Por el Dr.
Jorge B. Lobo Aragón (*)
En Argentina la Corte Suprema, se pronunció sobre un fallo del Supremo Tribunal de Chubut, que autorizó la interrupción del embarazo de una joven de 15 años, que había sido violada por su padrastro.
El caso- ante un recurso extraordinario - sentó jurisprudencia respecto a que no es necesaria la autorización judicial previa para realizarse un aborto en los casos contemplados como "no punibles" por el Código Penal, reafirmando que cualquier mujer, y no solo aquellas con discapacidad mental, tienen el derecho a terminar con una gestación fruto de una violación, sin ser penadas.
Los médicos tampoco deben solicitar autorización judicial para estos procedimientos, lasque deben ejercitarse tras la presentación de una declaración jurada de la víctima o de su representante legal.
Si bien el fallo podía haberse declarado abstracto, el máximo Tribunal argumenta la existencia de una gravedad Institucional en razón de los numerosos casos de violaciones que se repiten a lo largo y ancho de todo el País.
En síntesis el Tribunal concede preminencia a los derechos de la mujer sobre la vida de un inocente.
Más allá de las consideraciones de hecho o de derecho argumentado por los firmantes, no existen motivos ni razón alguna que justifique la eliminación de una vida que no puede defenderse, de una vida inocente.
Aún en "el caso lamentable y triste de una violación".
Nada, amerita la realización de un aborto.
Cuando se realiza un aborto son dos las víctimas, "la de la madre y la de su hijo o hija en gestación, y ambas deben ser preservadas y respetadas, porque el derecho a la vida es el derecho humano fundamental”. “ El aborto nunca es la solución".
En nuestro vecino país el Uruguay se ha aceptado el aborto – aberración – y en México la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobó, y sólo para esa entidad, la ley penaliza el aborto a partir de la semana 12ª de gestación.
Se ha redactado la ley de una manera en la que se considera que antes de esa semana no existe el aborto, y en consecuencia, tampoco se trata de la muerte de un ser humano.
Algo inadmisible que se esta gestando en nuestro país
El asunto es grave y penoso en sí mismo.
Pero además lo es por otros puntos que lleva consigo.
Algunos círculos atacan a la Iglesia por las protesta que ha levantando en contra de esas leyes y sus consecuencias y en especial sobre el llamado histórico fallo del Alto Tribunal que deja sin duda alguna abierta la puerta al Congreso de la Nación para que actúe con amplia mayoría.
Dicen que nuestra Iglesia se está inmiscuyendo en asuntos que sólo le tocan al Estado.
En ese sentido se debe recalcar y sostener que hay
“Asuntos de humanidad que no se pueden reducir a lo meramente político”.
El asesinato, la discriminación, la injusticia, incluso la corrupción y el fraude político y otros temas sumamente graves por sus consecuencias, son asuntos que nos conciernen a todos los seres humanos, no sólo a los Argentinos, uruguayos y mexicanos, sino a todos los habitantes de este mundo que se jacten de tener un poco de humanidad.
“El aborto, la vida desde su concepción, es un Asunto Universal.”
Paralelamente también se arguye que la Iglesia es retrógrada, que está en contra de la ciencia, y que sigue viviendo en el siglo XIX.
Muy por el contrario es indubitable que la vida es un asunto de todos los tiempos; o estamos a favor de la vida o seguimos avanzando por el camino de la muerte.
No se explica cómo personas que están a favor de la naturaleza, por la no discriminación, a favor de los discapacitados, en contra de la guerra..., en este asunto que toca las teclas más sensibles de nuestra humanidad se desplazan y retroceden sin sensibilidad alguna.
De proceder como se hizo a las modificaciones, de los países aludidos (Uruguay y México), y siguiendo los lineamientos de la Corte de la Nación se abriría la puerta para que se cometan abortos en forma indiscriminada.
Es así, porque ninguna acción puede legitimarse sólo por el hecho de que se cometa con base en el juicio personal.
El juicio personal es justamente eso, personal, individual y, lamentablemente, muchas veces equivocado; sobre todo cuando está orientado no por el conocimiento y la verdad, sino por la pasión o lo político.
Aprobar legalmente que una madre decida terminar con la vida de su hijo aún no nacido, porque considere que su embarazo y la crianza de su hijo puede “afectar" su proyecto de vida y su desarrollo integral, resulta una justificación aberrante en sí misma.
Por ello es que se formulan las leyes, para evitar precisamente que el juicio personal lleve a cometer acciones tan monstruosas, como el que una madre no deje nacer a su hijo, sencillamente porque ello le resulte lo más práctico.
Las leyes siempre deben estar fundadas en la razón, la verdad y el bien; cuando así sucede, tales normas son legítimas y obliga a los ciudadanos a ajustarse a ellas. Pretender hacer ley algo equivocado, es una corrupción a la naturaleza de la misma.
Nadie niega el dolor y el sufrimiento que viven las mujeres que son violadas y abortan que, en ocasiones, trágicamente culmina con su propia muerte; tampoco se niegan las condiciones insalubres en las que muchas veces, personas sin escrúpulos y algunos sin conocimientos médicos, practican abortos.
Pero mejorar las condiciones de higiene y asegurar que quienes practiquen abortos sean especialistas en la materia, no atiende ni resuelve el problema de fondo.
Es cierto que la práctica de un aborto puede poner en riesgo la vida de la mujer que se lo realiza, pero lo que es seguro, es que se acaba con la vida de un ser humano ya concebido; por más que algunos sólo quieran ver lo primero.
Quienes abogan a favor de la legalización del aborto argumentan que la Iglesia y en general quienes se oponen a ello, fundamentan su posición en simples creencias, mitos y en ideas retrógradas y que con ello se está en contra de la ciencia; cosa que es totalmente falso.
Por el contrario, es la propia ciencia y no la Iglesia, la que establece que desde el momento en que un espermatozoide fecunda a un óvulo, surge una nueva vida; es el conocimiento científico y no las creencias religiosas, el que establece que a partir de la fecundación, ese nuevo ser vivo está esencialmente completo y que únicamente requiere tiempo para su desarrollo.
Es el avance de la medicina y no los principios morales ni los dogmas religiosos, la que ha registrado el proceso de desarrollo acelerado que el nuevo ser humano alcanza día tras día, semana tras semana, dentro del vientre materno.
Que no nos engañen, al menos en este tema, “no existe conflicto alguno entre ciencia y religión”.
Al contrario, la Iglesia fundamenta su posición justamente en el conocimiento científico, porque a fin de cuentas, la fe debe ser la continuación de la razón.
No es la fe la que lleva a la iglesia y a las personas a estar en contra del aborto, sino la certeza de lo que la ciencia reconoce: la vida humana inicia desde el momento de la concepción.
Por ello, el aborto es un crimen...
(*) Crónica y Análisis publica el presente artículo del Dr. Jorge B. Lobo Aragón (Abogado, ex Juez y Fiscal en lo Penal y ex Legislador) por gentileza de su autor.
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