"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

miércoles, 26 de octubre de 2011

De blancos, mestizos y votos

En la Argentina, por suerte, no existen prejuicios raciales, ¿no?
¿Usted qué piensa? ¿Somos un “crisol de razas”, como cándidamente nos decían en los textos escolares? ¿O acaso descendientes de europeos y “cabecitas negras” no llegamos a integrarnos y fundirnos en un solo pueblo?
Cuanto menos, es discutible.

La clase media argentina -entre la que se cuenta con seguridad más del 90% de los lectores de N&P- tiende a creer que los políticos son un mal congénito de la Democracia, una especie de maleza que inexorablemente destruirá buena parte de lo que cultivemos, cuando no todo.
Sospechamos que a quienes componen esa maleza, los otros -siempre son los otros- la ponen a cuidar nuestra huerta, aún a sabiendas de que jamás tocaron una pala y de que no podrían evitar que se les secaran hasta los más resistentes plantines, incluso cuando quisieran. Claro que, además, no quieren. Más bien persiguen lo contrario, o sea, quedarse con nuestros tomates, nuestras zanahorias y nuestros puerros. Eso suponemos.
Sin embargo, no es tan así.
¿Quién pone a esa “maleza" a gobernar?

Lejos está la Argentina de ser, étnicamente, la Europa sudamericana.
La mayoría de los argentinos, sin dudas, es mestiza; mezcla de los blancos que llegaron del Viejo Continente con mulatos e indios americanos, que se dio a lo largo de cuatro siglos.
Basta con recorrer las mayores concentraciones poblacionales suburbanas para verificar esta afirmación. Sólo los núcleos de las grandes ciudades y ciertos pueblos pequeños del interior tienen mayoría de habitantes blancos, y unos pocos más están dispersos por el campo, generalmente rodeados de trabajadores también mestizos.
Y quiérase o no, blancos y mestizos lejos estamos de haber completado la integración social y cultural. Hay muchas diferencias entre las costumbres de unos y otros, y entre esas diferencias hay que contabilizar la distinta percepción que ambos grupos tienen de la política.
Entre otras cosas, esas diferencias generan distintas prioridades a la hora de elegir gobierno.
Como nadie actúa naturalmente en contra de sus propios intereses, los mestizos votan, en términos generales, distinto que los blancos.
No faltará quien pretenda presentar, con ejemplos individuales o de pequeñas aglomeraciones, una supuesta contradicción entre esta tesis y la realidad.
No alcanzará con esas monedas para tapar la luna de la mayoritaria experiencia histórica.

Los intelectuales

En el marco de la descripción de la columna central, cuesta mucho más entender el comportamiento de buena parte de los sectores intelectuales progresistas, que apoyaron durante décadas –lo siguen haciendo en estos días- las políticas populistas y demagógicas del peronismo, aún a costa de condenar a millones de argentinos a una subsistencia deshumanizada.
La falta de acceso al único pasaporte al desarrollo, la educación, los condenó a vivir una vida mucho más limitada.

¿Cuáles pueden ser las posibles explicaciones que justifiquen esa actitud?
Hay dos o tres posibles respuestas a considerar.
La primera, más obvia, es la que postularía que esas millones de almas habrían tenido -y tendrían hoy en día- un destino peor aún que el aquí descrito.
Que no sólo no se habrían integrado al resto de la población, sino que probablemente sufrirían marginaciones mucho peores que las actuales.
Algo similar a lo que ocurre con las poblaciones autóctonas de otros países de la región, como por ejemplo Bolivia.
Otra posibilidad es el posible convencimiento de que los verdaderos culpables de que esa mitad del país siga tan postergada sean los poderes económicos internos o, primordialmente, externos, contra los que el peronismo, más que nadie, estaría librando una batalla épica desde más de medio siglo atrás.
La tercera opción, y la más cruel, resume las dos posibilidades restantes:
"La propia ignorancia de esos intelectuales o, peor aún, la prioridad de cuestiones ideológicas por sobre las consecuencias de sostener ciertas ideas sobre la humanidad de tanta gente"
Sea cual fuere la respuesta, lo cierto es que aún en las dos primeras opciones estos intelectuales están convirtiendo en carne de cañón a millones de argentinos que no pueden defenderse por sí solos.
Ya que aún aceptando la posibilidad de que en su momento hubiesen tenido un destino peor de no ser rescatados por Perón, a esta altura de la evolución, conformarse con eso sería miserable.

Una de las posibles traducciones de esta cuestión al lenguaje de la realidad política es la habitual diferencia entre la manera de votar, por ejemplo, en los conurbanos -gran Buenos Aires, gran Rosario, etc.- y las grandes urbes propiamente dichas.
Y no es una novedad que haya surgido de la pelea entre el actual gobierno y el campo, sino una verdad incontrastable desde la universalización del voto y, en particular, desde la precaria industrialización que el peronismo fomentó para reemplazar importaciones al final de la segunda gran guerra.
Desde entonces, mediados del siglo pasado, la población mestiza vota mayoritariamente por el peronismo. Perogrullo dirá que ello ocurre porque ése fue el sector político que más los favoreció.
¿Fue realmente así?

Es una discusión que lleva algunas décadas ya, sin que se haya alcanzado algún grado de acuerdo entre los actores enfrentados en el debate.
Están los convencidos de que Perón sacó a esa “mitad" del país del ostracismo, no sólo económico sino social y político.
Están también quienes sostienen que, por el contrario, logró condenarlos a una pobreza transgeneracional, pues organizó una monumental fuerza laboral a la que privó de la herramienta más importante par el desarrollo individual: la educación.
Vale recordar que uno de los lemas favoritos de Perón por esos tiempos fue “alpargatas sí, libros no"
Por supuesto, entre estos últimos se esconden aquellos que más que una crítica argumentativa expresan algún tipo de odio visceral por ese enorme movimiento y, por qué no, por los “cabecitas negras".
Entre los primeros se camuflan los que creen que defendiendo esas “causas populares" hacen méritos suficientes para considerarse integrantes del progresismo universal.
O sea, hay mucho gorila y mucho demagogo suelto en ambas veredas.
Lo cierto es que el peronismo siempre ha sintonizado mucho mejor que el resto de los partidos con los postergados mestizos.
Desde Perón en adelante supo cómo asegurarse, de las maneras más diversas, la fidelidad de esa vasta masa de población, con un cómplice guiño de ojo y mucho asistencialismo. 

El radicalismo sólo pudo, en ciertos momentos, aprovechar una pobreza dirigencial circunstancial de sus adversarios y hacerse provisoriamente del poder con apoyo de una parte de aquellos sectores.
Pero tan pronto como encontró a quien lo supo conducir, el peronismo volvió a recuperar el poder, a veces sin siquiera esperar los tiempos constitucionales previstos para ello.
La clase media, por otra parte, como bien lo dijera el filoso filósofo –juego de palabras funcional al margen- Guy Sorman en un reciente reportaje, nunca tuvo el peso que muchos le asignaron y que ella misma creyó tener, al menos en las cuestiones políticas.
Seguramente lo tuvo en temas culturales y económicos, pero no en los políticos.
De manera que no es difícil predecir que todavía tendremos muchos gobiernos de corte populista y demagogo en, por lo menos, la primera mitad de este siglo.

El peronismo seguirá teniendo preeminencia a la hora de las urnas, sin más condicionamiento para ello que repetir el juego del gatopardo que siempre ha jugado, salvo en los pequeños paréntesis en que la soberbia le hizo creer que no necesitaba ni siquiera salvar las mínimas apariencias.
La clase media se seguirá achicando de a poco, hasta llegar a ser una expresión muy minoritaria.
Y esto se dará por una combinación de los dos factores referidos hasta aquí:
"La consecuencia de las políticas orientadas a satisfacer las mínimas expectativas de las grandes masas mestizas suburbanas que proveen, como retorno del círculo “virtuoso", de poder al peronismo; y la mayor tasa de natalidad que se registra en esos sectores de la población por sobre los de las urbes que ocupa la clase media"


Ver en esta descripción vestigios de discriminación sería miope.
La discriminación se produjo en el pasado medio siglo y fue casi criminal.
Y sin embargo fue aplaudida por los mismos discriminados.

Por Enzo Prestileo
31/10/2008

No hay comentarios: