Por Gabriela Pousa (*)
Guste o no, la semana que pasó vuelve a confirmar que quién sigue marcando la agenda es la Presidente. Magnifica o silencia un tema como y cuando le place.
No hay límites en el horizonte, y sabe que puede hacer oscilar el humor social de manera que, aquellas especulaciones planteadas por algunos acerca de la preocupación de mandataria por la baja en las encuestas, no halla asidero en el marco de una sociedad volátil y pendular.
Es paradójico por otra parte, el comportamiento social, pues cuando los números son favorables a la jefe de Estado, pocos confían en los datos, pero cuando éstos la muestran debilitada, se convierten en fervientes creyentes de la opinión popular.
Hasta que no se acepte que nos movemos en microclimas que se mantienen cual ghettos, alejados de los demás, toda percepción del cauce político será una especulación más.
En ese contexto, muchos no comprenden la adhesión de un amplio margen del pueblo a la “expropiación” de YPF.
Ciertamente no hay lógica que explique la repentina aparición de banderas en balcones, o esa creencia acaso infantil de ser ahora más soberanos que antes.
Pero los sentimientos y las emociones no se explican con razones, y ante una ciudadanía dispersa y escindida, se beneficia el escenario para la manipulación de la autoridad.
Recuérdese que el “patrioterismo” comenzó a agitarse cuando la Presidente sacó de la galera a las islas Malvinas, en un claro testeo del clima imperante para otros avances.
Una vez terminada la puesta en escena, se analizó fríamente la reacción de la gente.
Se tuvo en cuenta que hasta gran parte de la llamada “oposición” se hizo eco de la causa, y lo que más gusta a la Presidente:
la aplaudió en un salón de la Casa Rosada.
No había duda, el hábitat estaba presto para avanzar sobre Repsol YPF, y simultáneamente hacer el lanzamiento de la nueva estrella guía de la Presidencia:
Axel Kicillof, irrumpió con todos los ingredientes del “estilo K”.
Un heredero perfecto: soberbio, pagado de sí mismo, avieso y dispuesto a defender hasta la cuadratura del círculo. .
Lo que siguió a todo ello, fueron debates estériles y simplistas en demasía: estatizar o privatizar.
La consigna se lanzó como todo en la Argentina, un Boca-River donde batirse a duelo por ideas que distan considerablemente de los móviles que llevaron al kirchnerismo a confiscar la petrolera.
No coincidimos con quienes creen ver un avance del marxismo de la mano del viceministro, por el contrario, se deja ver sin sutilezas un oportunismo maestro.
Los Kirchner fueron gestores de la privatización de la empresa en los 90, ¿eso significa que en aquella década el matrimonio era adepto a Mises, Hayek o Ferguson?
No, implica únicamente que les venía regio hacerse de los “morlacos” que dejaba la decisión de Carlos Menem.
Y lo mismo con éste.
¿Es hoy el ex presidente un convencido de la causa nacional y popular de los K?
En absoluto, su convencimiento pasa por el deseo de mantener la libertad y ahuyentar las causas judiciales que lo podrían volver a rozar.
Es cruda la realidad pero los patriotas en serio se extinguieron hace ya mucho tiempo…
Aunque aún hay capacidad de asombro, el kirchnerismo se maneja con una coherencia indiscutida desde el primer día.
Avalaron la creación de AFJP para después mostrar como éxito el saqueo,
vendieron en la campaña la imagen de Ella como componedora de relaciones internacionales,
y terminó abriendo grietas allí donde la calma era profeta.
Al perder las legislativas hablaron de diálogo, y muchos apostaron al mismo cuando, en rigor,
los Kirchner jamás permitieron un pensamiento distinto.
Hoy es justo decir que más allá de lo positivo o negativo que resulte este modismo, no hay otra fuerza en escena que demuestre mayor coherencia.
Y es a partir de esta desde donde debe analizarse la coyuntura política.
¿Si la Presidente se le plantó a David Cameron por qué no lo haría frente a Mariano Rajoy?
¿No sabe acaso Cristina Fernández que la medida adoptada puede acarrear situaciones complejas en el mundo de las finanzas?
Lo sabe con detalle pero su gobierno, desde que asumió, sólo atiende el “hoy”.
Y hoy, la mandataria necesitaba el aplauso y las encuestas abultadas.
En el trayecto verá cómo se tapan los baches que deja todo el resto.
Durante 9 años les ha dado resultado.
Ciertamente, nada es eterno pero hay una certeza que le da una ventaja inexpugnable a Cristina:
"Nadie capitaliza errores y tropiezos"
La orfandad de quienes optarían por una Argentina más racional, se mantiene sin que siquiera aparezca un tutor que los quiera adoptar.
Seguir debatiendo inútilmente si es conveniente o no el paso que ha dado el oficialismo, a esta altura carece de sentido, es casi como seguir polemizando si las AFJP deberían haber seguido en pie.
El verdadero problema en todos los casos está en la falta de controles para que, estatales o privados, lleven a cabo una gestión.
En síntesis, lo que falta, y en consecuencia hace que todo cambio sea al estilo gatopardo, es el cumplimiento a las reglas de juego.
Pero también es absurdo esperarlo de parte de una gestión que no ha respetado siquiera la Constitución.
Todo hace prever que la nueva YPF terminará exactamente igual que la vieja, es decir operando sin inversión, sin lograr el cometido del autoabastecimiento que sirve hoy de bastión, es decir librada a la suerte de inexpertos sin control, cuya ideología no es marxista ni jacobina, ni siquiera kirchnerista:
es lisa y llanamente, oportunista.
Patalear porque la Argentina se cierra al mundo, a esta altura es un poco cínico...
El candado está puesto desde hace ya mucho tiempo.
Rasgarse las vestiduras porque no vendrán inversiones a este suelo es dar por supuesto que, antes del proyecto de ley que se envió al Congreso, estaban llegando recursos a granel…
Sincerémonos.
Poco cambia en esencia, enfatiza en todo caso un modus operandi donde la hostilidad es método, el capricho demostración de fuerza, y el mediano-largo plazo una quimera.
La perspectiva energética es un enigma, en el “aquí y ahora” se la manejará metiendo mano en alguna caja oficial.
El costo es incierto todavía, también lo es cómo se pagará, y nadie le ha puesto firma aún al cuento del “joint venture” chino.
La certeza más fuerte es que aquel
“Vamos por todo”, pasó de ser una consigna a ser raíz de una especie de fundamentalismo.
Cristina Kirchner necesitaba caja y poder, y fue por ambos.
Habrá que ver, en lo sucesivo, cuáles son sus necesidades para saber qué rumbo tomará la Argentina, que no es sino la herramienta de la cuál se vale la Presidente, así como el tumbero se vale de una “chuza”, o el ladrón de una ganzúa.
(*) Lic. GABRIELA R. POUSA - Licenciada en Comunicación Social (Universidad del Salvador), Master en Economía y Ciencia Política (Eseade), es autora del libro “La Opinión Pública: un Nuevo factor de Poder”. Se desempeña como analista de coyuntura independiente, no pertenece a ningún partido ni milita en movimiento político alguno. Crónica y Análisis publica esta nota por gentileza de su autora y de "Perspectivas Políticas". Queda prohibida su reproducción sin mención de la fuente.
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