...
Las respuestas se diluyen, bifurcan y multiplican.
Hay una fuerza interior indescriptible que me lleva a navegar por el placentero mar de la escritura y allí mi barco pierde el rumbo y mi mano ya no es mía y mi espíritu se transforma y mi ser percibe la sensación de ser “el otro”: el que escribe.
Y transito caminos: oscuros y lumínicos, sedientos y con agua, frescos y templados.
Hay un laberinto que me lleva profundo, voy descendiendo escalones y abriendo los cerrojos de mi alma, mirándome hacia adentro y percibiendo las voces que me llaman
Siento el desgarro y el placer al mismo tiempo y la soledad se instala con la dulce compañía...
Estoy solo, muy solo, aislado en el rincón del gozo y del dolor mancomunado.
A veces el naufragio llega pronto y las palabras se desparraman en el espacio de una hoja manchada... moribunda, herida, carente de sentido.
A veces los vocablos llegan en torrente torbellino como una cascada que brota a borbotones y otras veces se anclan en el puerto seco de la incertidumbre.
A veces me preguntan porque escribo.
Y yo no sé explicar a ciencia cierta esta increíble vibración en la que el alma flota.
A veces me pregunto porque escribo.
Quizás para erradicar tanta locura contenida o tal vez por ese deseo inconsciente de ganarle a la muerte.
La duda es siempre la enemiga y la frase, esa extraordinaria compañía.
No sé si soy poeta, narrador o dramaturgo... sólo voy cosiendo palabras con el hilo invisible de la entrega...una entrega que llega hasta el despojo...
Y me quedo desnudo... y la humildad me inunda, y me inclino ante mi espíritu que fluye... me entrego, así, sencillamente y soy “el otro”.
Entonces, la noche va poniendo nombres y las cosas cotidianas se transforman... el dolor es dulce como un veneno que me quema... y me asalta el amor por la ventana... y hay estrellas en manteles nuevos... y la taza de café ha venido de visita, deslumbrante.
Y los pájaros picotean por las sillas, las cárceles abren todas sus compuertas y se estampan los astros en los vidrios...
Las lágrimas son la lluvia cristalina y la carcajada está dando serenata sentada en el farol de una esquina...
Y me voy de visita con mí mismo a recorrer un universo poblado de extrañezas sin moverme de mi sitio... y las palabras se descalzan y caminan por la orilla del viento para abarcar el mundo.
Y hoy estoy acá para decirte un poco de ese mundo...
También estoy desnudo con mi alma que te confiero como un acto de amor, humildemente.
No sé si te gusta, siquiera, lo que escribo...
Pero te lo doy, sencillamente... te lo concedo.
A veces me preguntan por qué escribo.
A veces me pregunto por qué escribo.
No lo sé... pero lo entrego.
(Fragmento del Recital Poético: “A veces me preguntan...”)
Carlos Alberto Boaglio
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