CRISIS DEL EURO
BERLINER ZEITUNG BERLÍN
Angustia, alarmismo, miedo al Apocalipsis: para el
futurólogo Matthias Horx, el hombre no se guía por los hechos, sino por su
estado de ánimo. Y esto también se aplica a la crisis del euro. - Matthias Horx
En su nueva novela de suspense, The Fear Index [“El
índice del miedo”], el historiador y escritor de éxito Robert Harris describe
cómo hacer fortuna explotando el miedo.
La trama es la siguiente: el doctor Hoffmann, un
médico de gran ingenio (con ciertas similitudes a Edgar Allan Poe), antiguo
investigador del acelerador de partículas LHC, desarrolla un hedge fund (fondo
de inversiones) informatizado.
En cuestión de milisegundos, el VIXAL-4 es capaz de
buscar en la Web signos de pánico a través de términos como terrorismo, alerta,
horror, fin, declive, crisis, bancarrota, peligro, ruina, inquietud o accidente
nuclear.
Desde que los indicadores parpadean, puede apostar
sobre una caída de las cotizaciones y acumular así miles de millones en tan
solo unos segundos.
El hedge fund
registra un crecimiento anual del 80 %.
Como es natural, se produce un giro en la historia.
La máquina empieza a especular sobre su propio jefe, sembrando el pánico.
El matrimonio, la familia y la psique del héroe
acabarán hundiéndose al igual que el conjunto de la economía mundial.
Supongamos por un instante que esta ficción sea
desde hace tiempo real y que la crisis de la eurozona sea únicamente resultado
de una angustia colectiva.
Una angustia que se intensifica. Que se propaga.
Que merodea de cerebro en cerebro.
Una infección colectiva.
Para alimentar el sistema, ni siquiera se
necesitaría un ordenador central del tipo HAL o Gran Hermano. La
"crisis" tan sólo existiría porque todos creen en ella.
Y aquí oigo a los oráculos de la crisis que me
dicen: ¿es que no existen hechos que se pueden constatar?
¿No son los bancos los responsables de la crisis del
sector inmobiliario, no han impulsado a los países europeos a endeudarse?
O su variante: ¿nuestros irresponsables dirigentes
políticos no han actuado continuamente contra los mercados tirando por la
ventana y sin pudor el dinero del contribuyente, a costa de las generaciones
futuras?
Expectativas
colectivas ficticias
Quizás desde hace tiempo todo eso ya no tiene
ninguna influencia.
En su nuevo libro, Mood Matters [“El humor
importa”], el futurólogo y genio de las matemáticas John Casti demuestra cómo
el estado de ánimo condiciona la historia.
Y lo hace con un argumento radical: lo que decide el
futuro no son los acontecimientos del mundo real, sino exclusivamente las
expectativas colectivas ficticias.
Como decía Epícteto hace más de 2000 años: "Lo
que trastorna a la gente no son los acontecimientos, sino la idea que se hacen
de los acontecimientos"
Los perversos especuladores no son los únicos que
especulan contra el euro.
Desde hace
tiempo, una industria del miedo y del pavor actúa en los medios de
comunicación, que se basan esencialmente en la demagogia de los titulares
impactantes. "Ambiente apocalíptico en la eurozona"
"El fin del imperio del capital"
"Adiós a la prosperidad".
Una serie de profesores furiosos acuden a perorar a
los programas de debate con el mensaje de "yo ya lo sabía".
En cada debate nuevo, la pequeña melodía del miedo
sube una octava.
¿Acaso esta "fearconomy" [economía del
miedo] no ha sustituido desde hace tiempo a una economía real que debe apostar
por el cambio, el ajuste y la renovación?
Terrorismo, alerta, horror, fin, declive, crisis,
bancarrota, peligro, ruina, inquietud y accidente nuclear: ¿no forman estos
términos el modelo económico más formidable de todos los tiempos, si
consideramos que el hombre está angustiado en lo más profundo de su ser?
"Estamos profundamente convencidos”, confía el
doctor Hoffmann en la novela de Robert Harris, “de que la información en sí
misma, la interconexión del mundo entero, es la causa de la corriente de pánico
mundial.
Y con ella podemos ganar dinero, ¡muchísimo
dinero!"
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