Por Diego Cabot | LA NACION
Anna Blume no vive en la Argentina.
Es la protagonista de El país de las últimas cosas , una novela magistral de Paul Auster.
El libro es un relato de una ciudad devastada por la destrucción y la decadencia.
Si el escritor norteamericano sentara a Anne Blume a estudiar el sistema de servicios públicos argentinos, posiblemente podría escribir, por lo menos, un par de capítulos.
Habría que buscar con lupa para encontrar un servicio público que no haya perdido la brújula desde hace tiempo.
Ahora les toca a la electricidad, el gas y el agua, que empezarán a pagarse a los
valores discrecionales que pone el Gobierno según el lugar en el que se viva, el consumo promedio y el costo de alimentar un insaciable sistema energético o sanitario deficitario.
¿Quién sino el Gobierno decidió excomulgar de las ganancias a los productores de gas argentinos para bendecir a los proveedores internacionales que venden a precio de mercado?
¿Quién sino el Gobierno decidió consolidar la dependencia de la energía importada?
¿Quién sino el Gobierno prefirió acusar a periodistas, expertos o empresarios de traidores a la Patria cuando se advertía sobre el deterioro del sistema en vez de hacer una autocrítica?
¿Quién sino el Gobierno optó por dejar caer todos los contratos y jamás avanzar en renegociaciones definitivas que permitieran tener reglas claras para exigirse mutuamente Estado y concesionarios?
Esta maquinaria de silencios, negaciones, retos en público y reprimendas primó estos años en el sistema de servicios públicos, de espaldas a los usuarios que vivieron anestesiados por tarifas de regalo.
El esquema fue un trípode perfecto:
"Funcionarios que amenazaban por teléfono; empresarios sumisos que negaron y callaron, y usuarios que pagaban monedas por consumir..."
El que hablaba era traidor, golpista o mentiroso.
Cada uno estaba cómodo en esa escenografía de papel apuntalada con dinero público.
Pero la cuenta creció y la billetera estatal empezó a hacer agua.
El escenario cambió.
Los funcionarios intentan explicar que pagar 250 pesos de electricidad por bimestre, cuando antes se pagaban 50, no es un aumento.
La diferencia se llama
"profundizar el modelo", "redistribuir el ingreso" o "progresismo"
Sacan cuentas, envían cartas, intiman a que los ciudadanos se declaren poco menos que indigentes, amenazan con que si algún descarriado comete el sacrilegio de querer engañar al Estado será sometido a un exhaustivo sistema de cruzamiento de datos, y lo que es peor, obligan a cada uno de los millones de ciudadanos que transitan por el Area Metropolitana a tener que identificarse con nombre, apellido y documento para poder acceder a una tarifa de oferta.
Habrá huellas de cada movimiento de cada uno de los pasajeros con boleto subsidiado.
Y eso en manos de un Gobierno que se ha caracterizado por el poco apego a las formas y por la discrecionalidad de muchas decisiones, no es poca cosa.
El mundo del
"Usted sí o Usted no, y sólo porque yo lo digo" está a la vuelta de la esquina.
Ya lo ejerce la AFIP con la compra de dólares o Guillermo Moreno con el control de los precios o de las importaciones.
Los ejecutivos de las empresas hablan de quebrantos millonarios, explican una y mil veces que este aumento no es para ellos, sino que va al Estado y miran el cielo rogando que el frío y el calor no sean extremos.
La Argentina no se puede permitir el lujo de bañarse con agua caliente, calefaccionarse, proveer GNC y producir al mismo tiempo.
Alguien tiene que dejar de consumir en épocas de frío.
En verano sucede algo similar.
Todos prefirieron callar estos años.
Funcionarios vengativos y empresarios timoratos fue una combinación perfecta.
Y por último, los usuarios.
Nadie se quejó, por ejemplo, de que AySA haya pasado a ser una empresa que necesita miles de millones de pesos para poder funcionar o para pagar sueldos de envidia.
La plata la ponía el Estado (1) y el agua salía monedas.
Ahora se deja ver la verdadera trama que se tejió en estos años.
Y aquel trípode ahora está desparejo: se inclina y el peso cae sobre la pata de los usuarios.
En el agua, el monto total de la boleta será 3,73 veces más que el actual, es decir, casi se cuadruplicará...
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(1) El Estado JAMÁS puso "algo"
Al Estado
lo mantenemos entre TODOS
El Estado ha saqueado a las AFJP, ANSeS y al Banco Central de la (ex) República Argentina
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