estado.

El estado no tiene la función de constituirse en maestro de moral.

Aunque sí tiene la obligación de aplicar aquella recibida por la sociedad y reconocida por sus miembros esclarecidos

 Y además el estado tiene la obligación de no patrocinar las corrupciones de la moral que aparecieran entre los funcionarios -sobre todo, los altos funcionarios- que se desempeñan en su administración.

Que algunas inmoralidades se verifiquen, se denuncien, y que el estado dé vuelta la cara como diciendo “nada tengo que ver con esto” es, en la práctica, lo mismo que patrocinar, promover, apadrinar la inmoralidad, que queda expuesta ante la ciudadanía sin que nada la evite ni la corrija.

No hay comentarios: