Editorial
| La Vanguardia
En la carrera contra reloj en que está la zona euro
("estamos entrando en un periodo crítico de diez días para completar y
concluir la respuesta de la Unión Europea a la crisis", según el comisario
de Economía , Olli Rehn), los ministros de Finanzas han acordado sentar las
bases del Fondo Financiero de Estabilidad Europeo (FFEE), destinado a dar
garantías sobre el cobro de la deuda soberana, que fue acogido con sobriedad
por los mercados.
La actuación conjunta ayer de los principales bancos
centrales sirvió para revelar las dificultades de la economía global que están
en el fondo de decisiones similares.
China también dio oxígeno a sus bancos. Y es que
todo es hoy dar aire a las economías.
Vivimos momentos difíciles, donde las posibilidades
no son infinitas y los bancos lo viven de manera directa bajo el temor de una
crisis crediticia (credit crunch) –también en dólares– generalizada.
El recorte de Standard & Poor's de la solvencia
de 15 grandes bancos mundiales mostró el socavón en que han caído las finanzas
mundiales.
Y es sobre esa base de precariedad que el acuerdo
logrado sobre el FFEE no alcanzó la cifra del billón de euros deseada para
cubrir las emisiones de deuda de los países con problemas, pero esta limitación
(siempre es así) no fue una decepción para los mercados, mayormente dispuestos
a transacciones.
Mirando más de cerca, el fondo cubrirá entre el 20%
y el 30% (1/4) de las emisiones de los países en dificultades, y dado que
tendrá unos recursos de 250.000 euros, su capacidad de intervención rondará ese
billón de euros.
Se hizo hincapié en una deseable cooperación del FMI
y en la creación de una plataforma abierta a los inversores extranjeros.
Pero como dijo el presidente del FFEE, Klaus
Regling, la financiación del fondo es un proceso más que un recurso cerrado.
De hecho, toda la unión monetaria se encuentra
actualmente en proceso; no hay solución inmediata, es como una casa en obras
por reformas en la que los arquitectos prometen una vivienda mejor y más
segura.
En momentos como los actuales, el FFEE promete
soluciones –aunque sean parciales–, pero también causa problemas.
Por ejemplo, bajo su protección, habrá dos clases de
bonos, los asegurados y los que no, habiendo muy pocos incentivos para
conservar estos últimos.
Y, además, la mera existencia de tal seguro
presupone que hay países que pueden caer en impago, algo que hasta hace poco se
negaba taxativamente.
Hay riesgo de que algunos países queden por ello
marcados.
Por todo ello, el FFEE, que tiene problemas para
colocar sus bonos en el mercado, será de momento una herramienta más, junto con
la promesa de crear en el futuro eurobonos y la posibilidad de hacer cambios en
los tratados de la UE para lograr una mayor coordinación fiscal, que utilizar
contra los vendavales.
En el servicio de urgencias en que está integrada la
zona euro, y a la espera de la cumbre del 9 de diciembre, los cuidados
intensivos vendrán seguramente del BCE, que podría rebajar el tipo de interés
al 1% y ofrecer financiación a los bancos a devolver en plazos más largos –se
habla de dos o tres años–, de modo que puedan hacer frente a los fuertes
vientos en contra.
Esto es, que puedan superar las tentaciones propias
de un credit crunch (es decir, la de utilizar sus recursos para cubrir sus
propias necesidades de capital y las de los gobiernos) y den préstamos a
empresas y particulares.
Eso también da, y cómo, estabilidad a las economías.
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