Por: Martín Caparrós | EL país.es
Salta a la vista: lo mejor que tiene el peronismo kirchnerista es su capacidad
Muchos dicen que persistir es de necios: las condiciones cambian, los contextos cambian, las ideas para cambiar.
O, según matices: para variar, mudar, rectificar, torcer el rumbo, permutar, renovar, innovar, reformular, rehacer, corregir, darse vuelta –y más sinonimia aproximada. cambian, el cambio cambia, y hay que saber adaptarse y cambiar.
G. Marx lo tenía claro, y la mayoría de los políticos actuales, pero hay pocos en esta Argentina que lo hayan entendido mejor que el reducido núcleo kirchnerista.
O, por lo menos, eso creo y sostenía el otro día ante varios amigos. Me refutaban airados, así que decidí emprender una breve revisión de cómo, en estos años, este peronismo supo cambiar varios ejes principales de su política de gobierno.
–el primer caso que muchos argentinos recordamos cuando pensamos en la versatilidad de este gobierno, tan preocupado e interesado por los medios, es su relación con el Grupo Clarín (aka) la Corpo.
Durante cinco años fue su mejor aliado, el receptor de sus prebendas y primicias; un día de 2008 los doctores Kirchner descubrieron que había publicado tapas a favor de la dictadura de 1976 y lo convirtieron en su enemigo principal: por los principios, claro.
El cambio, que puede parece menor a quienes no lo hayan sufrido in situ, ocupó más espacio político y mediático que casi nada en la Argentina actual: un observador desprevenido pensaría que torció el rumbo de la historia criolla o algo así.
–lo mismo –lo contrario– pasó con el asistencialismo.
En 2008 todavía, la licenciada Alicia Kirchner, ministra de Desarrollo Social, decía que la idea de una asignación universal, que grupos opositores proponían, era “simpática pero reduccionista”, y explicaba que “si te quedás en la asistencia, la gente también se queda en la asistencia. Tenés que ayudar a promover la dignidad que quiere la gente. Yo voy a cualquier lugar y nadie me pide un plan. Eso lo escucho nada más en los pseudoexpertos. La gente me dice que quiere armar una cooperativa o una textil. Si la asistencia es un taller familiar, les estás dando una oportunidad. Pero si es la asistencia simple de un ingreso y encima limitado, no les estás dejando nada. ¿O alguien puede pensar que el problema de la pobreza se soluciona con cien pesos?”. Después, la ministra pensó que lagente se equivocaba, o que ella, o que vaya a saber. En cualquier caso, el gobierno de los doctores Kirchner lanzó en 2009 la Asignación Universal por Hijo, la medida que sus seguidores más reivindican. La Asignación Universal por Hijo da a los padres de tres millones y medio de chicos pobres 270 pesos por mes por chico: aunque muchos quedan afuera todavía, la AUH provee cobertura asistencial a muchos que antes no la tenían; se la presenta como un gran ejemplo de redistribución de la riqueza.
–otra de las grandes adaptaciones del gobierno peronista fue el matrimonio gay: durante cinco años la mayoría oficial bloqueó su tratamiento parlamentario, hasta que en 2009 descubrieron que pocas cosas podían importarles más que ofrecer a todos la posibilidad de casarse con quien quisieran. Hubo, allí, un cambio decisivo en la etiqueta: “casamiento gay” era una reivindicación bastante sectorial; en cambio “casamiento igualitario” parecía involucrar a todos.
La idea prendió.
El año pasado, cuando el gobierno lanzó una serie de afiches con sus logros sintetizados en una palabra, igualdad estaba ilustrada por una manifestación de homosexuales y lesbianas. La igualdad, que la revolución francesa acuñó para impedir que la fortuna o nacimiento causaran diferencia ante la ley, se convirtió en un concepto de género. Fue todo un cambio.
–para los que puedan imaginar que todas las mudanzas fueron en la misma dirección, el tema del aborto les ofrece lo que mi tátara habría llamado “un rotundo mentís”. Durante el gobierno del doctor Kirchner su ministro de Salud, González García, hizo del derecho a decidir uno de los ejes de su política sanitaria. Entre otras cosas, publicó una Guía para aclarar qué abortos no punibles debían practicar los hospitales públicos: casos de violación, peligro para la vida o salud de la mujer, incapacidad mental de la embarazada. La doctora Kirchner, en cambio, discurseó contra el aborto ya en su primera campaña y, presidenta, siempre se declaró en contra. Por eso la cuestión no se discute en serio en el Congreso y, muy a menudo, los abortos que la Guía prescribe no son practicados: los médicos arguyen claúsulas de conciencia para negarse a hacerlos –y el gobierno no hace nada para que se cumplan sus propias decisiones.
–al famoso “movimiento obrero organizado” le pasa lo mismo que al aborto –o algo parecido. Durante ocho años el kirchnerismo se apoyó en la CGT y su jefe, el camionero Hugo Moyano, era el primer trabajador –o el segundo–, un gran líder, un gran compañero. Desde hace unos meses el kirchnerismo lo considera un cuasitraidor –por internas que nos escapan y, supongo, también porque sigue pidiendo aumentos salariales por encima de la ficción de inflación oficial. Por eso días atrás la doctora Fernández dijo en un discurso que “alguien me dijo que en la Constitución peronista de 1949 no estaba el derecho de huelga. ¿Podrá ser posible?, O sea, cuando estaba Perón no había derecho a huelga; digo, por esos que lo reivindican a Perón y nos critican a nosotros”. Esos –más allá de los deslices de la prosa– vendrían a ser los sindicalistas peronistas con los que estuvo estrechamente aliada. Ahora que ya no, la doctora decidió que el derecho a la huelga tiene sus matices: “hay derecho de huelga”, dijo hace unos días, “pero no de chantaje ni de extorsión” -que vendrían a ser algunas huelgas.
–lo mismo se ve en ciertos temas económicos básicos. Los subsidios a las empresas más concentradas de servicios, energía, transporte y agro son un gran invento de las administraciones kirchneristas, que pasaron de distribuir 2.000 millones de pesos en 2004 a 75.000 millones en 2011 para que estas corpos ganaran fortunas y para que la clase media y alta despilfarrara electricidad y gas baratísimos a cuenta del Estado. Los subsidios fueron denunciados por distintos sectores; nunca con la energía con que ahora lo hace el gobierno. De pronto el discurso oficial convirtió esos mismos subsidios que inventó en una aberración que hay que corregir con decisión y urgencia, porque su existencia amenaza la esencia misma de la patria –o algo así.
–algo así está pasando en el tema petróleo. Los esposos Kirchner fueron grandes defensores de la privatización del petróleo criollo. En 1992, cuando su marido gobernaba una provincia petrolera, la diputada provincial Cristina Fernández dio un discurso inflamado a favor de la ley de privatización de YPF diciendo que “del dictado de esa ley depende hoy el envío de los 480 millones de dólares y el pago de nuestra parte en la licitación de las áreas ya concretada”.
Esos 480 millones se hicieron famosos porque los Kirchner, so pretexto de invertirlos mejor, los mandaron a algún banco extranjero y nunca más se supo. Pero, más acá de esas historias antiguas, durante sus presidencias los doctores Kirchner mantuvieron y mejoraron los contratos de petroleras inglesas, americanas, chinas, españolas que les permitían explotar casi sin explorar: no renovar las reservas.
Muchos advertían sobre el peligro; ellos no veían ninguno y seguían entregando yacimientos.
Hasta que, hace unas semanas, el gobierno se convirtió en el crítico más acérrimo –su acerrimidad, más allá de los cambios, se mantiene– de su política energética y de las petroleras, y empezó a murmurar en off sobre la posibilidad de nacionalizarlas –porque así no funcionan. Hay quienes dicen que lo hacen porque la baja en la producción hizo que el fisco esté gastando demasido en importar los combustibles que antes producía. O por quién sabe qué.
(La mudanza ha llegado, en esa misma área, al señor Eskenazi. El señor Eskenazi era cercano al doctor Kirchner, uno de sus mejores amigos en el “capitalismo de amigos”: Kirchner le ayudó a comprarse un cuarto de –no un cuarto en– YPF-Repsol. Tanto lo ayudó que esos maledicentes que habría que encerrar insistían en que el señor debía ser su testaferro o algo así. Pero en cambio ahora es uno de esos empresarios que el gobierno kirchnerista acusa de connivencia con sus enemigos –y amenaza con estatizarle la empresa que le ayudó a comprar hace cuatro años.)
–y, para cerrar este recorrido breve, el tema de la represión. “Este gobierno ha sido muy criticado por no reprimir las manifestaciones sociales y políticas. Hemos pagado costos porque se ha utilizado políticamente el hecho de que no reprimimos ningún corte, ninguna manifestación, ni aún en los momentos más difíciles de conflictos sociales”, dijo la doctora Kirchner año y medio atrás. “Prefiero pagar mil costos políticos por no reprimir antes de tener que lamentar la muerte de un argentino. Los que creen que reprimiendo se muestra autoridad, yo digo que no, eso no es autoridad”, decía que pensaba. Se ve que aquí también fue plástica, flexible –y ahora debe pensar otra cosa. Todavía falta que lo diga, pero no -es público y notorio- que lo haga.
Son ejemplos, nada más, pero cubren un espectro –¿un espectro? – amplio. Y creo que sí demuestran que el cambio principal que este gobierno ha introducido en el país ha sido acostumbrarnos al cambio. Porque su aptitud para el cambio es innegable y es, como forma de conducción, utilísima. Para empezar, les permite criticar lo que hacían hasta la semana anterior y empezar todo de nuevo todo el tiempo: ser siempre una fuerza crítica, renovadora, dispuesta a grandes cambios. Ser siempre oposición -en el poder.
Para seguir, explica y justifica la falta de programa, el hecho curioso de que el peronismo kirchnerista nunca expuso qué haría: gracias a esa precaución puede adaptarse y mutar todo lo necesario sin que nadie los aburra con mezquinos "pero ustedes prometieron que". Aunque lo más meritorio –lo verdaderamente original– es que hayan construido, sobre esas variaciones, una épica. La épica es la celebración de lo que persiste en su ser, de lo que nunca renuncia a sus metas: aquí, una épica con nombres propios y cargos propios celebra la mutación constante, la voltereta empecinada, la reforma permanente en la reforma.
Y un corolario, antes de cambiar de tema: tanto cambio, tal calesiterío debería convencernos de que no vale la pena preocuparse o alborozarse demasiado por las acciones del gobierno: lo único seguro es que, más tarde o más temprano, cambiarán.
Estos comentarios son un espacio para debatir los temas planteados en Pamplinas –no para el insulto o la descalificación. Por lo tanto, de ahora en más sólo se publicarán los textos que no contengan ataques personales al autor o a cualquiera de los participantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario