Editorial | La Vanguardia
La receta de Alemania para solucionar la crisis del euro presenta cada día que pasa mayores dudas sobre su eficacia.
Es cierto que la presión política de Angela Merkel para introducir disciplina en las finanzas públicas de los estados más endeudados de la eurozona, ayudada por la presión determinante de los mercados financieros, ha logrado que todos ellos estén aplicando o vayan a aplicar de forma inminente duros planes de ajuste para corregir sus excesos.
Los casos más clamorosos han sido los de Grecia e Italia, que acaban de cambiar sus gobiernos bajo la práctica imposición de Alemania.
La extensión del rigor fiscal germano a los países periféricos del sur es un gran éxito político-económico. Sin embargo, puede malograrse rápidamente por el estancamiento económico que propician los propios ajustes fiscales, sin planes alternativos de crecimiento, y por la exigencia constante de mayores tipos de interés a la deuda europea que presentan los mercados financieros, dominados por la especulación.
Es urgente frenar en seco, de alguna manera, el encarecimiento creciente de la financiación de buena parte de los estados del euro.
Si eso no se logra, la mayor carga financiera de los presupuestos públicos invalidará los ahorros que se puedan hacer con los ajustes presupuestarios, se harán necesarios nuevos recortes del gasto público y algunas economías podrían caer en una profunda recesión que arrastraría a las demás.
El proceso que se ha generado es infernal.
Ni Grecia, que es un caso extremo, ni Portugal, ni Italia, ni España pueden soportar tipos de interés del 7% o más.
Estos niveles, que España e Italia superaron ayer, suponen tanto como situar a estas dos grandes economías europeas en zona de rescate.
Pero igualmente Francia y Bélgica ven como el coste de su deuda pública alcanza cotas récord.
Las actuales primas de riesgo –diferencial con el bono alemán a diez años– son insostenibles.
No puede admitirse por más tiempo que los bancos se financien prácticamente a coste cero en la Reserva Federal estadounidense y al 1% en el Banco Central Europeo (BCE) y que, luego, buena parte de esa ingente masa de liquidez se dirija a especular contra la deuda europea para lograr rentabilidades mucho mayores, sin apenas riesgo, ya que mal que bien cuentan con la garantía de los países de los que dicen desconfiar.
Es un auténtico absurdo.
No sucede en Estados Unidos, ni en Gran Bretaña, ni en Japón –tanto o más endeudados que Europa– porque los bancos centrales intervienen activamente en los mercados de deuda para evitar que sus respectivos países se financien a costes excesivos.
Pero eso no lo puede hacer el BCE con la intensidad que sería necesaria porque Alemania se opone por considerar que es inflacionista y desincentivador de los necesarios ajustes.
Merkel cree que la disciplina fiscal y la mayor coordinación económica y presupuestaria bastan para salvar el eurvo.
Evidentemente son condiciones necesarias, pero no suficientes, como la realidad demuestra.
La activa intervención del BCE, a una escala infinitamente mayor que la actual, es imprescindible para evitar la asfixia económica de la zona euro.
Alemania no lo ve así –o no lo quiere ver– porque no tiene urgencias.
Actualmente se financia prácticamente a coste cero –al haberse convertido su deuda en un valor refugio–y vive una situación excepcional de empleo.
Pero, a medio plazo, la crisis europea le afectará gravemente.
Boletín Info-RIES nº 1102
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Estudio de las Sectas (RIES), Info-RIES**. En este caso les ofrecemos un
monográfico ...
Hace 1 mes
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