EDITORIAL LA NACIÓN
Asusta el aumento de los delitos en el conurbano bonaerense y en la Capital, mientras la policía parece ausente
La ola delictiva no conoce freno en la provincia de Buenos Aires ni en la Capital.
De acuerdo con las estadísticas de la Procuración de la Corte bonaerense, la cantidad de investigaciones penales iniciadas en 2011 en todo el territorio provincial alcanzó a 627.995 causas. De ese conjunto, corresponden 104.462 al departamento judicial de Lomas de Zamora.
En esa cifra, la más elevada de la provincia, están incluidos los distritos de Almirante Brown, Avellaneda, Esteban Echeverría, Ezeiza y Lanús, que pertenecen al mismo departamento.
Por debajo de Lomas de Zamora se puede establecer un triste ranking en el cual se ordenan los departamentos judiciales de San Martín, San Isidro, La Matanza, La Plata, Mar del Plata y Bahía Blanca.
Los números son de por sí elocuentes y definen el perfil del estado de inseguridad que se vive, sobre todo en el conurbano bonaerense, pero del que no se excluye el resto del territorio provincial. Detrás de esas frías cifras hay dramas, hay dolor, hay muerte, hay heridos, hay pérdida de la libertad y de bienes y también mucho miedo.
Lo demuestran esas cifras, porque en la provincia de Buenos Aires se observa que los robos a mano armada han aumentado un 46 por ciento sobre los hurtos, los delitos contra las personas crecieron un 31%, y los robos agravados con lesiones y asesinatos se han incrementado en un 95,6%, lo que revela crudamente el grado de agresividad y violencia imperante en la delincuencia, que viene jaqueando a la población. Y algo más, muy desalentador: alrededor de la mitad de las causas iniciadas carecen de imputados, lo cual demuestra las fallas policiales y judiciales. Puede inferirse, por lo tanto, que ni la protección ni el resguardo ni la prevención de los delitos más graves que acosan al ciudadano, se cumplen con eficacia.
Es un hecho real que en tanto ha avanzado la actividad delictiva, la defensa que se espera de la policía ha disminuido; así, mientras los delincuentes obran por doquier, la presencia policial es menos visible aún en lugares que muchos reconocen como las áreas particularmente más peligrosas. Se ha comprobado, además, que las organizaciones criminales cuentan con recursos operativos y logísticos que acrecientan su peligrosidad.
Es imperioso, pues, que la policía gane en número y calidad de recursos humanos y técnicos para combatir exitosamente el delito y recupere así la confianza de la ciudadanía, que hoy se encuentra inerme
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