"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 3 de octubre de 2011

Honor asesino

Editorial / La Vanguardia

EL honor es, según lo define el diccionario de la Real Academia Española en primera acepción, una cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo. Una cualidad, por tanto, deseable en cualquier ser humano y, a priori, irreprochable.
Sin embargo, el honor se asocia también al asesinato.
Nos referimos a los llamados crímenes de honor, frecuentes todavía en el mundo islámico, y que suelen tener como víctimas a jóvenes, a menudo niñas, cuya elección sentimental no coincide, por motivos de casta, económicos o religiosos, con los designios paternos.
En tales casos, los padres, hermanos o familiares de la mujer que osa elegir a su pareja por amor se sienten en el derecho de matarla para lavar el honor familiar.
Así lo reconocen determinadas leyes.
Y en esta idea se instruye en ciertas sociedades a los más jóvenes.

Entrado el siglo XXI, las dimensiones de este fenómeno son todavía enormes.
Se hace difícil llevar una contabilidad exacta del número de crímenes que se cometen cada año en nombre del honor familiar, puesto que muchos suceden en zonas remotas y se amparan en el silencio cómplice de la comunidad.
Pero se sabe que cada año se cuentan por decenas de miles.
Y que no sólo se producen en zonas atrasadas: también los hay, aunque menos, en los países occidentales donde residen importantes comunidades de emigrantes.

En nuestra edición de ayer recordábamos un crimen de honor particularmente odioso: el asesinato este verano en Pakistán de seis hermanas (dos por mantener relaciones que sus padres desaprobaban, las otras cuatro por encubrirlas); y, también, la extensión del fenómeno y los esfuerzos de algunos países asiáticos para contenerlo, endureciendo la legislación y aplicando a quienes la desafían las penas más severas. Por desgracia, estos crímenes de honor, que pueden cebarse también en víctimas de una agresión sexual o en mujeres que cometen adulterio, anhelan el divorcio u optan por la homosexualidad, siguen produciéndose.

Desde una óptica occidental, la idea de imponer a una mujer los intereses o creencias familiares sobre el libre albedrío sentimental tiene ya poco recorrido.
Pero lo que resulta en todo caso inaceptable es esa pretensión de salvar el honor familiar recurriendo al crimen.
Presentar lo que desemboca en asesinato de un ser querido como expresión de una cualidad moral constituye un absurdo sangrante.
Conviene, por tanto, aplaudir las reformas legales emprendidas en países como India para combatir esta plaga bárbara, y apoyar a las organizaciones humanitarias que luchan con el mismo fin.

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